En la decena de colinas alrededor de la ciudad de Constitución, un balneario y centro industrial donde se estima que el terremoto y los tsunamis que golpearon al centro y sur de Chile dejaron 350 muertos, centenares de carpas desperdigadas y dos grandes albergues refugian a la población.
Constitución. Laaltura se transformó en sinónimo de vida para quienes escaparon altsunami que arrasó parte de la costa chilena, y cinco días después quelas olas gigantes devoraran sus casas seguían durmiendo en los cerros.
En la decena de colinasalrededor de la ciudad de Constitución, un balneario y centroindustrial donde se estima que el terremoto y los tsunamis quegolpearon al centro y sur de Chile el sábado dejaron 350 muertos,centenares de carpas desperdigadas y dos grandes albergues refugian ala población.
Antes de los tres tsunamis quedestruyeron la ciudad, los cerros eran el paraje donde los más pobreserigían sus humildes viviendas de madera. Ahora son el refugio máscodiciado.
"Se derrumbó la casa, vivíamoscon mi papá y mi hijo. Llevamos dos días en el albergue. Nos han dadocomida y agua, pero andamos con lo puesto", dijo Yasna Pereira, de 21años, mientras cuidaba a su niño de tres años.
Los habitantes también improvisaron refugios con carpas y frazadas en las calles en la parte alta del poblado.
Abajo, en la costa, la ciudad convertida en escombros les recuerda lo cerca que estuvieron de la muerte.
Los hombres son los únicos quecomenzaron a descender de los cerros. Muchos de ellos para buscartrabajo: la empresa Celulosa Arauco y Constitución (Celco) estácontratando lugareños para limpiar la planta de celulosa que tiene enla ciudad, con cerca de 50.000 habitantes.
Muchos transitan por las callesde Constitución con mascarillas. Los residuos de la planta de celulosa,los pescados y mariscos muertos, la falta de higiene durante losúltimos días y baños saturados sin posibilidad de limpiar losexcrementos hacen que el hedor sea muy fuerte.
Para los mayores como José Manuel Gónzalez, de 87 años y quien no tiene una pierna, la colina es la única opción.
"Estábamos en la casa y se cayótodo; no quedó ni una sola cosa. Nos sacaron de la cama y nos llevaronal cerro", dijo González en su silla de ruedas, abrigado con unachaqueta y una campera de bomberos. A su lado, otro señor comía unasopa.
Ambos están hospedados en elasilo "Cerro Alto", uno de los dos grandes albergues donde se reunió lagente y que acoge a 300 personas.
En el sitio, los sobrevivientes reciben comida y agua, mientras comienzan a llegar voluntarios para asistir a niños y ancianos.
"La señora que estaba en elhogar sacó a los viejitos, unos vecinos la ayudaron. Sólo tres andan ensilla de ruedas, los otros pueden caminar porque con los vecinospudimos sacarlos", dijo Verónica Morán, de 48 años, dueña de un hogarde ancianos.
Sus socias murieron en la islaque está frente a la ciudad, donde se cree había cerca de 200 personasacampando, y los hijos de ellas están desaparecidos.
Si bien Chile es conocido en elmundo como un país preparado para resistir sismos, el sistema de alarmatemprana de tsunamis falló y las comunicaciones colapsaron.
Olas gigantes devoraronpuertos, caletas y viviendas en la franja costera que va de la costacentral de Llo-lleo al puerto sureño de Talcahuano.
De todas formas, la gente tratade retomar su vida como puede. Las fogatas y braseros para calentar elagua y cocinar los alimentos se multiplican por las calles de loscerros.
Mientras tanto, unos niños juegan a la pelota en uno de los albergues. Algunos quieren volver a su casa.
"Mi hijo quiere irse para su casa. No entiende lo que está pasando (...) Ya casi no queda gente abajo", dijo Pereira.