Las interconexiones eléctricas en Latinoamérica representan una de las oportunidades más relevantes para mejorar la seguridad energética, optimizar costos y acelerar la transición hacia un modelo más sostenible en la región. Sin embargo, los avances han sido desiguales y la región aún enfrenta barreras técnicas, regulatorias y financieras que requieren soluciones concretas.
En términos de infraestructura, el Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central (SIEPAC) ha demostrado que compartir recursos puede generar eficiencia y estabilidad en el suministro. Sin embargo, en Sudamérica los avances han sido más lentos, en la actualidad, las principales interconexiones se encuentran entre los países del sur: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El proyecto de interconexión entre Colombia y Panamá, con una inversión estimada de 800 millones de dólares, es un paso importante para fortalecer la confiabilidad del sistema. Por otro lado, el Sistema de Interconexión Eléctrica Andina (SINEA) busca integrar a Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, pero aún enfrenta desafíos regulatorios y políticos.
Las cifras reflejan avances, pero también muestran el potencial aún no aprovechado. Según la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), los intercambios eléctricos en Sudamérica aumentaron un 28% en 2023, representando solo el 3.7% de la demanda total. Esto indica que todavía hay una gran capacidad para fortalecer el comercio eléctrico entre países, lo que permitiría un uso más eficiente de la generación renovable, reduciendo la dependencia de combustibles fósiles y las fluctuaciones en costos.
El principal obstáculo no es la falta de recursos o tecnología, sino la falta de una visión común de largo plazo. La integración eléctrica requiere acuerdos claros entre los países, marcos regulatorios compatibles y una mayor cooperación público-privada. Actualmente, las diferencias en normativas y estructuras de mercado dificultan el desarrollo de proyectos transfronterizo. Para avanzar, se necesita un esfuerzo coordinado que simplifique los procedimientos y genere incentivos atractivos para la inversión.
Más allá de los desafíos, las interconexiones eléctricas pueden desempeñar un papel estratégico en la transición energética de la región. Al permitir una mayor penetración de energías renovables, superar problemas de generación debido a sequias y una mejor gestión de la oferta y la demanda, reducir la necesidad de inversiones aisladas en generación térmica, mejorar la potencia de cortocircuito de los países y avanzar hacia un sistema más flexible y resiliente. En este sentido, Latinoamérica tiene la posibilidad de posicionarse como un referente en la integración energética, siempre que los países trabajen en una dirección compartida.
No es un proceso inmediato, pero con el compromiso adecuado, la interconexión eléctrica podría transformar el panorama energético regional. La clave está en generar confianza entre los actores involucrados, eliminar barreras innecesarias y priorizar el beneficio colectivo. Solo así será posible consolidar un sistema más eficiente, estable y preparado para las exigencias futuras.