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Siria en el olvido
Mar, 10/03/2020 - 09:57

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En su libro "Guerras Justas en Injustas", Michael Walzer sostiene que el criterio con base en el cual podría establecerse si ciertos crímenes ameritan una intervención humanitaria, debería ser si esos crímenes "suponen una conmoción para la conciencia moral de la Humanidad". Pero la "conciencia moral de la Humanidad" sólo podría ser conmovida (propiciando una respuesta) si existiera información veraz y oportuna sobre esos crímenes.

En 2007, la revista Foreign Policy realizó un ejercicio de comprobación que buscaba responder a la siguiente pregunta: "¿Qué ocurre cuando un Estado se derrumba y nadie se da cuenta?": el ejercicio consistía en comparar la puntuación de los Estados que ocupaban los diez primeros lugares en su Índice de Estados Fallidos con el número per cápita de reportajes escritos sobre esos mismos Estados. Descubrió que la cobertura en medios no guardaba relación alguna con la ubicación de un país en aquel índice. Así, por ejemplo, cuatro de los países que ocupaban los primeros cinco lugares en ese índice (Costa de Marfil, el Congo, Sudán y Somalia) virtualmente no recibían cobertura en medios. De entre los diez países en situación crítica, los que recibieron mayor cobertura mediática fueron Iraq, Líbano, Bosnia y Afganistán. Es decir, Estados que albergaban personal militar de la OTAN (en Afganistán y Bosnia), de Estados Unidos y algunos de sus aliados (en Iraq); o en el caso del Líbano, porque ese país había sido invadido por Israel en 2006.

Menciono lo anterior porque, en forma reciente, un Estado vio súbitamente acelerarse su proceso de derrumbe y relativamente pocos parecieron darse cuenta. Según un reportaje del diario The New York Times, entre diciembre de 2019 y mediados de febrero de 2020 unos 900 mil ciudadanos sirios se habían convertido en desplazados internos (en más de un caso, por segunda o tercera vez): cerca de un millón de personas abandonaron su lugar de residencia sin que ello ameritase mayor cobertura en medios internacionales.

Tal como constatara en 2007 la revista Foreign Policy, eso comenzó a cambiar sólo cuando la crisis involucró a potencias militares o económicas. Un ataque del régimen sirio que dio muerte a 34 soldados turcos provocó un ataque en represalia de las fuerzas de Turquía. Ello crea la posibilidad de que Rusia (aliada del régimen de Bashar Al Assad) se involucre en el conflicto. Si, como consecuencia de ello, surgiera el riesgo de un enfrentamiento entre Rusia y Turquía, esta última podría invocar su condición de país integrante de la OTAN (alianza militar que, desde tiempos soviéticos, siempre tuvo a Rusia como su principal alter ego). No diría que es un escenario altamente probable, pero cabe dentro de lo posible.

De hecho, ya tenemos indicios de que Erdogan busca en forma deliberada involucrar a la Unión Europea en la crisis. Alega que, con cerca de 4 millones de refugiados sirios en su territorio, no tiene ya capacidad de albergar a los nuevos desplazados. Por esa razón, propicia que algunos refugiados intenten cruzar la frontera entre su país y Grecia.

El punto sigue siendo que, en la medida en que refugiados o desplazados internos aparecen en las noticias, es porque su suerte involucra a Estados que tienen un peso específico en el sistema internacional, no por el drama humanitario que implica el predicamento por el que atraviesan.

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