Hace muchos años, en el Chile de los 90, uno de los personajes más gravitantes del debate público eran los macroeconomistas. Eran como los Jedi de la política económica, guardianes del equilibrio fiscal y gurús a los que se recurría para descifrar el futuro del país. Sus armas eran los modelos econométricos, y sus batallas, el control de la inflación, las reformas estructurales y el diseño de un Banco Central recién independiente. Los macroeconomistas ostentaron los grandes cargos: ministros de Hacienda y presidentes del Banco Central que definieron la hoja de ruta del desarrollo chileno.
Pero, como ocurre en toda buena saga, los protagonistas cambian. Con el tiempo, mientras la economía crecía y los indicadores macro se estabilizaban, el foco se desplazó hacia otro tipo de expertos: los microeconomistas. Durante las primeras décadas del nuevo milenio, cuando yo estudiaba en la Facultad de Economía, los rockstars del momento eran académicos que lideraban las discusiones sobre cómo mejorar la educación, optimizar el transporte público o fortalecer la libre competencia. Era la era del Transantiago, de las evaluaciones de impacto, y de los grandes debates sobre selección escolar y tómbolas.
Hoy, sin embargo, el péndulo ha oscilado nuevamente y pareciera que los “macroeconomistas contratacan”. Basta con hojear los diarios para encontrarlos hablando sobre inflación, desempleo y crecimiento económico. La economía ha dejado de fluir como antes, y con ello han regresado los debates sobre estabilidad fiscal y cómo recuperar el dinamismo perdido.
Al igual como en Star Wars los Jedis eran importantes para mantener la estabilidad, una macro equilibrada es prerequisito para la paz y el progreso de Chile. ¿Será este un retorno permanente de los macroeconomistas al centro del escenario o sólo un paréntesis? Cualquiera sea la respuesta, no podemos olvidar que a pesar de hoy verse relegados, los grandes problemas micro siguen estando.