La maduración de esta tecnología y la adquisición de ella por parte de agencias gubernamentales, obligan a plantearse preguntas en torno al uso que se le dará.
Por Pablo Bejerano para ThinkBig. La tecnología de reconocimiento facial cada vez suscita más consenso en un aspecto entre las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley. Y este punto no es otro que la necesidad de regulación.
El vicepresidente de políticas públicas de Amazon Web Services, Michael Punke, ha sido el último que ha dado voz a este sentir. Antes había sido Microsoft, de la mano de su chief legal officer, Brad Smith, quien se expresó a favor de sentar un marco normativo en el reconocimiento facial. Decía el gigante de Redmond que hay que prestar más atención a las restricciones que deberían tener los poderes coercitivos para emplear la tecnología.
En general, las demandas de Microsoft y Amazon se centran en regular el reconocimiento facial con el fin de evitar abusos. Hay que poner los medios para impedir la segmentación en base a raza o género. Pero también es necesario avisar a la gente cuando se esté utilizando la tecnología con ellos.
Punke, de Amazon, ha señalado que su compañía apoya una iniciativa nacional legislativa con un marco adecuado para proteger los derechos individuales de las personas y asegurar que los gobiernos son transparentes en el uso del reconocimiento facial.
No cabe duda de que la cuestión de fondo es más compleja. Amazon se ha posicionado en los últimos años como un líder en inteligencia artificial y reconocimiento facial. Su herramienta Rekognition se ha difundido activamente entre clientes de distinta clase, entre los que figuran organismos gubernamentales.
Precisamente la polémica se sembró a raíz de la compra por parte de agencias gubernamentales estadounidenses del programa Rekognition. Y este es un escenario indeseado para las grandes tecnológicas, que quieren comercializar sus productos.
La maduración lleva a la regulación
Regular el reconocimiento facial no surge como una ocurrencia repentina. En realidad, se trata de un proceso de maduración. A medida que este tiene lugar es necesario sentar las bases de lo que se puede y no se puede hacer con una tecnología. Tener claro este marco es algo que interesa a los desarrolladores de la tecnología. Y, como no podía ser de otra forma, entre ellas están las grandes tecnológicas.
El reconocimiento facial tiene múltiples beneficios. Algunos de ellos sencillamente significan simplificar acciones de verificación, de la identidad de una persona. Desbloquear el teléfono o pagar son dos aplicaciones basadas en esta capacidad. Pero también se puede verificar la identidad de una persona en los aeropuertos o en sitios donde habitualmente se necesita un documento oficial.
Sin embargo, a nadie se le escapa que el reconocimiento facial también posee una vertiente inquietante. Un mal uso de la tecnología puede llevar a implantar sistemas de vigilancia férreos. Por eso ha surgido un movimiento para limitar o controlar el poder del reconocimiento facial.
Las tecnológicas quieren que las reglas estén claras. Una ejemplificadora demostración, que pone de manifiesto el posicionamiento de Telefónica sobre la privacidad, ha sido una aplicación de reconocimiento facial que, mediante Inteligencia Artificial ejecutada desde el Edge, decide instantáneamente si el rostro que ha reconocido se puede desvelar o no en función de si el usuario ha dado su consentimiento para hacerlo. Esto guarda relación con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR).