Si bien antes de la pandemia ya había algunos Estados en la región con perfiles fiscales débiles, los expertos afirman que aún es temprano para poder dimensionar el impacto de la pandemia sobre estos.
América Latina está acostumbrada a pasar por múltiples crisis, y las rebajas en la calificación han sido comunes en naciones con una macroeconomía débil o turbulenta. Considerando que la región en su conjunto pasa por un shock sin precedentes debido a la pandemia, AméricaEconomía quiso saber cómo está cada nación, cuáles son las de mayor riesgo en su calificación soberana y qué implica eso para las inversiones y especialmente la recuperación económica post-coronavirus.
“América Latina volverá a los niveles normales de producción económica antes de la crisis del coronavirus sólo en 2022, o más tarde". Así lo revela el reporte Research Focus, de Julius Baer, que entrega las perspectivas económicas para la región. Esto porque, exceptuando a India, las naciones americanas se mantienen como el epicentro de la pandemia: hoy la región representa el 40% de los nuevos casos diarios y el 52% de las nuevas muertes en todo el mundo.
“Si bien los últimos datos sugieren que la movilidad ha aumentado de nuevo en la región, sigue siendo bastante baja y apunta a una actividad económica débil hasta al menos finales de este año”, recalca el banco suizo, que estima que el PIB de Latinoamérica se contraerá un 9% durante este año.
Entre los factores que la entidad considera que afectarán la recuperación del crecimiento de la región, se encuentran la ausencia de una recuperación de los precios de las materias primas y las restricciones fiscales.
“La pandemia está afectando a todos los países latinoamericanos pero de forma desigual. Antes de que se desatara la crisis del coronavirus ya había algunos soberanos en la región con perfiles fiscales débiles y que estaban enfrentando serios retos para estabilizar el nivel de deuda pública, o con sus economías batallando para crecer”, explica el analista Jaime Reusche, Vice President - Senior Credit Officer de la clasificadora de riesgo Moody’s Investors Service.
Casos como Argentina (Ca negativa), Ecuador (Caa3 negativa), Costa Rica (B2 negativa), Bolivia (B1 negativa) y otros para los que la pandemia exacerbó los retos y presiones que enfrentaban, donde ha habido bajas recientes a sus calificaciones.
Hay otro grupo de soberanos con finanzas publicas frágiles que si bien no estaban sufriendo presión excesiva, eran vulnerables a choques, y donde la crisis del coronavirus estremeció sus economías (países dependientes del turismo) o sus finanzas públicas, también resultando en rebajas a sus calificaciones como Belice (Caa1 negativa), Surinam (B3 negativa), Trinidad y Tobago (Ba1 negativa).
Esto, porque el impacto del coronavirus en las economías de la región será muy fuerte; de acuerdo con el FMI el PIB regional, Latinoamérica y el Caribe, estaría disminuyendo un 9,4%, aunque hay otras estimaciones que agravan aún más esta cifra. “Esto se traducirá a fines de año en indicadores de solvencia más deteriorados, por incremento de la deuda y baja en el PIB que, superando cierto umbral y dependiendo de la situación inicial de cada país, podría inducir inevitablemente a una revisión de los ratings soberanos”, complementa Álvaro Clarke, presidente de ICR Chile - Clasificadora de Riesgo.
“Para algunos, es demasiado temprano poder dimensionar el impacto sobre sus perfiles crediticios por lo que tenemos que ver la data económica y fiscal conforme vaya siendo actualizada para ver si hay sorpresas, pero no descartamos que muchos van a ver un deterioro en sus indicadores crediticios aunque no lo suficiente como para motivar cambios en sus calificaciones o perspectivas”, detalla Reusche.
A todo ese panorama hay que sumar varios factores que pueden empeorar estas circunstancias, advierte Clarke.
“El primero son posibles escenarios de mayor inestabilidad política producto del deterioro de indicadores sociales relevantes como pobreza y distribución del ingreso; el segundo, son posibles rebrotes del coronavirus, que obliguen a tomar nuevas medidas de distanciamiento social, con el consiguiente impacto en la economía; el tercero es la falta de coordinación global para enfrentar los impactos de la pandemia y su posible rebrote, y el cuarto es un mayor estrés financiero como resultado del deterioro del valor de los activos de las economías domésticas, lo que en términos concretos significa menor riqueza”, detalla el exsubsecretario de Hacienda y superintendente de Valores y Seguros chileno.
“Si bien los déficits fiscales son inevitables y lo correcto para combatir la crisis económica, la consolidación fiscal una vez que la pandemia termine será clave para las perspectivas de la región, especialmente en aquellos países que enfrentan mayores presiones a la baja, como Brasil, México y Colombia”, sostiene Julius Baer.
Julius Baer también apunta a que la mayoría de los países de América Latina también han flexibilizado sus políticas fiscales para combatir la desaceleración económica, además de brindar un apoyo de política monetaria sin precedentes.
No obstante, precisa que la prudencia fiscal dependerá en gran medida del contexto político. “Los gobiernos populistas de la región suelen ser fiscalmente responsables cuando pueden permitírselo, es decir, cuando su popularidad es alta. Por lo tanto, cualquier aumento del descontento social y caída de la popularidad podría conducir a un aumento del gasto público”, indica.
Los ganadores
Moody’s otorga a Colombia la calificación Baa2 estable, ya que el perfil crediticio del país equilibra una economía grande y relativamente resistente (US$ 324.000 millones en 2019), un historial de políticas macroeconómicas predecibles y un historial sólido de servicio de la deuda frente a una dependencia relativamente alta de los productos básicos, una base de ingresos comparativamente estrecha y una estructura de gasto rígida.
La parte no tan positiva es que su deuda aumentará este año impulsada por el impacto del brote de coronavirus en el crecimiento económico, la depreciación de la moneda y la respuesta de la política fiscal del gobierno. El impacto del coronavirus conducirá a métricas de deuda más altas que la mayoría de sus pares calificados por Baa, y la asequibilidad de la deuda pública será más débil que la de sus pares.
“La estructura de deuda favorable de Colombia es otra fortaleza crediticia, que mitiga los riesgos derivados de una mayor carga de deuda pública” destaca el reporte oficial.
“Por otro lado, tenemos otro grupo de países que venían de un punto de partida favorable y a raíz de eso son más resilientes en términos relativos que los demás en la región, entre los que se encuentran Perú (A3 estable) y Chile (A1 estable)”, complemente Reusche.
Pese a que Chile ha mostrado algunos signos de recuperación, la economía del país seguirá registrando una contracción dentro de este año, señala Julius Baer a partir de las últimas cifras conocidas de la economía local.
La estabilidad política surge como un riesgo clave para Chile a dos meses del plebiscito constitucional y que puede tener un fuerte impacto en la economía del país, sostiene el reporte. “Creemos que la introducción de una constitución populista puede ejercer una presión sustancial sobre sus métricas financieras. Esperamos que los resultados del plebiscito indiquen futuras orientaciones políticas”, indica el reporte de Julius Baer.
De acuerdo con el documento, esto se debe al efecto del COVID-19, la debilidad del precio de las materias primas como el cobre y el conflicto comercial entre China y Estados Unidos, los dos principales socios comerciales del país. Según a las estimaciones del banco suizo, a raíz de este escenario, el PIB de Chile caerá 5% en 2020.
En el caso peruano, el país reporta un perfil crediticio que refleja su larga trayectoria de estabilidad macroeconómica, políticas favorables al mercado y una gestión fiscal prudente.
“Los sólidos fundamentos económicos, la ausencia de importantes desequilibrios macroeconómicos y las sólidas instituciones económicas han proporcionado un entorno sólido y estable que respalda su economía impulsada por la inversión”, señala Moody’s. Ello viene respaldado por una deuda pública moderada y asequible y ahorros fiscales moderados, el sólido balance del gobierno y la sólida credibilidad de la política fiscal son fortalezas crediticias clave.
En tanto que Brasil, que esta con una calificación “Ba2 estable”, tiene al gobierno implementando medidas de ajuste para estabilizar el crecimiento de la deuda pública, mientras batalla con el segundo mayor brote de COVID-19.
El país de Bolsonaro se ha embarcado en un estímulo fiscal y monetario sin precedentes para contrarrestar la desaceleración. En el aspecto monetario, el banco central de Brasil redujo la tasa de interés en 25 puntos básicos a un nuevo mínimo histórico del 2%.
