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Universidades pobres y subdesarrollo en Venezuela
Lun, 10/06/2013 - 17:49

José Ignacio Moreno León

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José Ignacio Moreno León

Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.

La crisis financiera de nuestras universidades se ha convertido en un problema que dramáticamente caracteriza la gestión de gobierno en los últimos 14 años, irónicamente cuando las arcas fiscales se han beneficiado de abundantes ingresos petroleros que no tienen parangón en la historia de Venezuela.

Es así como las más importantes universidades públicas han visto reducidos, en forma alarmante, los presupuestos asignados por el Estado, a pesar de la elevada inflación que ha mantenido el país desde hace varios años, todo lo cual significa un desmejoramiento en la capacidad operativa de estas instituciones. Las autoridades universitarias y los gremios docentes señalan con angustia esta crisis que tiende a profundizarse inexorablemente con graves repercusiones para el desarrollo nacional. A la UCV se le mantiene el mismo presupuesto de hace cinco años y de lo requerido para el 2013, apenas se le ha aprobado el 37%. La misma situación se presenta en el caso de la Universidad Simón Bolívar, cuyo presupuesto sólo representa el 40% de lo requerido.

El impacto de estas restricciones presupuestarias se refleja, de manera notoria, en los recursos humanos de estas instituciones. Los trabajadores universitarios no reciben aumento desde el 2009 y sus sueldos están por debajo del salario mínimo. Las remuneraciones del personal docente son de las más bajas comparándolas con los sueldos de sus pares de otras universidades de América Latina y del Norte, aún tomando como referencia el dólar oficial.

Un profesor titular cuyo sueldo hace 15 años representaba 25 salarios mínimos, en la actualidad, su remuneración apenas llega a tres salarios mínimos; y un profesor iniciándose en el escalafón universitario que, en la fecha referida tenía una remuneración equivalente a once salarios mínimos, en la actualidad sus ingresos son similares a un salario mínimo. Mientras el sueldo promedio de un profesor universitario en Canadá es de US$9.700 y en Argentina US$3.700, el docente nuestro de mayor categoría apenas supera los US$1.000 al cambio oficial.

Como consecuencia de esta restricción de recursos, universidades como la UCV han perdido más de 800 profesores y una fuga similar se presenta proporcionalmente en otras universidades, especialmente de los docentes mejor calificados, lo que incide, de manera notoria, en el deterioro de la infraestructura, en la docencia y extensión y en la producción científica que ha caído sensiblemente en los últimos cinco años.

La situación referida contrasta notoriamente con los esfuerzos que han hecho en las últimas décadas países que al inicio tenían niveles de desarrollo inferior a los nuestros, pero cuya dirigencia supo entender el histórico mensaje de Albert Einstein, cuando, en los albores de la globalización y la sociedad del conocimiento, afirmó acertadamente que todos los nuevos imperios del mundo serían los imperios del conocimiento.

Los ejemplos de Corea del Sur y Singapur, entre otros países de reciente y exitoso desarrollo, ilustran esta afirmación. Corea del Sur, en apenas seis décadas, luego de configurarse como Estado independiente, emprendió un exitoso programa de desarrollo, con visión de economía abierta y de mercado y apalancado en una educación superior de excelencia y en un eficiente sistema de ciencia y tecnología, como estrategia para generar riqueza, fortalecer la sociedad y promover el ascenso social.

El país ha venido incrementando sostenidamente su presupuesto educativo y la inversión en un sistema de investigación y desarrollo que supera al conjunto de los países latinoamericanos y caribeños. Ya para 2003 la remuneración de un docente o investigador de máximo rango estaba cercano a US$7.000 al mes y el país, sólo en 2008, logró registrar más de 80 mil patentes, mientras que el país latinoamericano que más registró fue Brasil, con apenas 582. Varias de las universidades surcoreanas destacan entre las 200 más reconocidas, a nivel mundial. Este gran esfuerzo educativo y de investigación explica el porqué el país se ubica entre los 30 de mayor ingreso per cápita a nivel mundial, y ocupa el puesto doce entre los de mayor desarrollo humano.

Singapur es otro ejemplo relevante de como un sistema de educación de excelencia y un gran impulso a la ciencia y la tecnología son fundamentales para superar el subdesarrollo. La Universidad Nacional de Singapur ocupa la posición 31 en el ranking de las 200 más importantes del planeta y, mediante importantes facilidades para la investigación y desarrollo, se está promoviendo atraer a más de 2.000 científicos para impulsar el avance tecnológico. Este pequeño país del sudeste asiático logró pasar del tercero al primer mundo en apenas 4 décadas. En 1960 el ingreso per cápita de Singapur era de 395 dólares, muy inferior al de Venezuela de US$1.136; pero ya para 2009, este indicador para Singapur se había elevado a US$36.537, mientras que el de nuestro país, y a pesar de los altos ingresos petroleros, la cifra era de US$11.490.

Frente a las realidades descritas y el drama financiero de nuestras universidades, no hay dudas que con universidades pobres vamos en camino de sólo tener pobres universidades y, de seguir así, en contraste con los exitosos ejemplos referidos, estaríamos condenados al retraso. Por ello, no se puede permanecer indiferente ante la crisis universitaria y el empeño gubernamental de ahogarlas presupuestariamente, con lo cual, en el contexto de las nuevas realidades globales se nos está condenando a permanecer anclados en el subdesarrollo.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo.com.ve.

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