Aún no ha asumido el cargo y ya Rex Tillerson, de 64 años, enfrenta un ligero viento en contra: no tiene ningún tipo de experiencia de Gobierno, y como gerente de Exxon no solo ha hecho negocios con autócratas, sino que, además, se ha dejado colgar órdenes en el pecho, le reclaman.
El senador Marco Rubio tuiteó que no quiere a un amigo de Putin en el Departamento de Estado. El senador John McCain, también republicano, criticó asimismo la cercanía de Tillerson al Kremlin. El senador Bob Menendez ha tildado la decisión de "absurda". Y otros entrarán a este coro de críticos.
No son buenas señales de cara a la audiencia en el Senado, a la que tiene que presentarse el futuro Secretario de Estado estadounidense. Una mayoría que apoye su designación parece ahora mismo lejos de estar segura. No obstante, Donald Trump se ha decidido por él y, así, por otra pelea con su partido. ¿Por qué?
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Antes de las elecciones, Trump y Tillerson apenas se conocían. El tejano Tillerson es republicano y conservador. Pero apoyó en campaña, incluso financieramente, a otros candidatos. El consejo de fijarse en este hombre le llegó a Trump de fuera. Antiguos secretarios de Estado como James Baker, Condoleezza Rice y otros apoyaron a Tillerson. Y, según ha trascendido desde el círculo cercano a Trump, en las conversaciones, la química funcionó enseguida entre el futuro presidente estadounidense y el director ejecutivo del gigante petrolero.
Ambos consideran la política exterior como una especie de negocio. Y de eso se trata hasta cierto punto, sobre todo en Estados Unidos. Pero no solo. ¿Qué pasará entonces con temas −como la defensa de los derechos humanos− en los que Estados Unidos no tiene nada que ganar en términos financieros? Quien exige el respeto a los derechos humanos en todo el mundo no gana así amigos, sobre todo no entre los dictadores. Y eso es lo que han hecho los secretarios de Estado norteamericanos, conjuntamente con sus colegas de Europa Occidental, durante décadas. Por cierto, con éxito, si se atiende a la creciente cifra de democracias en el mundo.
¿Cambiará eso con el nombramiento de Rex Tillerson? ¿Se priorizarán la explotación de materias primas para la economía estadounidense y la obtención de ventajas en tratados comerciales, por encima de los derechos humanos? ¿Se descartará el compromiso de Estados Unidos con la OTAN o en el aseguramiento de las vías comerciales internacionales, porque cuestan mucho dinero? ¿Se concentrará Estados Unidos en sí mismo a despecho de su rol como potencia reguladora mundial?
¿El fin del orden occidental que conocemos?
Eso sería, efectivamente, el principio del fin del orden occidental tal y como lo conocemos; un orden, que no solo ha traído seguridad y bienestar a la comunidad trasatlántica, sino también a muchos otros países en otros continentes, y sobre todo a los propios Estados Unidos.
Es demasiado temprano para pronosticar escenarios de fin del mundo, algo a lo que los europeos tienden con facilidad. Como el más importante socio comercial de Estados Unidos, Europa debería seguir mostrándose segura de sí misma. Estados Unidos solo es una verdadera potencia mundial en comunión con sus aliados y socios europeos. Así que con toda la sospecha que el gabinete de millonarios y generales de Trump despierta entre los europeos, también el secretario de Estado Rex Tillerson merece, por ahora, el justo beneficio de la duda.