Según el fundador de la organización sin fines de lucro que combate la pobreza y desigualdad a través de la tecnología, las entidades sociales también deben transformarse digitalmente para cumplir con sus principales stakeholders: los donantes, el gobierno y los propios beneficiarios.
En 1995, el Comité para la Democratización de la Informática (CDI) partió distribuyendo computadores reacondicionadas en las favelas de Río de Janeiro, Brasil, y formando escuelas de informática en poblaciones para capacitar a sus habitantes. Hoy, esta organización sin fines de lucro tiene presencia en siete países con la misión democratizar la tecnología y “nivelar la cancha” para generar mayor equidad social.
“Hoy día, con más celulares que chilenos, el acceso de las personas a la tecnología cambió y, en consecuencia, el foco de CDI también cambió. En el último tiempo hemos estado más centrados en desarrollar proyectos de uso de tecnología”, aclara el fundador de CDI Chile, Eugenio Vergara, a AméricaEconomía.
Para acompañar la transformación digital de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y emprendimientos con impacto social, CDI Chile anunció el primer Festival de Innovación y Tecnología Social independiente (FITSi), donde se explorarán diversas herramientas digitales que facilitan y potencian a estas entidades en el desafío de construir una mejor sociedad. En ese evento, CDI Chile también estará lanzando TechSoup Chile, la rama nacional de la ONG estadounidense TechSoup, que lleva más de 30 años como puente entre las big techs y las ONG. A través de este organismo, las organizaciones podrán acceder a herramientas, licencias de softwares y capacitaciones que entregan las grandes compañías tecnológicas de forma gratuita o a un precio muy reducido.
-¿Cuál es la situación de la transformación digital de las ONG y cuáles son las herramientas fundamentales para que puedan dar el salto tecnológico?
-Hubo organizaciones que, por no conocer TechSoup, hicieron inversiones importantes en tecnología, lo que habla de esfuerzo y compromiso para avanzar en la transformación digital. Pero la verdad es que todavía estamos en una etapa inicial, porque nos ha tocado ver a muchas ONG de gran tamaño, pero que en el área de TI solo tienen a una persona haciendo muchísimo.
Una de las herramientas que las ONG pueden aprovechar es la nube, que permite un espacio de colaboración, de articulación, para hacer procesos más eficientes y con ahorro de costos. También sirve para disminuir el traslado, algo que en todo trabajo social quema mucho tiempo, porque hacer una reunión en un centro comunitario que casi siempre está en las periferias… el 80% de esas reuniones pueden ser videollamadas.
El otro espacio importante está en el manejo de los datos. Las ONG manejamos mucha información valiosa y crítica, y creo que el caso del Sename (Servicio Nacional de Menores de Chile) ha reflejado lo vital que es un buen manejo de la información, ya que ha sido blanco de críticas por la poca transparencia de sus procesos y el cuidado de los niños.
Todavía hay bastante que hacer también en el mundo del marketing digital y aprovechar el potencial de las redes sociales. Es un espacio fantástico para generar visibilidad y llegar no solo a posibles donantes voluntarios, sino también a los beneficiarios. Las organizaciones sociales que trabajan con los jóvenes ya no tienen que ir a buscarlos al municipio o puerta a puerta, sino que a través de las redes.
Y, quizás la última herramienta, sería el e-learning. Más de un 70% de las organizaciones realizamos capacitaciones, pero en general son presenciales. Entonces, también hay una oportunidad de crecimiento en la capacitación online.
-Me imagino que con más de 20 años en la CDI ha visto que vienen nuevos jóvenes, nuevas ONG con iniciativas más digitales.
-Sí. Lo hemos visto y es maravilloso. Hoy día, los emprendimientos y las startups llegan con al menos un propósito de enfrentar un problema social. Algunos se han configurado legalmente como ONG sin fines de lucro, otros como empresas B, y otros simplemente como una startup, pero que busca resolver una temática social.
Por ejemplo, tenemos contacto con muchos emprendimientos que buscan fortalecer la educación pública. Por un lado, hay programas dirigidos a la formación de educadores, para que estos puedan trabajar de mejor forma con las tecnologías; y, por otro, hay startups que han creado aplicaciones prácticas para que los alumnos puedan aprender con mayor facilidad. Entonces, efectivamente, hay una nueva generación que vienen con el chip de la transformación digital y eso es maravilloso.
-¿Cuáles son los indicadores que manejan las ONG y cómo podrían mejorar con las nuevas tecnologías?
-Excelente punto. Creo que el tema de los indicadores es un área en que la tecnología nos puede ayudar.
