Guillermo Lasso sabe de dinero y banca. Construyó su fortuna gracias a la especulación financiera con los bonos emitidos en el "feriado bancario" en 1999, ese 'corralito' que impuso el presidente Jamil Mahuad a los depositantes y que luego culminó en la dolarización de la economía y en el empobrecimiento de la mayoría de los ecuatorianos. Lasso, no sólo es dueño del Banco de Guayaquil, sino que controla 49 empresas offshore en paraísos fiscales -Panamá, Caimán y Delaware- con nombres de fantasía que ocultan su identidad.
El banquero guayaquileño fue derrotado por Lenin Moreno. Sin embargo, igual que Trump y muy apoyado por los medios de comunicación, enemigos acérrimos del presidente Rafael Correa, sostuvo en su campaña que sólo el fraude lo podría derrotar. Como Lasso perdió, en vez de aceptar el fracaso, reiteró sus dichos de campaña, pero sus partidarios más lúcidos, como Jaime Nebot, el alcalde de Guayaquil, lo desmienten al señalar que “el que acusa tiene que probar”, y Lasso está denunciando sin pruebas.
Lasso gusta del dinero y la política le sirve para proteger sus negocios. En momentos que, en paralelo a la primera vuelta electoral, se aprobó mayoritariamente en el plebiscitó prohibir a los funcionarios públicos tener bienes o capitales en paraísos fiscales, el panorama se le oscureció al candidato derrotado. Ello probablemente explica su desesperación y los intentos de desestabilizar al país.
En realidad, el camino que sigue Lasso no lo conduce a ninguna parte. Todos los presidentes de América Latina, así como el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, han reconocido el triunfo electoral de Lenin Moreno, convencidos de la limpieza electoral. La presencia de representantes de ambos candidatos en cada una de las mesas de votación, así como de los tres mil observadores internacionales, han sido la garantía de la limpieza del proceso.
El triunfo de Moreno no emerge del vacío. Es consecuencia del exitoso periodo de diez años de gobierno del presidente Correa. No se trata sólo de los avances económicos y el progreso social. Hoy día, el Ecuador es un país que ha recuperado su dignidad. El embajador norteamericano ha dejado de ser un procónsul en Quito y los ecuatorianos son vistos con respeto en el mundo.
La soberanía nacional se convirtió en realidad cuando Correa notificó a los Estados Unidos, a principios del año 2008, la no renovación del convenio que permitía a ese país utilizar desde 1999 el puerto pesquero de Manta para "interceptar vuelos del narcotráfico". Esta decisión forma parte del mandato constitucional que expresamente prohíbe "el establecimiento de bases militares extranjeras en el territorio ecuatoriano".
La independencia nacional del Ecuador también ha quedado de manifiesto con el asilo otorgado a Julián Assange, líder de Wikileaks. Correa resistió a presiones de gobiernos y poderes fácticos internacionales, mientras el candidato Lasso dio pruebas de servilismo a los Estados Unidos y al capital financiero mundial al señalar que lo primero que haría en su gobierno sería retirar el asilo a Assange.
Además, la soberanía económica se hace efectiva en Ecuador con la renegociación de los contratos entre el Estado y las empresas petroleras. Ahora, las empresas pasan a ser prestadoras de servicios y a recibir una tarifa fija, mientras el dueño legal del petróleo es el Estado. De esta forma, el Estado pasó a beneficiarse exclusivamente del cualquier aumento en el precio del barril del petróleo y así mejoró sustancialmente su participación en la renta petrolera.
La emergencia de Correa fue consecuencia de una crisis profunda en el país. La inestabilidad política y la crisis económica se hacían insostenibles. La triste herencia de Mahuad no sólo fue la indignidad de recibir dinero de la banca, sino dolarizar la economía; o sea, hacer dependiente la política monetaria y cambiaria ecuatoriana del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Frente a la crisis, el presidente Correa tomó el toro por las astas y con valentía impulsó una Asamblea Constituyente (AC), para reconstruir toda la institucionalidad del país, iniciativa que obtuvo el apoyo del 80% del voto ciudadano. Luego de "la larga y oscura noche neoliberal", Ecuador ha experimentado la mayor estabilidad política, crecimiento económico y progreso social de toda su historia.
