Dedicado a mis amigos de la Fundación Friedrich Naumann y Caminos de la Libertad
Crecer económicamente a tasas elevadas y sostenidas es una de las principales metas de las economías capitalistas actuales, ya que ello permite crear empleo y generar ingreso para los agentes económicos, permitiendo sostener nuestro actual sistema de vida. Un país o una región que crece puede, en combinación con otras acciones, alcanzar un mayor desarrollo económico y bienestar. Conscientes de esta situación, los especialistas en materia económica hemos trabajado para determinar los factores causales del crecimiento, llegando a la conclusión, de que no importa el espacio y el tiempo, la inversión en capital físico, la acumulación de capital humano y la tecnología detonan el crecimiento económico.
Ahora se sabe con seguridad qué factores debemos impulsar y cuales detener; no obstante, el bajo crecimiento económico en muchos países se mantiene. México, por ejemplo, lleva ya 30 años sin crecer, se vive una etapa conocida como estancamiento estabilizador, ya que no crece de acuerdo con su potencial, pero mantiene una relativa estabilidad macroeconómica, caracterizada por el control de la inflación y la reducción del déficit público. De aquí que todos los mexicanos expresen insatisfacción absoluta con los resultados económicos de los últimos gobiernos federales –de los locales también, pero esa es otra historia.
En México y en otros países el crecimiento es una tarea pendiente. ¿Por qué no pueden crecer algunos países o regiones, cuando ya se conocen los mecanismos de transformación económica? La respuesta fue brillantemente delineada hace algunos años por el economista Douglas North, ganador del Premio Nobel de Economía, quien demostró que el problema se encuentra en la calidad del marco institucional. Si las instituciones son débiles o inexistentes resulta imposible sostener un ritmo alto de crecimiento económico y converger con el nivel de vida de los países desarrollados, en cambio si las instituciones se encuentran bien desarrolladas y son flexibles al cambio, el crecimiento puede iniciarse y mantenerse.
Seguramente se preguntará ¿qué son las instituciones? La respuesta es sencilla, pero su entendimiento total resulta complicado, en este momento los economistas estamos trabajando para comprenderlas a cabalidad e integrarlas a nuestras investigaciones. En términos generales, se les clasifica en formales e informales. Siendo las primeras las normas, reglas y leyes que regulan el comportamiento de las personas viviendo en sociedad. Mientras que las segundas se conciben como las costumbres, valores y tradiciones de una determinada comunidad humana.
Por facilidad, los análisis más recientes se han centrado en las instituciones formales. Se han construido indicadores para saber su grado de madurez y calidad. Hoy se asegura que una economía tiene calidad institucional cuando prevalece el Estado de derecho, los derechos de propiedad están garantizados y nadie puede mediante el uso de la fuerza hacerse de la propiedad ajena, existe un sistema judicial transparente y buenos oficiales encargados de velar por el cumplimiento de la ley. Adicional a lo anterior, una economía con calidad institucional fomenta la actividad productiva y evita los desvíos o sobornos, manteniendo al margen la corrupción. Calidad institucional significa que las personas son libres de realizar sus actividades de producción, distribución, consumo e inversión.
Le informo, en los últimos diez años, el crecimiento promedio anual del PIB per cápita en México ha sido de apenas 1,5%, extremadamente lejos de su potencial, el cual estimo en 4,0%. Creciendo cerca del potencial sería posible crear un millón y medio de empleos anualmente, lo que ayudaría a reducir al déficit que se observa a la fecha en la materia. Con empleo muchos de los problemas que vivimos seguramente serían reducidos, especialmente la inseguridad y la violencia.
¿Qué explica este pobre desempeño? La respuesta se encuentra en la teoría del crecimiento económico, lo que falta es inversión, tanto pública como privada, acumulación de capital humano y progreso tecnológico. Lo que necesitamos es elevar sustancialmente nuestra productividad. Centrarnos en actividades estratégicas como las industrias manufactureras y los servicios asociados a las tecnologías de la información. Impulsar una nueva política industrial para el desarrollo.
¿Por qué no lo hacemos? Porque la estructura institucional que hemos creado durante los últimos cien años lo impide. Tenemos unas pobres instituciones formales. Todos sabemos que no existen condiciones de seguridad en el sistema judicial, que los contratos pueden ser violados, que la ley puede modificarse a favor de los que más rentas tienen y que existe una tremenda corrupción burocrática. Sumemos a esto, el secuestro del Estado por parte de los grupos criminales. El escenario no resulta favorable.
De acuerdo con el índice de calidad institucional publicado por la Red Liberal de América Latina, los cinco países con mayor calidad institucional en el año 2011 fueron Finlandia, Dinamarca, Suiza, Nueva Zelanda y Canadá. La calidad institucional en estos países se correlaciona positivamente con el nivel de vida y por supuesto el crecimiento económico. Por el contrario, los 5 países peor calificados en materia institucional fueron la República Democrática del Congo, Libia, Turkmenistán, Myanmar y Corea del Norte. Estos países evidentemente no gozan de una buena calidad de vida y crecen muy poco.
México ocupó la posición 87 de 191 países en 2011, resultado que no es favorable dado que en 2010 estaba en la posición 85, la 82 en 2009, la 79 en 2008-2007 y la 75 en 2006. Con lo que, en los últimos años, se tiene un deterioro sustantivo de las instituciones, lo que parcialmente puede estar explicando el bajo crecimiento económico en México y la condición cada vez más insuperable de subdesarrollo.
Se requieren grandes reformas en el actual sistema de incentivos que tienen la clase política y los grupos de búsqueda de rentas para conseguir mejorar las instituciones. Desde mi punto de vista es fundamental transparentar y eficientar el sistema judicial, así como limpiar y mejorar las agencias de policía en todo el país. No podremos generar cambios de fondo con el mismo sistema judicial, opaco, ineficiente y altamente corrupto. Imposible hacer que se respeten los derechos de propiedad y se cumplan los contratos con un marco legal que difícilmente se cumple a cabalidad y con agentes policíacos a los que todos tenemos miedo y desconfianza. Desde mi perspectiva, este es el cambio más urgente para la próxima administración, ¿será posible conociendo los fantasmas del pasado que persiguen a quienes ahora nos gobernarán a nivel federal? Esperemos que así sea, de lo contrario, estamos condenados a vivir en el subdesarrollo, fruto de nuestra pobreza institucional.