La rapidez con que cambiamos nuestros teléfonos celulares, notebooks y cuanto dispositivo nuevo sale al mercado, está generando enormes cantidades de desechos electrónicos, los que están preocupando a los gobiernos de la región que lentamente crean marcos legales para exigir a los productores hacerse cargo del problema.
Una familia latinoamericana promedio posee en su hogar dos a tres televisores, uno a dos equipos de música, una lavadora, un refrigerador, un computador de escritorio, una impresora, un notebook, una cámara fotográfica digital y 4 a 5 teléfonos celulares. En el transcurso de cinco años, esta familia renovará a lo menos todos sus teléfonos móviles más de una vez, la mitad de sus televisores, su computador de escritorio, uno o dos notebooks y la vieja impresora quedará atrás tapada de polvo. Inevitablemente, esta familia habrá generado una cantidad importante de basura electrónica o residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), como se conocen hoy en día. Y, lo peor de esto, es que esta familia promedio no sabe dónde ni cómo deshacerse de toda esta basura electrónica.
“Los residuos en Latinoamérica crecen aceleradamente en función de las circunstancias económicas que hace que la gente cambie con rapidez los aparatos tecnológicos, ya sea por una facilidad de acceso (cuotas), como por las nuevas funcionalidades de estos dispositivos, que generan que el consumidor tenga una tasa de recambio más rápida. Hablamos de 1 a 2 años para un teléfono celular, 3 a 5 años para los computadores (personales o de escritorio), por lo que las empresas diseñan con una durabilidad menor. Actualmente, estamos ya en los tres kilos de basura electrónica al año por habitante en Latinoamérica”, dice Yanina Rullo, coordinadora de la campaña de basura electrónica de Greenpeace Argentina.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dice que al año se producen más de 50 millones de toneladas de RAEE en todo el mundo. En nuestra región, las estadísticas las encabeza Brasil con más de 360.000 toneladas, le sigue México, con 150.000 toneladas; y Argentina, con 100.000 toneladas, según dice la plataforma regional de Residuos Electrónicos de Latinoamérica y el Caribe (RELAC). Estos residuos tecnológicos se componen de computadoras, impresoras, celulares, televisores, refrigeradores y lavadoras, entre otros dispositivos de uso domiciliario.
La acumulación de esta gran cantidad de desechos tecnológicos en vertederos y basurales clandestinos, con el consiguiente daño ambiental que este genera, está siendo considerado lentamente por los gobiernos de la región, quienes poco a poco están incorporando en sus legislaciones medioambientales normativas tendientes a regular los RAEE, especialmente lo que tiene que ver con la responsabilidad del productor (la empresa) en el tratamiento y reutilización de estos desechos. Esto último se denomina responsabilidad extendida del productor.
“En Latinoamérica la mayor parte de los residuos electrónicos termina en vertederos o basurales abiertos, con un foco de contaminación de metales pesados muy grande; recordemos que casi todos estos productos tienen compuestos tóxicos en su interior, lo que implica que deben tener un tratamiento diferenciado, por eso que las legislaciones en marcha de la región apuntan a la responsabilidad extendida del productor, para que los residuos tengan una gestión específica y un tratamiento de reciclado”, dice la coordinadora de Greenpeace Argentina.
Según los cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), de los 2,5 millones de toneladas de plomo que se producen anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven para la fabricación de baterías que se utilizan en los automóviles, los teléfonos y computadoras portátiles.
“Los equipos generalmente contiene plomo, cadmio, beridio y niquel, que si son botados en lugares poco apropiados, contaminan el agua y la tierra por muchos años; entonces ahí hay un problema ecológico muy significativo, pues se generan cáncer y muchas enfermedades”, dice Fernando Nilo, fundador y CEO de la empresa chilena Recycla, que posee la planta de acopio y reciclaje más importante de la región.
Al no existir aún, en la mayoría de los países de Latinoamérica, normativas que regulen esta materia, el problema de quién se hace cargo resulta la clave en la gestión adecuada de los residuos. Colombia, Costa Rica y México (este último hace bastantes años) tienen legislaciones que se basan en que el productor tiene que hacerse cargo para que la reutilización suceda y para que estos residuos tengan un tratamiento adecuado, explica Uca Silva encargada de la plataforma regional RELAC, que cuenta con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá.
Este organismo de cooperación regional público-privado elaboró un documento titulado “Lineamiento de la Gestión Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos – RAEE en Latinoamérica”, el cual destaca, además de la universalidad del principio de responsabilidad extendida del producto, la necesidad de que las legislaciones nacionales hagan una clara diferenciación entre los residuos electrónicos de los residuos domiciliarios comunes, así como de los residuos peligrosos. Esto resulta muy importante al momento de planificar y ejecutar acciones medioambientales, como recolección y acopio, así como el aprovechamiento en la reutilización de equipos para fines de inclusión digital y social y la re-generacion de materias primas para la industria.
