La crisis climática que enfrenta el planeta exige una acción urgente y decidida para reducir las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global. Según Naciones Unidas, las temperaturas mundiales han alcanzado máximos históricos, de hecho, el último Informe sobre la Brecha de Emisiones, arroja que el planeta nuevamente ha fracasado en su reducción para lograr el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C, el nivel seguro según el Acuerdo de París.
Por el contrario, las emisiones mundiales crecieron en un 1,2% entre 2021 y 2022 hasta situarse en 57,4 gigatoneladas de CO2 la mayor cantidad jamás registrada. Ello implica un riesgo creciente de que fenómenos meteorológicos extremos se produzcan con mayor frecuencia, se propaguen más rápidamente y sean más intensos, como las sequías, incendios, tormentas, deshielos, inundaciones y huracanes. Todo ello, poniendo en jaque la vida en la tierra.
Las grandes potencias, principales fuentes contaminantes, tienen la obligación moral y política de liderar la transición hacia una economía baja en carbono, basada en fuentes de energía renovables, eficiencia energética, transporte sostenible, protección de los bosques y océanos, flora y fauna. También deben apoyar a los países en desarrollo, que son los más vulnerables a los impactos del cambio climático, a través de la cooperación financiera y tecnológica. En definitiva, se requiere una transformación estructural que permita compatibilizar el desarrollo humano y el crecimiento económico con el respeto al medio ambiente.
Chile, está liderando esta materia y se ha comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030, considerando un crecimiento económico futuro que le permita implementar las medidas adecuadas para alcanzar este compromiso. Además, desde este rincón del mundo nos hemos comprometido a manejar sustentablemente y recuperar hectáreas de bosque, principalmente nativo, para la captura de toneladas de CO2. En esa línea, el país ha adoptado varias medidas para disminuir el impacto ambiental de su matriz energética, su transporte y su industria. El desarrollo de las energías renovables no convencionales, como la solar, la eólica y la geotérmica, se espera que alcance el 70% para el año 2050 y continúa incentivando la transición hacia fuentes de energía más limpias y eficientes como el hidrógeno verde.
A su vez, la promoción de la movilidad eléctrica, mediante la instalación de una red de cargadores públicos, la exención de impuestos a los vehículos eléctricos y la incorporación de buses eléctricos al transporte público, ha generado que Chile cuente con la mayor flota de buses eléctricos de Latinoamérica, convirtiéndose en protagonista a nivel mundial.
Como Pacto Global seguimos impulsando al mundo privado para que sea más sostenible y se entienda que existe “un desde”. No debemos claudicar, sino más bien insistir en implementar soluciones innovadoras, participativas y solidarias, que involucren a todos los actores sociales: gobiernos, empresas, organizaciones civiles y ciudadanos. Sólo así evitaremos la catástrofe y construir un futuro más justo y verde para las futuras generaciones. La decisión y acción urgente es ahora.