Las maniobras electoreras pueden o no lograr sus objetivos inmediatos, pero, más allá de eso, tienen también la capacidad de crear efectos secundarios extraordinariamente dañinos a su alrededor, e, incluso, a más larga distancia. Eso se puede decir con relación al tuit del presidente Donald Trump del jueves pasado donde expresaba que “después de 52 años, es tiempo de que Estados Unidos reconozca la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, la cual es estratégicamente crítica y de suma importancia para la seguridad del Estado de Israel y la estabilidad regional”.
El tema del Golán, territorio conquistado a Siria por Israel en la guerra de los seis días de 1967, ha estado dormido desde hace bastante tiempo en los debates políticos y diplomáticos de la región. La pregunta elemental, por tanto, es a qué obedece que justo en este momento Trump salga a ponerlo sobre la mesa. La respuesta más lógica es que se trató probablemente de un doble objetivo: elevar su popularidad personal entre ciertos segmentos de la sociedad norteamericana, y darle un buen empujón a la figura del premier israelí Netanyahu, su gran amigo, de cara a las próximas elecciones del 9 de abril, en Israel. Todo ello sin calcular las repercusiones de tal declaración que apuntan a complicaciones en varios frentes.
Diversas voces alertaron de inmediato acerca de la caja de Pandora que se abre con el mensaje de Trump. El exembajador de Estados Unidos en Israel, Dan Shapiro, comentó al periódico árabe Al-Monitor de los inconvenientes que se detonan: “Nadie había estado hablando de cambiar el statu quo… así que esta decisión tiene el potencial de focalizar este asunto en la agenda internacional de una manera como no lo había estado en muchos años. Y eso se presta a invitar toda clase de respuestas de Rusia en la arena siria, o en cualquier otro lado, como en Ucrania… incluso (se planteará el tema) en la ONU, entre los gobiernos árabes, en el seno de Hezbolá y dentro de una amplia gama de actores, ya que la oposición siria tendrá que tomarlo en cuenta…”.
De hecho, el tuit de marras rompe con un statu quo que ha servido a los intereses de Estados Unidos e Israel por largo tiempo, sin evidencia alguna de que el cambio de postura expresado anteayer por Trump haya sido fruto de un cálculo serio de sus pros y contras. Así lo expresó también Dennis Ross, quien señaló que si bien el mensaje de Trump ayuda políticamente a Netanyahu en esta coyuntura electoral, de rebote debilita el plan de paz que presuntamente prepara la administración de Trump, debido a que los gobiernos árabes estarán menos dispuestos a colaborar con él en la medida en que ellos no querrán verse como traidores dispuestos a ceder tierras árabes. Ross, veterano negociador norteamericano de la paz en Oriente Medio, argumentó que “irónicamente, ningún otro líder árabe, excepto Bashar Al-Assad, tiene interés en ver a los israelíes abandonar las Alturas del Golán, pero el Presidente ha creado un punto de disputa donde no lo había”.
Y la retahíla de consecuencias negativas de lo expresado por Trump ha sido expuesta, además, por muchas otras voces que advierten probables desarrollos como los siguientes: fortalecerá la posición de Irán en Siria; Hezbolá utilizará el asunto para apuntalar su posición dentro de Líbano; los esfuerzos de la diplomacia mediadora de Estados Unidos en Siria perderán legitimidad al desplomarse la confianza en la imparcialidad de Washington; se debilitará la resistencia norteamericana a aceptar la demanda de Turquía de instalarse en una porción de territorio sirio para proteger sus intereses; finalmente, promoverá una profundización de la alianza Irán-Rusia-Al Assad, la cual está marcando la agenda de la reconstrucción nacional siria. Y un problema adicional es que despoja a Estados Unidos de la legitimidad para reclamar a Rusia su anexión de Crimea.
En vista de este escenario, es posible concluir que lo expresado por Trump respecto al Golán no conseguirá nada concreto ni para los intereses israelíes ni para los estadunidenses, sino todo lo contrario. De hecho, las cosas serán de ahora en adelante más complicadas para ambas partes dentro del entorno regional. Para lo único que servirá, y a un costo realmente alarmante, es para impulsar las carreras políticas de los dos mandatarios, Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.