La búsqueda de la calidad de vida ha sido, es y será una constante. Cada vez valoramos más el tiempo en familia, con amigos, o disfrutar el poder llegar al hogar antes que oscurezca, en simple, aspirar a vivir mejor, pero también con dignidad laboral, esa que va más allá de los ingresos y el respeto por la jornada.

Y en buena hora, Chile, este 1° de mayo celebró un día del trabajo más amable y generoso, puesto que hace unos días, se aprobó y publicó la Ley que reduce la jornada laboral a 40 horas semanales, dicho dispositivo legal, habla de la rebaja de una jornada gradual, alcanzándose su plenitud en un plazo de cinco años. 

El referido instrumento legal permitirá que chilenas y chilenos tengan la posibilidad de trabajar cuatro días y descansar tres, es decir, la señora Juanita podría trabajar de lunes a jueves y disfrutar viernes, sábado y domingo. En cuanto a horas extras, contempla un máximo de cinco horas por semana.

Por cierto, que la referida ley contempla regímenes distintos con jornadas laborales extraordinarias, como aquellas vinculadas al sector minero, transporte, así como también a las trabajadoras del hogar. Deben notarse los mecanismos de corresponsabilidad, como las bandas horarias, que permiten un ingreso y salida diferenciada para que madres, padres y cuidadores de menores de 12 años puedan anticipar o retrasar el inicio y/o salida del trabajo.

Tras esta nueva ley, Chile queda a la par con la mayoría de los otros 38 países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), donde también está vigente la semana laboral de 40 horas. Las naciones con jornada laboral más baja son Holanda con 29 horas, Dinamarca 33 horas, Alemania y Suiza 35 y Suecia que tiene 30. 

Sin embargo, y junto con aplaudir la promulgación de la citada Ley, también deberá tenerse en cuenta la consideración del Banco Mundial, que señala, que, si bien tenemos en Chile, una reconocida trayectoria en el desarrollo, con un fuerte dinamismo económico, también debemos reconocer que el crecimiento se ha ido desacelerando, estancándose la productividad y el progreso en equidad, sumado a que el 30% de la población es económicamente vulnerable y la desigualdad de ingresos es elevada. 

Las cosas en su justa proporción.