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¿Qué puede aprender Bolivia de sus vecinos para aliviar su política monetaria?
Viernes, Enero 3, 2025 - 18:00
Fuente: Reuters

El tipo de cambio fijo de la moneda boliviana rige desde 2011, a pesar de la escasez de divisas y reservas internacionales. Mientras Perú y Chile mantienen modelos más flexibles que permiten evitar crisis de esta índole.

Bolivia recibió su año electoral con una noticia impactante: el Banco Central del país informó este jueves, que mantendrá el tipo de cambio en 6,96 bolivianos por dólar. De esta forma, la entidad monetaria se mantiene en sus trece, pese a la escasez de divisas estadounidenses, productos de primera necesidad y combustibles en el último año. 

“Durante esta gestión vamos a mantener la política cambiaria como lo hemos venido haciendo en las últimas gestiones”, declaró Edwin Rojas, presidente del Banco Central de Bolivia. Hablamos de un país que mantiene un tipo de cambio fijo desde 2011, cuando el gobierno de Evo Morales adoptó la medida para controlar la inflación a largo plazo. 

Por aquel entonces, las exportaciones de gas natural impulsaban la economía boliviana, a tal punto que en 2014, las reservas internacionales superaron los US$ 15.000 millones. Sin embargo, una década después, el panorama es adverso: los precios internacionales del gas se sitúan en niveles bajos y sus vecinos, Brasil y Argentina, han reducido su demanda en los últimos años. 

Incluso, en septiembre de 2024, Bolivia oficializó el fin de las entregas obligatorias de gas a su vecino del sur, debido a la apuesta de Argentina por yacimientos nacionales como el proyecto Vaca Muerta. 

Si bien se esperaba que la venta del gas restante al mercado brasileño a “precios competitivos”, casi no hay nuevos proyectos de exploración de yacimientos y las reservas internacionales hablan por sí mismas: en diciembre, Bolivia cerró con US$ 1.976 millones. Esto representa un modesto avance de US$ 267 millones, con respecto a las cifras del fin de 2023.

Rojas atribuyó esta pequeña recuperación a los ingresos por exportaciones de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) por US$ 1.879 millones, así como las políticas del Banco Central que incluyen la compra de oro y la emisión de bonos en divisas por US$ 268 millones.

Mientras tanto, la escasez de dólares dificulta la supervivencia del modelo, así como la importación de combustibles, mientras que alimenta el contrabando de bienes a Perú y Brasil. Ante este panorama, conviene preguntarse cómo son las políticas monetarias de los vecinos de Bolivia y cómo ha sido su desempeño en años recientes.

Por ejemplo, Chile mantiene un tipo de cambio flotante. Este consiste en que el valor del dólar se mueve libremente, porque el Banco Central nunca interviene en el mercado cambiario. Si bien dicho esquema permite una política monetaria transparente y alta flexibilidad para los shocks externos, el peso chileno es vulnerable a grandes oscilaciones influidas por la coyuntura nacional o factores económicos externos. 

Un claro ejemplo es la Crisis Financiera Global de 2008-2009, cuando el precio del cobre, el producto exportador bandera de Chile, cayó de manera abrupta. El peso se depreció más del 30% frente al dólar, pasando de 460 pesos por dólar, a más de 650 pesos en 2009. Entonces, el Banco Central debió intervenir comprando dólares para estabilizar la moneda. 

Una tendencia similar se vivió entre 2014 y 2016, cuando la demanda global del cobre cayó y los precios siguieron la tendencia. En consecuencia, el peso chileno se depreció, alcanzando unos 730 pesos por dólar, a fines de 2015. A pesar que este fenómeno benefició a otros sectores exportadores, encareció las importaciones y generó presiones inflacionarias. Aunque pese a esta volatilidad, la flexibilidad del tipo de cambio flotante ha permitido ajustes rápidos. 

Quizás el caso más sui géneris entre los vecinos de Bolivia es Perú, país aquejado por la inestabilidad política desde 2016, aunque dueño de bajos índices inflacionarios. En el país andino, se aplica la “flotación sucia”, un tipo de cambio donde el Banco Central interviene en el mercado, pero de manera limitada. La institución compra dólares cuando el tipo de cambio baja, y tiende a vender cuando este sube. El resultado es que la cotización se mantiene relativamente estable.

El origen de este sistema se retrotrae a 2002, cuando el Banco Central de Reserva de Perú (BCRP) estableció el “Esquema de Metas de Inflación”. Este programa acordó mantener los niveles de subida de los precios en un rango meta de entre 1% y 3%, lo que oficializó la flotación sucia en el mercado cambiario peruano. 

Las intervenciones del BCRP consisten principalmente en vender dólares y colocar swaps cambiarios. Por ejemplo, según un estudio de la Universidad de Lima, entre enero de 2021 y junio de 2024, la autoridad monetaria vendió US$ 13.000 millones en mesa de negociación y colocó swaps por un valor equivalente a US$ 64.100 millones. 

Aunque según cifras oficiales del BCRP, la venta de dólares solo representó un 20% del total de la intervención cambiaria del Banco. Estas operaciones permitieron estabilizar la cotización del dólar en momentos críticos como las semanas previas a la proclamación de Pedro Castillo como presidente en julio de 2021. Por aquel entonces, el dólar alcanzó el umbral de 4,10 soles.

Al evaluar las alternativas, la aplicación gradual de un tipo de cambio flotante en Bolivia se presenta como la mejor opción. Aunque esto involucra un paquete de medidas que son opuestas a la naturaleza del oficialismo como la reducción del gasto público, la diversificación económica y el aseguramiento de reservas internacionales.

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Autores

Sergio Herrera Deza