Existen muchas comparativas entre deportistas de élite y ejecutivos dado que ambos persiguen para sí mismo y sus equipos un alto rendimiento sostenible en entornos de presión y de cambios rápidos.
El deporte no tiene valores, son las personas quienes los tienen. Y así se traduce al mundo corporativo. Tanto el deporte como el mundo laboral ponen el contexto, las reglas, los rivales y la competición. ¿Qué es lo que se requiere para ser un top performer sin llegar a ser un caso de estrés laboral o job burnout?
Se puede definir a un atleta corporativo como a aquella persona que es fuerte en las diferentes dimensiones – física, emocional, mental y espiritual. Existen muchas comparativas entre deportistas de élite y ejecutivos dado que ambos persiguen para sí mismo y sus equipos un alto rendimiento sostenible en entornos de presión y de cambios rápidos. Hay que empezar por identificar aquello que hace que algunos brillen bajo presión y otros que no. Algunos condicionantes incluyen la recompensa, la cultura y la gestión por objetivos.
El problema con algunos enfoques es que se centran en conectar el alto rendimiento principalmente con la capacidad cognitiva, que abarca la gestión del tiempo y las habilidades del pensamiento positivo y crítico. Por esa razón empezamos a ver la creación de numerosas empresas de gamificación que utilizan unas apps de móvil para colectar los rasgos cognitivos y emotivos con el fin de encontrar el mejor encaje con vacantes en empresas. En estos últimos años hemos sido testigos de otro enfoque en la relación entre la inteligencia emocional y el alto rendimiento, mientras hay otros que se centran en la dimensión espiritual. Para algunos, a primera vista la palabra “espiritual” no parece tan relevante al alto rendimiento. Sin embargo, se refiere a la energía que se saca de los valores más profundos y un sentido de propósito que influye en el rendimiento.
Para lograr un alto rendimiento de manera sostenida hay que tener elementos de las diferentes dimensiones y considerar a la persona íntegra: La capacidad física contribuye a la resistencia y ayuda con la recuperación mental y emocional. La capacidad emocional es lo que le lleva a uno a perseguir un estado de rendimiento ideal. La capacidad mental enfoca la energía física y emocional en el objetivo y por último, la capacidad espiritual proporciona una fuente potente de motivación, enfoque, determinación y resistencia.
Siempre me ha fascinado cómo pueden aplicar los ejecutivos las técnicas utilizadas por deportistas de élite a la hora de encontrarse con exigencias que parecen insuperables en el ámbito laboral.
Precisamente es el término de atleta corporativo el que se refiere a estos ejecutivos. Si van a tener que rendir a altos niveles a largo plazo, deberían de algún modo entrenarse de la misma manera sistemática que hacen los deportistas de élite.
Para comenzar con el entrenamiento, no se trata de centrarnos en las habilidades primarias. Es decir, cómo meter un gol, ejecutar un salto o lanzar una pelota. Lo mismo en el mundo de los negocios. No vamos a centrarnos en competencias principales como hablar en público, negociar o realizar un análisis financiero. Debemos centrar nuestros esfuerzos en ayudar a los ejecutivos a fortalecer su capacidad en las competencias secundarias, como fortaleza, agilidad, auto-control y enfoque. El incremento de la capacidad en todos los niveles permite tanto a los atletas como a los ejecutivos a sacar sus talentos y habilidades para poder sostener un alto rendimiento en el tiempo, mientras saquen energía positiva de cada una de las dimensiones. El verdadero enemigo del alto rendimiento no es el estrés, que de hecho nos sirve como un estímulo para crecer, sino es el estrés crónico sin tiempo de recuperación que lleva a job burnout.
Ahora bien, existe una diferencia importante. Por lo general, un atleta profesional invierte la mayoría de su tiempo a entrenar y un porcentaje más reducido a competir, al contrario del atleta corporativo que dedica muy poco tiempo al entrenamiento pero deben rendir a demanda durante al menos 10, 12, 14 horas al día. Esto sin mencionar que la carrera de un atleta profesional suele ser mucho más corta que la de un ejecutivo que puede trabajar entre 40-50 años.
Para ayudarle con la gestión de la carrera, unas reglas para saber dónde poner el límite como un atleta corporativo:
1. Desconectar durante las vacaciones de los mails y las llamadas de trabajo.
2. Recordar que el arte de la gestión incluye la habilidad de delegar a otras personas y planificar de forma inteligente su agenda personal.
3. Hacer ejercicio físico de forma regular, siendo algo que realmente le gusta y que le da energía, complementado con una dieta sana y dormir lo necesario.
4. Pasar su tiempo libre con las personas que realmente le importan y marcar unas barreras claras entre el trabajo y la casa, para no solo sacar mayor satisfacción de las relaciones sino para conseguir la recuperación necesaria para rendir mejor en el trabajo.
5. Hacer chequeos médicos de forma regular para prevenir y resolver posibles problemas de salud.
6. Mientras que hay muchas condiciones externas que los atletas corporativos no tienen el poder de cambiar, sí pueden entrenarse para gestionar mejor su estado interno, utilizando todas sus capacidades para remontar en las circunstancias más difíciles y salir de los periodos de estrés más fuertes, sanos y preparados para el siguiente reto.
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