El agujero negro observado por el equipo está a 26.000 años luz de la Tierra y tiene una masa 4 millones de veces superior a la del Sol.
Un equipo de científicos internacionales que observaba una estrella en la Vía Láctea confirmó por vez primera las predicciones de Albert Einstein sobre lo que ocurre al movimiento de una estrella que pasa cerca de un agujero negro supermasivo.
La teoría general de la relatividad de Einstein, que tiene ya 100 años de vigencia, predijo que la luz de las estrellas se estiraría a longitudes de onda más largas afectadas por el campo gravitacional extremo de un agujero negro. Además, la estrella se volvería roja, un efecto conocido como “corrimiento al rojo gravitacional”.
“Fue la primera vez que pudimos comprobar directamente la teoría general de la relatividad de Einstein cerca de un agujero negro supermasivo”, dijo a los periodistas Frank Eisenhauer, astrónomo del Max Planck Institute for Extraterrestrial Physics. “En tiempos de Einstein, no pudo pensar o soñar con lo que estamos mostrando hoy”.
Un equipo de científicos del Observatorio Austral Europeo empezó a monitorear hace 26 años el área central de la Vía Láctea usando su telescopio de largo alcance (VLT, por su sigla en inglés) para observar el movimiento de las estrellas cerca de un agujero negro supermasivo.
El agujero negro está a 26.000 años luz de la Tierra y tiene una masa 4 millones de veces superior a la del Sol.
Los científicos seleccionaron la estrella S2 para hacerle un seguimiento. Con una órbita de 16 años, sabían que volvería a acercarse al agujero negro en 2018.
Durante 20 años, la precisión de sus instrumentos ha mejorado, así que en mayo de 2018 pudieron hacer mediciones extremadamente precisas junto a científicos de todo el mundo, que demostraron que la velocidad orbital de la estrella aumenta en más de 25 millones de kilómetros por hora cuando se acercaba al agujero negro.
La longitud de onda de la estrella se alargó mientras intentaba escapar de la atracción gravitacional del agujero negro supermasivo, cambiando su apariencia de azul a rojo, según Odele Straub, del Observatorio de París.