El país se posiciona en el sexto lugar con la mayor cantidad de NiNiS, según la OCDE.
El psicólogo argentino Alejandro Schujman identificó a comienzos de esta década a un estrato completo de jóvenes, entre 14 y 29 años, que no estudian ni trabajan, que no tienen proyectos, ni definiciones respecto de su vida y a los que llamó Generación NiNi. Esta personalidad que dificulta el acceso al mundo adulto de los que "ni trabajan ni estudian" se caracteriza por no hacer de la adolescencia un periodo de elecciones vocacionales y laborales además de no ofrecer otros miedos propios de la juventud.
"Los jóvenes generan diversas estrategias que les permiten asumir un rol apropiado a la sociedad en que viven. Sin embargo, existe un grupo de adolescentes que frente a este escenario enfrentan dificultades complejas de resolver", dice la académica de la Escuela de Trabajo Social y del Magister Familia, Infancia y Adolescencia de la Universidad del Pacífico, Susana Arancibia.
El reciente informe "Panoramas de la Sociedad 2016", elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), posiciona a Chile en el sexto lugar con la mayor cantidad de NiNiS en el mundo, alcanzando un 19%, superado sólo por países como Turquía, Italia, Grecia, España y México. Es decir uno de cada cinco jóvenes chilenos ni estudian, ni trabajan.
Desde más cerca, la Encuesta Nacional de la Juventud aplicada el 2012, la población de jóvenes NiNi alcanza un 11%, porcentaje equivalente a casi 750 mil jóvenes, de los cuales el 87% corresponde a mujeres y sólo el 13% a varones. Arancibia plantea que en la actualidad se identifican cinco factores que llevan a conformar la generación NiNi.
El primero, claramente, son las familias y el entorno del joven. "Se constituye en el foco principal para evitar que la generación NiNi siga expandiéndose. Habitualmente, los jóvenes provienen de familias precarias a nivel socioeconómico y en el ámbito relacional, siendo reconocidas en ocasiones como familias multiproblemáticas, donde el ejercicio del rol parental en alguna de sus áreas ha sido deficiente", precisa.
Otro indicador determinante en la existencia de este fenómeno es la deserción escolar. "Parte importante de los adolescentes dejan tempranamente la escuela, habitualmente movidos por la necesidad de conseguir dinero a través del trabajo. Sin embargo, la falta de educación y de calificación especializada disminuye sustancialmente las posibilidades de conseguir tal objetivo, transformándose en un espiral que los entrampa, sin posibilidad de crear nuevas alternativas".
Tal situación afecta además la autoestima de los adolescentes, quienes terminan por asumir una conducta de inmovilidad y víctima, percepción que no logran superar. En tal sentido, "las escuelas tienen un rol fundamental en la motivación y retención de sus estudiantes al interior de las aulas", afirma la docente de la Universidad del Pacífico.
Un tercer factor es el desempleo o falta de oportunidades laborales. "La falta de calificación tempranamente se transforma en un escollo difícil de superar. El joven comienza a vivir el desempleo como un estado habitual y si bien en un primer momento existe la búsqueda de trabajo, prontamente aparece la desesperanza aprendida, pues desde su lógica no tiene sentido buscar empleo, cuyos requisitos hacen mención a determinados estudios o años de experiencia; criterios que no logra cumplir", puntualiza la experta en familia, infancia y adolescencia.
Por último, también existe una convicción. "Existe un grupo reducido en Chile, alrededor del 4% de jóvenes que provienen de familias acaudaladas, quienes perciben tener sus necesidades actuales y futuras satisfechas y resguardadas, motivo por el cual no se interesan, al menos en la etapa juvenil, por buscar una definición a sus vidas", explica la especialista.
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