“Existe ya toda una sensibilidad del productor sobre este tema, en Europa desde hace años que ya existen leyes y decretos que los productores cumplen, en Latinoamérica está pendiente aún que se hagan cargo de los residuos, pero están en camino”, dice la ejecutiva del RELAC. El documento que elaboró el organismo es muy alentador, explica Uca Silva, porque allí empresas, gobiernos y organizaciones ecologistas están llegando a acuerdos en materias importantes, como quién se hace cargo de los equipos clonados (computadores armados sin marca propia), que configuran gran parte de los residuos y que hasta ahora representa uno de los problemas más delicados, puesto que si bien algunas empresas cuentan con programas de reutilización, lo hacen exclusivamente con sus propias marcas. “Sin embargo, se avanza lento, porque la mayoría de la gente no sabe qué hacer con sus residuos electrónicos”, dice la experta.
Negocio versus medioambiente. Existen dudas sobre si el reciclaje de RAEE puede llegar a ser una actividad comercial lucrativa. Si bien estos productos contienen materias primas valiosas, en especial metales preciosos como oro, plata, platino, cobre y otros, pareciera ser que la poca cantidad de estos no permitiría una actividad comercial óptima. “Los metales preciosos al interior de estos aparatos son un mito, porque la cantidad que existe en su interior es ínfima, las cantidades son marginales; cuando nosotros recuperamos los metales, los metales preciosos son una fracción marginal.” dice el fundador de Recycla.
Ahora bien, este nuevo nicho del negocio del reciclaje y reutilzación de la basura electrónica, la “minería urbana”, como algunos la denominan, está recién llamando la atención de empresas regionales que han visto en esta singular y abundante basura, una posibilidad de rentabilidad social, puesto que la labor realizada tiene la connotación de “verde”, y hoy en día lo “verde” y sustentable, genera confianzas.
El próximo 1 y 2 de julio en la ciudad mexicana de Culiacán, se realizará una “reciclón”. Para el que pensó en alguna catástrofe o fenómeno natural relacionadoes necesario aclara que está equivocado, pues reciclón es el método utilizado por la empresa mexicana REMSA para motivar a la población para que vaya en masa a entregar todos los aparatos electrónicos que ya son un estorbo en casa. En los reciclones, que recorren gran parte del territorio mexicano, las personas entregan sus computadores, teléfonos celulares, proyectores, reproductotres de DVD y consolas de video juegos, entre otros dispositivos electrónicos.
Esta empresa, una de las más reconocidas en la región centroamericana, cuenta con decenas de puntos de acopio (puntos verdes) y posee una desarrollada área de educación ambiental con su “escuadrón verde”. Según datos entregados por REMSA, México produce 411 toneladas diarias de estos residuos, los que suman al año 150 mil toneladas.
“Nuestros residuos electrónicos los trabajamos junto a Recycla, ellos descomponen cada equipo que les enviamos y eso se recicla por materiales (plástico, vidrio, metal); enviamos alrededor de 20 a 25 toneladas al año y solamente trabajamos con nuestra marca Olidata. Años atras, recibíamos equipos de la comunidad, pero generaba mucho volumen e implicaba costos. El reciclaje para nosotros no es absolutamente rentable pero es necesario, porque tenemos una política de cuidado del medio ambiente y tenemos que responder a eso, son politicas de la compañía”, dice un ingeniero de la firma chilena armadora de computadores Olidata.
Al igual que el caso de Olidata, en Latinoamérica las compañías productoras de dispositivos electrónicos (computadores en su mayoría) cuentan con políticas corporativas mediombientales, que las han impulsado a generar incipientes planes de reciclaje de sus productos. Tal es el caso de Planet Partners de HP, que consiste en la entrega de los usuarios de sus cartuchos de impresoras HP, para que sean reciclados de manera ambientalmente correcta. Epson realiza algo similar con sus impresoras, agregando planes para la reducción de hasta 90% de CO2 del ciclo de vida de los productos, así como su reciclaje y reutilización. SONY posee el plan Proyecto Ambiente en Colombia, que dispone en los locales de la compañía módulos para que sus clientes entreguen los dispositivos de la marca que ya no usen. Las cifras y datos comerciales sobre estas estrategias no son de carácter público.
“Para el reciclaje de residuos electrónicos, IBM primero hace una revisión del equipamiento que es dado de baja, donde personal técnico especializado revisa y califica aquellas piezas y partes que se encuentran dentro de su vida útil, la cuales se envían a plantas de IBM para su reutilización. Para aquellas partes que sí terminan su vida útil, IBM está en alianza con la empresa Recycla Chile, quienes toman todos los componentes y piezas de equipamiento que es dado de baja para su reciclaje”, dice Paulo Baytelman, gerente de Infraestructura de IBM Chile.
Si bien la práctica del reciclaje y reutilización de estas compañias transnacionales son positivas, sólo responden a las políticas medioambientales que en los países industrializados existen hace años y que se centran en el principio de la responsabilidad extendida del productor. Al parecer, la traba está aquí, puesto que las empresas sólo se hacen cargo de sus propias marcas, mientras que la gran mayoría de los desechos electrónicos son precisamente de los llamados “clonados”.
“No lo vemos como un negocio para ganar dinero, de hecho tiene un costo para nuestra compañía, pero lo hacemos para cumplir con los estándares de cuidado medioambiental que se ha fijado IBM para ser un ejemplo en la industria en cuanto a operación amigable con el medio ambiente”, dice el ejecutivo de IBM.
La actual exigencia en que se está centrando el debate y la ley (la responsabilidad extendida del productor), puede ser un factor de inflexión en la región, que genere competencia entre las empresas productoras en cómo entregar la mejor solución verde, conllevando el surgimiento de innovación, tanto en planes de negocios, logística de recolección y estrategias para alargar la vida de estos dispositivos sin alterar el medioambiente.
“Colombia y Brasil ya tienen legislaciones de la responsabilidad extendida del productor, estos temas son como el tema del medioambiente, siempre quedan en segunda mano, no es el foco de preocupación todavía lamentablemente de los gobiernos, falta la voluntad política”, dice Nilo.
Europa tiene una norma desde el año 2003 que responsabiliza a los fabricantes para hacerse cargo de la gestión de los residuos electrónicos, además de la prohibición de utilizar ciertas sustancias tóxicas, por lo tanto, todos los productos que hoy se comercializan en la Comunidad Europea son libres de determinados compuestos tóxicos. La Waste Electrical and Electronic Equipment (WEEE), es una ley en vigor desde el 13 de agosto del 2005 en todo el ámbito de la Unión Europea, que busca promover el reciclaje, la reutilización y la recuperación de los residuos de estos equipos para reducir su contaminación.
“Esta actividad va a ser rentable en la medida que exista un marco normativo, porque ahora se puede botar a la basura lo que se te ocurra, entonces en la medida que los gobiernos generan políticas, las empresas se preocuparán de esto, lo que puede incluso producir que el ciclo de vida de los productos sea mayor, puesto que si las marcas se preocupan de tener productos verdes, de alguna manera las marcas que lo incorporen podrán acceder a mejores mercados”, dice Alejandro Barros. consultor en temáticas de políticas públicas de desarrollo digital en la región.
Reciclar el producto electrónico evita el gasto de recursos que se pueden generar en la primera fase extractiva para la producción de dicho producto electrónico; por ejemplo, el Litio, metal con el que la mayoría de las baterías están compuestas. Al generarse el reciclaje se evitaría la extracción minera a gran escala de este material y se produciría un ahorro de emisiones (huella de carbono). “Estamos midiendo la huella de carbono, y vamos a compensar en la Patagonia. Mides cuántas toneladas de CO2 emite tu actividad y después se mitiga en otro lugar”, dice el CEO de Recycla.
Inversión a futuro. El mercado y los fabricantes de los dispositivos electrónicos de alta gama, como teléfonos celulares inteligentes, tablets electrónicas y computadores portátiles cada vez más potentes, que día tras día secuden a los consumidores latinoamericanos, deberán tomarse muy en serio la gestión mediambiental cuando la vida útil de aquel producto llegue a su fin, pues las legislaciones, lentas en la mayoría del continente, marcan una tendencia universal y aceptada sobre la responsabilidad de las empresas en este problema. “En nuestra experiencia, cualquier empresa que tenga voluntad de cuidar el medio ambiente puede hacerlo, sin importar su tamaño”, dice Paulo Baytelman.
El nicho que se abre, tanto para emprendedores del reciclaje como para los productores de electrónicos, es grande; pero se requiere voluntad medioambiental, innovaciones tecnológicas y de gestión y mucha asociatividad con gobiernos locales y organizaciones comunitarias. El CEO de Recycla dice que con una buena gestión ambiental de las empresas, las condiciones mejorar para todos: “¿quién gana con esto? Primero, el medio ambiente; luego, el país porque genera una nueva actividad; y también ganan las marcas, porque el tema del reciclaje es una actividad ícono de la sustentabilidad. ¿Quién pierde en este negocio? Claramente las marcas que no se preocupan de este problema, porque están matando la gallina de los huevos de oro”.