Para desmitificar, quiero recalcar que hay un control super exhaustivo de las ONG sin fines de lucro, que van más allá de las otras industrias. Tenemos que reportar a los distintos entes que regulan a las fundaciones, como el Ministerio de Justicia y el Servicio de Impuestos Internos, y necesitamos que todas las cuentas estén en orden, porque si no, no nos renuevan la vigencia. Además, estamos permanentemente sujetos al escrutinio público y es increíble la cantidad de métricas y respaldos que hay para acreditar que los proyectos se hicieron. Entonces, acá hay un espacio para que seamos más eficientes y tener plataformas más amigables y transparentes.
En el FITSi vamos a lanzar el "sello social responsable" de Brillar. Es una app que valida cuán responsable y ético es una ONG con sus principales stakeholders: los trabajadores, donantes, el gobierno y los beneficiarios. Entonces, son las personas, no un ente certificador externo los que califican a la ONG. Esto se puede aplicar para todo tipo de empresas, más allá de las sin fines de lucro.
-¿Cuáles son las principales dificultades para una ONG para transformarse digitalmente? ¿Cultura, falta de conocimiento o talento, dinero...?
-¡Partamos por lo último! Sin duda, hay un tema de recursos. En verdad, cuesta muchísimo tener una persona de TI dedicada a desarrollar o implementar una plataforma. Por otro lado, las ONG no tenemos tanto conocimiento sobre cómo la transformación digital puede impactar profundamente en nuestra sustentabilidad, en la gestión y los servicios que entregamos. También hay un factor cultural: hay muchas organizaciones que son lideradas por personas que vienen del área más social y no tan millennials. Entonces, quizás por el área de la que nosotros venimos y la edad, no son los facilitadores de una transformación digital. Pero la tecnología está cada vez más disponible. Es el momento en que nuestras organizaciones avancemos un paso y aprovechemos estas oportunidades.
-¿Hay alguna dificultad chilena que dificulte a las ONG, en comparación a lo que sucede en otros países?
-Somos parte de una red llamada Innovación para El Cambio, que reúne un número muy importante de organizaciones de la sociedad civil del hemisferio sur. En comparación a las ONG de la región latinoamericana, y para qué decir de otros continentes, Chile tiene elementos súper destacables y una plataforma de oportunidades mucho mayor.
En temas más críticos y detectados por Innovación para el Cambio, existe lo que se llama "espacios habilitantes". Es decir, que existan condiciones mínimas para que las organizaciones de la sociedad civil puedan existir y desarrollar su misión. Esta es una de las grandes preocupaciones de las ONG en la región y en el hemisferio sur, pero en Chile estamos diez pasos adelante de eso. Entonces, tenemos una responsabilidad enorme de conectarnos mejor con estas oportunidades, ya que nuestra preocupación no es existir, sino mejorar cómo existimos.
Por ejemplo, nosotros hemos trabajado en un modelo win-win articulado entre el Estado y las ONG, aprovechando la franquicia de capacitación SENCE que tenemos en el país. Somos uno de los pocos países que motiva a las empresas a capacitar no solo a sus trabajadores, sino a personas que no son sus colaboradores directos también. Hemos logrado proyectos importantes con Microsoft, Walmart, Telefónica y Salcobrand, para empoderar a los distintos públicos digitalmente y mejorar su condición de empleabilidad.
-La escuela de negocios Esade y PwC dijeron que menos del 8% de las ONG tienen una estrategia de transformación digital. ¿Cómo debería ser la estrategia de la transformación digital de las ONG y cuál es el rol de las grandes empresas en ese cambio?
-La transformación digital debiéramos abordarla desde nuestros dolores, como todas las instituciones y empresas. Porque las ONG siempre atendemos una problemática social que afecta a personas o ambientes.
Tenemos un caso maravilloso de la Fundación Don Bosco, que trabaja con niños en situación de calle y su mayor dolor era tener un buen mapeo de los niños. El mapeo no es solamente en qué caleta durmió el niño o en qué barrio circula, sino también con quién se está juntando, cuándo fue la última vez que estuvo en la casa de algún familiar, qué comió o cuándo fue su última crisis médica. Todo ese mapeo de los niños en situación de calle es vital que esté en la nube y esté compartido por todas las organizaciones que atienden a los niños. Entonces, su director, que es un trabajador social, se metió a programar con ayuda de Microsoft y otros voluntarios, y hoy día tienen una app. Esa información hubiera servido mucho menos si estuviera en una carpeta física. Los niños se cambian de caleta, de repente llegan al otro lado de la ciudad y, si los agarra un educador de calle y sus datos no están en la carpeta, este ni va a saber el nombre del niño.
Asimismo, el rol que las big tech pueden tener en esto es como el de Microsoft: articular. Las grandes empresas de tecnología tienen una gran facilidad de articular que, en este caso, fue sumar voluntarios de Microsoft, pero también voluntarios de otras empresas de tecnología que ayudaron a la Fundación Don Bosco y a 25 otras organizaciones. El principal rol es ayudarnos a disponibilizar el acceso a la tecnología, y después quizás ayudarnos a unirnos con los mejores partners para generar la mejor estrategia.