Argentina (en inglés), Venezuela (en inglés) y ahora incluso Ecuador (en inglés) se han adherido a la desafortunada, aunque familiar, moda económica que actualmente atraviesa la región -los controles de precios. En un intento mal concebido de “suprimir” la inflación, sus respectivos gobiernos han intentado fijar los precios a niveles artificialmente bajos. Como cualquier economista que merezca el título sabe, esto eventualmente derivará en escasez.
Considere a Venezuela, donde el gobierno fija el precio de una serie de productos, incluyendo la gasolina, cuyo precio está fijado en solamente 5,8 centavos por galón. Como el gráfico adjunto muestra, 20,4% de los productos simplemente no se encuentran disponibles en las tiendas.
Mientras que los controles de precios probablemente mantienen los precios de los productos bajos en los mercados oficiales, finalmente conducen a repisas vacías, privando a muchos consumidores del acceso a productos esenciales (como el papel higiénico, en inglés). Esto, a su vez, conduce a una inflación “reprimida” -dados los controles de precio que existen, la tasa de inflación “real” es mantenida en un nivel bajo, o reprimida mediante la intervención estatal al estilo soviético. Como el gráfico adjunto muestra, la tasa implícita de inflación anual de Venezuela (utilizando variaciones en el mercado negro -enlace en inglés– del tipo de cambio entre el bolívar fuerte y el dólar) ubica a la tasa de inflación “reprimida” en 153%.
De igual forma, Argentina se enfrenta a un dilema similar (ver gráfico adjunto).
Además de la escasez y la inflación reprimida, los controles de precio pueden conducir a consecuencias políticas no intencionadas en el futuro. Una vez que los controles de precio son implementados es muy difícil removerlos sin generar una agitación popular -solo considere las revueltas de 1989 en Venezuela (en inglés) cuando el presidente Carlos Andrés Pérez intentó remover los controles de precio.
Ojalá Ecuador -que, gracias a la dolarización (en inglés), está experimentando una inflación anual de solamente 3%- comprenda este sinsentido y abandone su experimento con los controles de precio.
Si los gobiernos de países como Venezuela están realmente interesados en mantener la inflación bajo control, deberían seguir el ejemplo de Ecuador -simplemente descartar su moneda doméstica y “dolarizar” (en inglés).
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Libremente del centro de estudios públicos ElCato.org.