En 1998, la población iraquí vivía las consecuencias de un bloqueo impulsado por Estados Unidos en las Naciones Unidas. En ese entonces los republicanos estaban en la oposición y era Bill Clinton el que comandaba la ofensiva contra Saddam Hussein. Como suele suceder, los bloqueos no afectan a los más poderosos que siempre tienen los recursos para evadirlo. Si hasta el hijo mayor de Saddam Hussein había logrado introducir autos de todo tipo para su colección personal. Los que realmente sufrían el bloqueo eran los civiles. Y entrar a Irak era una odisea. Para llegar a Bagdad había que salir desde la capital jordana Amman y atravesar el desierto, ya que los aeropuertos también estaban clausurados por el bloqueo.
Uno de los países más avanzados de la región estaba sumido en la miseria por los delirios de Saddam Hussein y los sucesivos presidentes norteamericanos que querían verlo de rodillas, luego de haberlo apoyado en 1980 cuando invadió Irán en su fallido intento de destruir la República Islámica.
La inflación en los 90 era galopante y la mayoría de los iraquíes dependía de la ayuda que les suministraba Naciones Unidas. Sí, la misma que imponía las sanciones. Los iraquíes recibían algunos kilos de harina, arroz, azúcar, leche y porotos para alimentarse y en los hospitales los niños desnutridos morían como moscas.
La capital Bagdad, famosa por sus anchas avenidas y los restaurantes de pescados sobre las orillas del Tigris, solían estar a oscuras por falta de luz. En el punto de confluencia del Tigris y el Éufrates uno se podía detener para pensar que allí había nacido la civilización, pero era difícil imaginarlo por la pobreza que lo rodeaba.
Y Basora al sur, alguna vez llamada la Venecia del Medio Oriente, era sinónimo de destrucción, escombros y basura. Cada tanto las ciudades eran bombardeadas por aviones norteamericanos, pero los civiles que morían no aparecían en las grandes cadenas de noticias occidentales.
Al Jazeera aún no había nacido. En 1996, en un programa de televisión, le preguntaron a Madeleine Albright, la secretaria de Estado de Clinton, si se justificaba el precio de medio millón de niños muertos a raíz del bloqueo. Su respuesta lacónica fue que valía la pena. Total, a quién le importaba de los iraquíes.
En marzo de 2003 las tropas norteamericanas invadieron Irak y derrocaron a Saddam Hussein. Algunas organizaciones no gubernamentales tienen registrados más de 120 mil civiles muertos en estos diez años. Difícil saberlo. Cuando le preguntaron al general Tommy Frank cuántos civiles habían muerto a raíz de la invasión y posterior ocupación, dijo que ellos no contaban esos cuerpos. Los iraquíes los entierran, pero… ¿a quién le importa?
*Esta columna fue publicada originalmente en la agencia Télam.