A pesar que Augusto Pinochet creía que estaba al frente de la gran cruzada anticomunista mundial, no tenía muchos amigos. Ni siquiera aquellos que lo financiaron o apoyaron sentían demasiada simpatía por este militar del sur en cuyo rictus se dibujaba la tortura y la muerte. Margaret Thatcher fue una de las pocas que se atrevió a defenderlo públicamente.
Es posible recordar las imágenes de 1999 cuando Pinochet la recibió en una pequeña casita de Londres para tomar el té mientras cumplía el arresto domiciliario, a raíz del pedido de detención internacional formulado por el juez español Baltazar Garzón.
Pinochet estaba siendo acusado por múltiples violaciones a los derechos humanos, torturas y asesinatos. Ella no tuvo ningún reparo en visitarlo. Más bien todo lo contrario.
Uno de sus asesores, Robin Harris, en 2006, recordándola, escribió que “ella no hubiera hablado a favor de Pinochet si lo hubiera considerado un monstruo”. Claro que también le debía eterna gratitud por su ayuda durante la guerra de Malvinas y ambos compartían un odio visceral y profundo hacia las ideas progresistas y de izquierda.
De hecho, durante la convención del Partido Conservador, ese mismo año, aseguró que Pinochet no estaba preso por abusos a los derechos humanos, sino por haber derrotado el comunismo.
Más aún, según la BBC de Londres, durante la mencionada visita a Pinochet, lo felicitó por “traer la democracia a Chile, haber preparado una constitución adecuada para la democracia, realizar elecciones y luego –de acuerdo a los resultados- dar un paso al costado”.
El ex presidente del gobierno español, José María Aznar -el mismo que le mintió al mundo sobre las supuestas “armas de destrucción masiva” que tenía Saddam Hussein para justificar una invasión que costó miles de vidas iraquíes- elogió la “claridad moral” de Thatcher que “le hacía distinguir de forma inequívoca entre el bien y el mal, entre los amigos y los enemigos, con quienes era implacable”. Lo que se dice, un trío de lujo.
*Esta columna fue publicada originalmente en agencia Télam.