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Windows 8 y el caos de las nuevas épocas
Vie, 16/03/2012 - 12:11

Christopher Holloway

El nuevo iPad y la decepción de la tierra prometida
Christopher Holloway

Christopher Holloway es periodista de AETecno.com.

Era 1995 y la industria computacional era pequeñísima comparada a lo que tenemos en la actualidad. Los celulares eran lujo de pocos, existía sólo el concepto de las tablets, y la interfaz gráfica en un PC era algo que la mayoría recién estaba experimentando. En ese contexto apareció Windows 95, un sistema operativo que hizo despegar definitivamente a Microsoft como la compañía tecnológica más imperante del mundo, y que reformuló la forma en que interactuábamos con el PC. Una de las novedades más significativas que añadió Win95 fue un polémico botón conocido como "Inicio", que agrupaba y ordenaba las aplicaciones que habíamos instalado en el computador, además de las herramientas de configuración, los documentos y un sinfín de opciones que antes eran accesible sólo para usuarios muy avanzados.

Sorprendentemente, la recepción inicial con respecto a Windows 95 y su botón de inicio no fue buena, polemizándose con respecto a su utilidad y facilidad de uso durante varios meses. Pero el modelo triunfó, los usuarios aprendieron a utilizar el botón, Windows 95 se volvió un éxito de ventas ganando casi un monopolio sobre el mercado, y las características que allí surgieron están presentes incluso ahora en los sistemas operativos más avanzados.

Dicen que al final del tiempo, el comienzo y el final se tocan, y que en el entramado aparecen y desaparecen sus atributos de forma indistinguible, siendo la creación y la destrucción un espectáculo simultáneo. Un comienzo y un final fue la aparición de aquel botón Inicio, sus 17 años de evoluciones y las cinco versiones que lo usaron de estandarte. Un comienzo y un final es Windows 8, que lo elimina y reemplaza por la interfaz Metro, y que parece estar evidenciando que la era de los computadores personales ya terminó, y que estamos a punto de lanzarnos en una nueva bola de nieve de innovaciones.

Microsoft lanzó una versión de prueba de Windows 8 hace un par de semanas, permitiendo que sus usuarios instalaran (de forma gratuita, en este sitio) y criticaran su más reciente sistema operativo, un par de meses antes de lanzarlo oficialmente al mercado. Los lanzamientos de Windows usualmente tienen la capacidad de mover la tecnología de lugar (si es hacia adelante o hacia atrás, juzgue usted), gracias a la gran cantidad de computadores que se venden con el sistema operativo preinstalado, y la constante base de usuarios antiguos que muchas veces ni siquiera conocen la existencia de otros sistemas operativos. Windows 8 no parece ser la excepción, y los cambios que contiene podrán hacer que muchos lancen sus mouse por la ventana en desesperación, o que se entreguen dóciles a las nuevas características.

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Lo primero y más notorio de Windows 8 es que, apenas al ingresar, en lugar de encontrarnos con el usual escritorio, la barra de tareas, los íconos y el botón de inicio, vemos un montón de botones cuadrados de tamaño considerable, con aplicaciones ya conocidas como Internet Explorer, el panel de control, y otras nuevas como la Tienda de aplicaciones: esto constituye la interfaz Metro. Si antes había que ir al sitio del desarrollador para descargar una aplicación como Winamp, ahora todo debería estar integrado en la tienda de Microsoft a la que se puede acceder desde la misma interfaz, sin necesidad de escribir una dirección. La estética y funcionalidad de Metro es bastante agradable a primera vista, y se nota que refinando detalles, todo podría funcionar de maravilla... pero claro, hay un pero: todo esto aplica si estamos en un dispositivo con pantalla táctil, ya que el uso de un mouse y teclado para interactuar con Metro es un paseo entre la frustración y la incomodidad.

Muchas compañías están anunciando hace ya un año que estamos entrando en la era "post PC", donde la computación personal como la conocemos queda obsoleta y los grandes computadores y pesados notebook se convierten en adornos vintage. La nueva respuesta son los smartphones, las tablets, y todos esos dispositivos híbridos, a ratos abominables, que las compañías han sacado en su esfuerzo por llevarse una tajada. Windows 8 es el corolario de aquella historia, presentando una interfaz que sólo es funcional en un dispositivo móvil táctil (ni siquiera menciono aquí los PC de escritorio con pantalla táctil, porque no he conocido a nadie que trabaje cómodo con los dos brazos extendidos hacia la pantalla), y que quizás se sube demasiado precipitadamente al carro que Android y iOS vienen dominando por estos días.

Claro que siempre es posible apagar Metro, volver al escritorio normal y acostumbrarse a usar la nueva barra de Search como si fuera el antiguo y confiable botón de inicio. Pero en ese caso la experiencia aún sigue siendo más incómoda que utilizar Windows 7, y la curva de aprendizaje para sacarle todo el provecho es sin duda más larga y menos intuitiva que en las versiones anteriores.

Las evoluciones son lentas y las despedidas dolorosas, pero necesarias. Sin duda a muchos no les acomodará perder el botón de Inicio, y ni siquiera querrán ver la interfaz Metro; muchos pasarán los primeros meses despotricando con respecto a la poca preocupación que Windows tiene por sus usuarios menos versados en el arte de operar un computador, y quizás un buen resto termine por cambiarse a Apple y su amigable sistema, pero es necesario aceptar algo: Microsoft está atento al mercado e intenta llenar sus expectativas, no sólo mirando al presente sino a lo que vendrá. Tal y como el Inicio fue un mal necesario en su momento, la transición a las interfaces táctiles y la buena reunión de ellas con el mouse y el teclado pueden resultar incómodas y mal diseñadas, pero se puede apreciar en ellas el germen de lo que en un par de años más, probablemente, estemos operando como si lo hubiéramos hecho toda nuestra vida.