Latam Investment Group, el holding dedicado a la inversión y desarrollo de la pequeña y mediana minería lanzará este diciembre su portal digital de inversión que permitirá financiar proyectos mineros desde US$ 1.000.
Según S&P Global, América Latina fue el destino preferido de la inversión global para la exploración minera en 2019, llevándose US$ 2.620 millones de capital internacional inyectado en la industria y superando a Australia (US$ 1.530 millones). Pese a la situación, el socio director de Latam Investment Group (LIG), Mauricio Mora, comenta que solamente el 5% de los pequeños y medianos mineros están operando actualmente.
“Los mineros necesitan capital para comenzar a operar, por lo que creamos un sistema de inversión que permite democratizar la inversión en la pequeña minería”, dice Mora, quien fundó LIG en febrero de 2019 con el objetivo de desarrollar la pequeña y mediana minería de América Latina quienes, según Mora representan el 90% de los mineros de la región.
LIG está presente en ocho países de la región y actualmente busca entregar un servicio de punta a punta a los mineros para que sus proyectos puedan ser rentabilizados, con apoyo desde el control del proceso de extracción, procesamiento, hasta la generación de valor agregado. Por otra parte, la compañía también levanta capital de inversionistas privados para invertir en esta industria y lanzará en diciembre de 2020 una plataforma de inversión online que permitirá a los financistas individuales invertir desde US$ 1.000 en distintos proyectos del portafolio.
La ambición de Mora va más allá de fomentar la industria de la pequeña y mediana minería: busca crear una nueva industria que se alimente de los productos mineros nacionales. Es decir, en vez de solo ayudar al pequeño y mediano minero a vender su material en bruto, el ingeniero quiere que éstos participen en la sofisticación de los materiales y que sean utilizados en una industria latinoamericana de tecnología avanzada. Pese a la aspiración, el ingeniero admite que es un proyecto difícil en alcanzar.
“Si bien tenemos una tecnología demostrada, como una metodología para crear nanografenos, no sacamos nada con producirlos si no hay una industria que la utilice. Debemos seguir desarrollando otras tecnologías asociadas hasta tener una industria que la consuma, pero eso hoy no lo tenemos y es algo que tomará años”, comenta.
- ¿Cuál es la realidad de la pequeña y mediana minería en la región?
- La pequeña minería se define por tener una capacidad de extracción de una determinada cantidad de toneladas. Por ejemplo, en Chile, la pequeña minería es hasta 5 mil toneladas mensuales de procesamiento, mientras en la mayoría de los países de Latinoamérica el monto sube hasta 10 mil toneladas. En este contexto, la pequeña minería, tal como los pymes, es el mayor subsegmento en el mundo de los mineros. Si el 80% de las empresas en América Latina son pymes, acá más del 90% de los mineras son pequeñas.
Pero de esos 90%, aproximadamente el 95% no está trabajando por falta de recursos económicos, tecnología, mercado o conocimiento. Supuestamente la pequeña minería debería obtener apoyo estatal, pero no existe en ningún país latinoamericano, salvo Chile y Ecuador. Y, aunque haya, tampoco significa que funciona bien.
Por ejemplo, el apoyo en Chile se basa básicamente en que te compran el mineral. La institución llamada Empresa Nacional de Minería (ENAMI) que está obligada a comprar todo el mineral de los pequeños mineros, con unas otras líneas de subvención. Entonces, el minero tiene que extraer el material y llevarlo hasta una sede de ENAMI, pero ésta no está presente en todas las ciudades. Hace diez a quince años atrás, había una en cada ciudad, en el que todos los pequeños mineros podían acceder convenientemente, pero el gobierno comenzó a asignarle menor cantidad de recursos y las sedes se fueron achicando o cerrando.
Entonces, una de nuestras misiones es hacernos cargo del proceso completo y no solo llevarlo hasta una sede de ENAMI, por ejemplo. Buscamos crear una planta para procesar en la misma minera, a través de tecnologías propias de LIG u otras tecnologías mejores, dependiendo de la necesidad.
