Parecieran de nunca acabar las distintas fricciones que irritan, tensionan y desgastan la promisoria relación entre Chile y Perú, y es que al parecer los motivos no faltan. Por el contrario, abundan cuando se quiere buscarlos. Que si es por la bebida espirituosa, por algún postre de antaño que ahora es preparado por alguna industria, por alguna gloriosa y santificada nave, por aguas infértiles, por un triangulito inútil, por la autoría de un platillo exquisito cuyo único dueño es el feliz comensal que lo devora; por alguna tarde en la que se rinde honor al deporte del fútbol, por algún infeliz comentario altanero, por alguna comparación odiosa y/o tendenciosa, o también por supuestas prácticas anacrónicas de espionaje proscritas en estados democráticos. Finalmente, hasta por una trifulca de borrachines donde uno agrede más a otro, terminando la noticia viralizándose en algún medio de prensa, que quiera o no, ganará algunos puntos extras de rating, pues como ustedes saben, el titular de la noticia será: "chilenos agreden a peruanos" o "peruanos agreden a chilenos", todo ello teniendo como inspiración el nefasto y lamentable episodio de un capítulo cruento que quedó en los anales de la historia hace más de un siglo, reitero, hace más de 100 años.
¿Será casualidad que siempre aparezcan estos episodios? Se los aseguro que no, puesto que todo tiene una causal, entonces, ¿será que genera dividendos? ¿Será que es un distractor? ¿Será que son planificados?
Consecuencia de ello, no faltan los que sacan provecho de esta situaciones, desde el honorable diputado que desencadena sus demonios viscerales en busca de mantener asegurado su curul, además del periodista rudo que con la finalidad de incrementar su rating y alimentar su ego de dueño de la verdad, promueve, agita y excita a sus radioescuchas, lanzando frases como que "ningún nacional de aquel país será nuestro hermano", y por consiguiente, cualquier ciudadano que por infortunio del destino le ha tocado vivir personalmente alguna experiencia ingrata con el otro ciudadano vecino, sale al aire y producto de una histeria colectiva condena a todos los nacionales del otro país, deseándoles y haciéndolos ver como verdaderos herederos de Belcebú. Está demás mencionar a los 'halcones' que revolotean en ambos cielos, que aprovechando situaciones como éstas, desempolvan sus trajes y son invitados para desarrollar las más trasnochadas y rancias teorías de conspiración en programas de sesudos análisis políticos.
Así las cosas, y en medio del panorama incierto y oscuro en el que se deja a la relación bilateral, cómo es posible que a pesar de todas las acusaciones y duras aseveraciones, la relación real, esa que se gesta sin pasar por las cancillerías, esa que nace muchas veces en los mercadillos de la frontera, o en un pasillo de un consultorio peruano donde se atiende a pacientes chilenos; o en un modesto y cálido restaurante peruano en la calles de la capital chilena, también en un salón de clases que acoge muchas veces a más niños del país vecino que a los propios, siga construyéndose mayores vínculos entre chilenos y peruanos, vínculos afectivos, comerciales, culturales, económicos, también los de identidad binacional, esos que terminan adoptando sus costumbres producto de la permanente migración, y finalmente, aceptación e inclusión del extranjero como un nacional más.
Cómo es posible, entonces, que residan más de 200.000 peruanos en Chile. Cómo es posible que de acuerdo a data entregada por la Cámara de Comercio de Lima, el ingreso de turistas chilenos y estadounidenses lidere el mercado peruano durante el 2014, pues según la Superintendencia Nacional de Migraciones, Perú recibió a 1.446.689 visitantes chilenos y 312.086 estadounidenses, de un total de 2.881.821 turistas.
Insisto, ¿cómo es posible que en Chile existan casi 300 restaurante peruanos, para todo bolsillo, con inmejorable aceptación por el paladar de los chilenos? ¿Cómo es posible que en el Perú operen más de 400 empresas chilenas (grandes, medianas y pequeñas, el grueso de ellas dedicadas a la comercialización de servicios)? ¿Cómo es posible que la inversión chilena en Perú se calcule sobre los US$16.000 millones a la fecha y la peruana en Chile cercana a los US$10.000 millones? Y eso que no estamos hablando de los miles de empleos generados. Y por último, de un intercambio comercial que al cierre del año 2014 cerró sobre los US$3.250 millones.
Entonces, ¿qué nos conviene más, seguir cada uno por nuestro lado, o dejarnos de temas odiosos y construir la tan anhelada agenda conjunta?
Pues, no hay que olvidar que juntos podemos más.