Renunció y salió el hombre cercano al´presidente. La decisión no debió haber sido fácil para Peña Nieto. Se le escuchó triste, bajo de energía y su lenguaje corporal era de un hombre agachado al momento de dar el anuncio del cambio en la Secretaría de Hacienda.
Anotábamos la semana pasada en este mismo espacio que la Presidencia de Peña Nieto tiene todavía dos años por delante. México no puede darse el lujo de dar por perdidos 26 meses pensando que este sexenio ya concluyó. Y eso de que hay quienes están coqueteando con la revocación del mandato invitando a una marcha para ello, tampoco es una buena idea. Volteemos a ver a Brasil para darnos cuenta de lo que eso significa.
Veamos cómo está ese país y su economía ante la nueva presidencia de Temer y el linchamiento que llevó a la salida anticipada de Dilma Rousseff.
Hay quien dirá que nada nos deja contentos a los columnistas y comentaristas. Que haga lo que haga Peña Nieto, siempre habrá una crítica. La salida de Videgaray de Hacienda era ya impostergable, sobre todo por la división en el gabinete de Peña. Parecía poco probable que se diera porque elpresidente se ha mostrado reacio a hacer cambios de sus hombres cercanos a pesar de que esto ha provocado que sea él quien paga los platos rotos por cualquier error en su administración. Y sin embargo, lo hizo. Salió el hombre más cercano al Presidente en una decisión necesaria, pero inesperada.
¿Qué habría sido mejor ante la grave crisis que generó la visita de Donald Trump a México?
Me habría gustado el miércoles escuchar a un presidente Peña echado para adelante, con ánimo de inyectarle energía a México y a la población de que este gobierno no ha concluido. De que en estos dos años hay todavía mucho por hacer. De que él, el presidente de México, está preocupado por el legado que quiere dejar; por el mejor México que quiere que hereden sus hijos y los nuestros.
Un presidente que anunciaba una serie de cambios, que no enroques, en su gobierno y que ese mismo día él, como priista, pediría la expulsión del partido de tres figuras inaceptables dentro del PRI: Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge. Fuera del PRI por corruptos. Porque en el PRI de su gobierno ya no sólo habría palabras en contra de la corrupción, sino acciones.
Y que respetando la autonomía entre los poderes Ejecutivo y el Judicial, instaba -sólo instaba- a que la ley se le aplicara a quienes han abusado económicamente del poder.
Pero escribo lo anterior en pasado porque eso no ocurrió. Lo que vimos fue el cambio en Hacienda, con sentimiento de pesadumbre en la voz del Presidente. Lo hizo con un tono triste, bajo de energía y sin la intención de animar a quienes lo escuchamos a pensar que el sexenio todavía tiene salvación.
La preocupación parece estar más en cerrar dignamente y en no perder el poder. Por eso y para eso parece haber colocado a Luis Miranda al frente de la Secretaría de Desarrollo Social. Para que, así como operó electoralmente en el Estado de México quien fuera secretario de Finanzas de Arturo Montiel, ahora haga lo mismo a nivel nacional hacia las elecciones de 2018.
Para así no pasar a la historia como el priista que regresó al partido a Los Pinos... para entregarle el poder a la oposición seis años después.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.