- ¿Por qué no hay inversión en la pequeña y mediana minería si, como tú dices, representa más del 90% de la minería en la región?
- Porque es muy riesgoso y es un negocio es muy difícil para alguien que no es experto, incluso para el pequeño minero que tiene muchos años de experiencia, pero que no necesariamente es experto en todas las áreas que involucra. Si el empresario no tiene la claridad de todos los procesos, desde tener conocimiento del recurso minero, realizar la evaluación de la mina, desarrollar la tecnología para la planta, hasta su comercialización, es riesgoso y extremadamente caro. Entonces, se requiere a un organismo, como LIG, que se haga cargo de todos los procesos.
- Y por eso ustedes desarrollan el fondo de inversión. ¿Cómo funciona el fondo?
- Hasta la fecha, todas las inversiones se canalizan directamente a través de LIG con fondos de inversionistas privados, que son nuestros socios. Con eso, durante dos años pudimos montar una base de proyectos para tener faenas funcionando y otras con plantas construyéndose. Hoy son 15 proyectos en distintos países de América Latina.
Ahora, hemos creado un portal de inversión que estaría lista a finales de este año y que funcione de forma autónoma.
- ¿Me explicas más el portal? Según ustedes, cualquiera con más de mil dólares puede comenzar a invertir en los proyectos mineros.
- Afirmativo. En primer lugar, existen distintas líneas de inversión. Las inversiones de hasta US$ 500 mil están garantizados por la empresa y, por otro lado, los que buscan una rentabilidad mayor pueden invertir sobre los US$ 500 mil y tener la opción de ser socio dueño del proyecto, con responsabilidades asociadas, como de administración.
Tenemos distintos tipos de inversión también para los pequeños financistas. Una forma es invertir con una renta fija, pero primero debe pasar por un proceso de selección y luego esperar hasta que el fondo mínimo esté suplido para recién comenzar a recibir su renta. La otra opción es, si el total del proyecto se financia con pequeños inversionistas, se les propone tener un control del proyecto y pasar a ser un único gran financista, ser el dueño de una pequeña mina, pero con un pequeño monto de inversión. Esta última opción depende un poco de la velocidad y de la visibilidad que puede llegar a tener LIG y el portal de inversión minera.
Para eso tenemos un grupo de informáticos y un equipo administrativo del mismo portal que están desarrollando tokens, que son monedas digitales que son utilizados dentro del mismo portal. Así, los inversionistas pueden comprar o vender su cuota fácilmente sin tener que involucrar cuentas bancarias.
- ¿Hay un modelo parecido en el mundo?
- Para la pequeña minería no, aunque sí para productos de carácter tecnológico. Existen distintos tipos de fondos de inversión para levantar capital, pero en la pequeña minería nunca hubo financiamiento por las muchas barreras de entrada. En el fondo, también está la barrera cultural, que involucra también al pequeño minero, algo que hemos superado como LIG, ya que la marca es reconocida por los mineros y porque estamos en todos los países de América Latina.
- Es interesante que hayas comparado con un Venture Capital, que invierten en startups digitales, que son empresas que tienen barreras de entradas menores, pero que prometen retornos masivos en casos de éxito. ¿Cómo ustedes garantizan el retorno a los inversionistas?
- La garantía es que hoy estamos en el mercado, tenemos la claridad de los precios, sabemos cuánto vale cada proyecto, cuánto va a ser cada venta y cuánto va a durar. Por otro lado, tenemos una metodología para poder lograr el máximo de retorno en la pequeña minería.
Te explico. Hoy, la pequeña minería es como un arte ya que, sin haber hecho ingeniería y con el mínimo de recurso, el minero extrae el material, lo que es una gran barrera de entrada para cualquier inversionista. Todos piensan que para minimizar los riesgos deben tener el 100% de las reservas probadas, con los 20 o 30 años aprobados. Es lógico, ya que el riesgo es muy grande si no se invierte en los sondajes para ver cuánto mineral hay a cuántos metros.
