La industria turística en el Caribe atraviesa una encrucijada. Las autoridades y las empresas, en sucesivos encuentros sobre el tema, alcanzan un consenso respecto a la fragilidad de su entorno natural. Como resultado, se proponen políticas de conservación y sustentabilidad, las que, pese al rigor del diagnóstico, son voluntarias. Este acuerdo concurre con un escenario de inversión hotelera, cuyo interés es extender y sofisticar la ya amplia oferta de alojamiento en la región.
Este convencimiento cuestiona el paradigma de desarrollo de la industria turística en el Caribe. Su futuro depende de la forma en que se equilibren los proyectos de inversión con la misión de mantener y potenciar el estatus de la naturaleza. Las metodologías, estrategias y decisiones necesarias para combinar la preocupación por el medioambiente con un crecimiento saludable de la industria, constituyen el debate futuro sobre esta agenda.
Medidas actuales de sustentabilidad. Los países del Caribe están conscientes de su dependencia económica del entorno natural. En 2014, la asociación Caribbean Export lanzó una propuesta regional de cambio de matriz energética que los países han asumido con diferentes niveles entusiasmo. La organización pretende impulsar a sus miembros hacia un nuevo paradigma que descarte el uso de combustibles fósiles y promueva las tecnologías de menor impacto.
Aruba es uno de los países pioneros en la materia. Ya cuenta con sistemas de energía solar y eólica, y pretende que su aeropuerto principal funcione en un 100% con la primera alternativa en los próximos años. Asimismo, promueve un diseño urbano que incentiva caminar como principal medio de transporte.
Dominica suscribe a la propuesta de Caribbean Export y comienza su transición hacia energías limpias. A corto plazo, su plan es menos ambicioso que el propuesto por Aruba pero igual de significativo: su objetivo es lograr el 100% de matriz energética sustentable durante la próxima década.
Jamaica promueve el turismo comunitario en la costa sur del país. Planea el desarrollo de programas de capacitación para su población, en especial en el Goshen Sports Complex en St. Elizabeth. También invierte en jardines botánicos en Darliston, y en el Área Verde de Bethel Town para incentivar el jogging.
Finalmente, Surinam quiere potenciar la exploración sustentable de la selva. Con este objetivo, lanza planes de prevención de la deforestación y degradación del territorio.
Inversión hotelera. Al tiempo que los países caribeños consideran su estrategia de sustentabilidad, en la mayoría de los destinos se planifican una serie de inversiones hoteleras.
El Resort de Holiday Inn inicia una profunda renovación de varios millones de dólares en Aruba, mientras la cadena de hoteles Riu comienza la construcción del Riu Palace Antillas en el mismo país. La cadena Hyatt realiza inversiones en Jamaica, con un hotel diferenciado para adultos y para familias, y en Puerto Rico, expandiéndose con las marcas Hyatt Place en Manatí y Hyatt House en San Juan.
En República Dominicana se construyen dos resorts de lujo: el Gansevoort Playa Imbert en Cabarete y el CHICK All Exclusive en Punta Cana, el que además es sólo para adultos. Finalmente, en Trinidad y Tobago se realizan renovaciones importantes en los hoteles Capital Plaza y Radisson Trinidad en Puerto España, y Blue Waters Inn en Speyside, entre otros.
El debate. Con estos antecedentes en la mano, el debate se centra en las posibilidades de crecimiento de la industria. No sólo el turismo ha explotado el entorno natural para desarrollarse, éste ha sido territorio común de un gran número de industrias en el mundo. Analistas argumentan que no es posible crecer sin intervenir los entornos inmediatos, ya sea por razones espaciales o energéticas, y en el caso de querer preservar el estado de la naturaleza, es necesario sacrificar fracciones de crecimiento.
En la actualidad existe una corriente de pensamiento que contradice el argumento anterior, postulando que se puede crecer al tiempo que se respeta el entorno natural. Las estrategias deben diferir sustancialmente de las aplicadas en el pasado, empleando tecnologías de construcción, generación de energía y mantención que vayan creando valor en vez de restarlo al entorno. Las certificaciones de edificación inteligente, así como las normas internacionales de manejo de la energía, apuntan en esta dirección.