La economía ecuatoriana creció un promedio de 3,9% entre 2007 y 2015, comparado con el 2,9% de Latinoamérica, según cifras de la Cepal. Ese crecimiento ha permitido que el gobierno haya destinado el 9% de su PIB para inversión pública, lo que se ha traducido en inéditas obras de infraestructura a lo largo y ancho del país.
Las cifras de desempleo destacan muy especialmente, con 4,3% en el 2015, la tasa más baja de Sudamérica. Esa cifra, junto al aumento del salario básico a US$366 (que antes de la "Revolución Ciudadana" era de US$160), constituyen indicadores manifiestos de los avances en justicia social.
Uno de los problemas más serios que tuvo el Ecuador, previo a la llegada de Correa, fue la gran evasión de impuestos. Desde el 2000 hasta el 2006, los gobiernos recaudaron apenas US$21.338 millones, mientras que la "Revolución Ciudadana" ha triplicado esa cifra, con US$88.177 millones.
El porcentaje de personas pobres se ha reducido desde el 37%, en 2007, hasta el 23% en 2015, con más de un millón de ecuatorianos que superaron la pobreza. Además, el buen crecimiento económico ha beneficiado a los ecuatorianos más modestos. En efecto, el ingreso promedio del 10% más rico con relación al 10% más pobre bajó en una relación de 42:1 a 25:1. Así las cosas, Ecuador es uno de los países que más redujo la desigualdad en América Latina.
Por otra parte, entre 2007 y 2015 la tasa neta de matrícula en educación básica subió del 92% al 96% en ocho años, mientras que la matrícula de la población más pobre creció en seis puntos porcentuales, pasando del 89% al 95%. Y, en educación superior, Ecuador se ha convertido en el país que más invierte, con 2% de su Producto Interno Bruto (PIB), lo que ha elevado sustancialmente su calidad. A ello hay que agregar el énfasis en innovación, ciencia y tecnología que caracteriza al gobierno y que tiene en la ciudad tecnológica de Yachai un ejemplo para América Latina.
Lamentablemente, las condiciones económicas se han deteriorado en Ecuador en los dos últimos años, como consecuencia de la abrupta caída de los precios del petróleo, fuente principal de divisas del país. Ello ha afectado también el presupuesto nacional. Porque en una economía dolarizada los márgenes de maniobra son estrechos. No existe la alternativa de devaluación como en países con moneda propia. Cae el precio del petróleo y se reducen los ingresos fiscales y ello afecta la inversión pública y los programas sociales.
No todo ha sido fácil con el gobierno de Correa. Con una personalidad fuerte, se le percibe a veces como un hombre autoritario. Ello le ha significado enfrentamientos con sectores importantes de la ciudadanía. Algunas organizaciones indígenas y ambientalistas han rechazado, por ejemplo, el impulso a proyectos petroleros y mineros en la selva amazónica y se han colocado en la otra vereda, cuestionando y, a veces, movilizándose contra el gobierno.
No hay duda que el triunfo de Lenin Moreno es consecuencia de los buenos diez años de la "Revolución Ciudadana" que lideró Correa. Por cierto, el nuevo presidente tendrá sus propios énfasis y con su estilo, conciliador y dialogante, ayudará a reducir las tensiones que actualmente se observan en el país.
La derrota de la elite financiera empresarial y el triunfo de Lenin Moreno permitirán nuevos avances en el desarrollo del Ecuador. También ayudará a recuperar las esperanzas de los sectores progresistas en América Latina, que habían perdido fuerza con la instalación de gobiernos conservadores en la región, especialmente en Argentina y Brasil.