Pero cuando las plantas las fabricamos nosotros mismos, el proyecto es pequeño, tiene pocos años de extracción y el capital que debe invertirse no es tan alto, no es necesario hacer el sondeo completo y tener aprobado los 20 años. Además, a la medida que el proyecto avanza, podemos seguir demostrando que el proyecto puede durar más tiempo. Al final, es una metodología inversa que, en vez de invertir todos los recursos para realizar un sondaje, costoso e imposible para el pequeño minero, vas de a poco. Así, tienes una planta más barata, con garantía de que estará funcionando por dos o tres años y, a medida que va desarrollándose, puede demostrar más recursos.
En el caso de minería mediana, en el que se extraen 30 a 50 mil toneladas mensuales, ahí sí es fundamental hacer una demostración y sí se requiere sondaje. Por lo general, en este tipo de proyectos, el minero es el socio inversor, quien toma el riesgo e invierte en el sondaje previo. Contamos con tres mineros en esa categoría.
- Una de las críticas en la minería latinoamericana es que es una industria basada solamente en la extracción sin un valor agregado. ¿Cómo ustedes buscan agregarle mayor valor a la minería?
- En cada mina existen distintos tipos de metales y un desafío es lograr separar los distintos metales a través de la tecnología. Sabemos que cada metal tiene una propiedad diferente, como la propiedad sanitizante del cobre. Entonces, tenemos alrededor de 12 productos de valor agregado, basado en nanomateriales. Por ejemplo, tenemos tecnología propia que es capaz de agregar cobre en pintura, alcohol gel o papel, pero también utilizar el cobre como semiconductor para poder utilizarlo en una batería.
Pero el problema, es que no es fácil vender un producto depurado que no sea en bruto. Si tú como nación desarrollador de industria y tecnología no lo consumes, nadie lo va a comprar. Un país desarrollado prefiere comprar el mineral en bruto, hacer su propio nanomaterial e inyectarlo en sus propios mercados e industrias.
¿Qué pasa acá? Nunca hubo una planificación estatal para incentivar el uso de los metales nacionales para la generación de una industria, sino que la única política para el pequeño minero fue comprarle el material. No existe una política que arme un desarrollo de valor agregado en base de un metal.
Entonces, lo que nosotros estamos haciendo es generar esa política de desarrollo industrial basada en minería con valor agregado, pero de forma privada. Básicamente, realizamos una inversión, generamos distintos proyectos industriales y, de esta forma, buscamos desarrollar un nicho industrial.
- ¿Tienen planeado colocar estos propios desarrollos en su portal de inversiones?
- Claro. Partiendo por los proyectos que puedan ser consumidos en el mercado local, como los sanitizantes o pinturas. Pero una planta de nanografeno, si bien tenemos una tecnología demostrada, no sacamos nada con producirla si no tenemos una industria que la consuma. Para eso debemos seguir desarrollando las otras tecnologías asociadas para poder ver en cuánto tiempo vamos a ser capaces de tener una industria que utilice el nanografeno y de ahí ofrecerla a los inversionistas. Eso hoy no lo tenemos determinados y va a tomar años.
En este aspecto, tenemos como misión dos componentes muy importantes. En primer lugar, buscamos terminar con la obsolescencia programada. Queremos crear una industria basada en producción propia de valor agregado, que piense en el medio ambiente y que, finalmente, sean durables y con visión a largo plazo. De esta manera, garantizas productos de calidad y generas un impacto positivo no solo en el cliente, sino también en tu país.
Por otra parte, te quiero enfatizar la democratización de la inversión en la pequeña y mediana minería que implica este proyecto. Cuando las personas comprendan que existe un modelo de desarrollo detrás de este proyecto, tendrán la opción de comenzar a invertir en algo en el que pueden ser dueños y que les da utilidad mensual a través de una inversión de solo US$ 1.000.