“Debido a que hay una dependencia del mercado interno para financiar los déficits presupuestarios, la reducción de las tasas de interés en respuesta a la pandemia está ayudando a reducir el costo de financiamiento para Brasil, lo cual apoya su perfil crediticio en el nivel actual”, sentencia Jaime Reusche.
En ese contexto, Julius Baer estima que la relación deuda versus el PIB de Brasil se amplíe significativamente este año. “La elevada carga de la deuda del país y la rígida estructura fiscal con un elevado gasto público ofrecen un margen limitado para la consolidación fiscal”, recalca el reporte.
Argentina y Venezuela mal evaluados
En cuanto a los países mal posicionados, acá claramente no hay sorpresas; tanto Venezuela como Argentina destacan en el top of mind de los analistas.
En el caso de la nación que dirige Maduro, ya antes de la pandemia, Venezuela –de calificación C estable- se encontraba estaba en default, “incumpliendo con todos los pagos de deuda externa y por eso tiene la calificación soberana más baja. El virus golpea al país en un momento en que se empezaba a ver algo de estabilización, luego de un muy largo período de enormes contracciones de su actividad, producción de petróleo, y destrucción del ingreso, pero a un nivel muy bajo y luego de un deterioro sin precedentes en la región, por lo que ahora esperamos una agudización de su larga crisis”, indica Jaime Reusche.
“El país representa el mayor deterioro social, económico y político de América Latina. Su situación es extremadamente débil, y además sin mayor conexión con instituciones multilaterales que suelen apoyar a los países en momentos de crisis como esta”, agrega Álvaro Clarke.
Hace dos semanas trascendió que el gobierno de Nicolás Maduro recibió un nuevo apoyo de China para postergar este año los pagos con petróleo de una pesada deuda con bancos chinos que el país mantiene desde que gobernaba el fallecido presidente Hugo Chávez, dijeron tres fuentes en Caracas conocedoras de la negociación.
China, que llegó a ser el mayor prestamista del gobierno venezolano al otorgar hasta US$ 50.000 millones a la administración de Chávez, suspendió hace siete años las entregas de dinero fresco a Venezuela.
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Su vecino Ecuador había declarado a principios de agosto que había obtenido un período de gracia en una línea de crédito con el Banco de Desarrollo de China, lo que le permitía posponer el pago de US$ 417 millones durante un año.
Al respecto, Moody’s recuerda que hasta 2017 Venezuela era el país que recibía la mayor cantidad de préstamos de China, todos garantizados con envíos de petróleo.
“Pero desde que entró en default, todo indica que el flujo de préstamos hacia Venezuela se ha acabado. Ecuador pasó una experiencia similar, pero es cuando asume el gobierno de turno que se corta el gran flujo de préstamos de China. En gran medida, vemos que se dan algunos nuevos préstamos, pero aparte de la desaceleración del crecimiento en China y los menores precios de materias primas, vemos a China más cauta en otorgar nuevos préstamos luego de haber tenido varias decepciones en cuanto a repagos de algunos países y varios pedidos para renegociar los cronogramas de pagos, a veces recibiendo un colateral bastante depreciado”, aclara el experto.
Más al sur, Argentina está en una situación extremadamente delicada.
“Aunque el país renegoció con sus acreedores para evitar un default, su situación fiscal seguirá muy débil. Además, esa renegociación no quita que, en los hechos, Argentina en definitiva fue incapaz de servir la deuda en los términos anteriormente convenidos. En ese contexto, personalmente me parecen acertadas las expectativas de que el PIB trasandino se contraiga al menos un 10% este año, lo que degradará aún más sus indicadores de solvencia", dice el presidente de ICR Chile.
Para evaluar al país que dirige Fernández, “la falta de acceso a financiamiento en los mercados externos y las presiones de liquidez se agravaron con el choque del coronavirus. La recuperación será ardua y va a ser difícil implementar los ajustes estructurales para darle sostenibilidad a la economía”, reflexiona por su parte Reusche.
En abril, Moodys informó que el perfil crediticio de Argentina refleja la gran e inminente reestructuración de la deuda del gobierno, que probablemente resultará en pérdidas significativas para los inversores como resultado del deterioro de las condiciones económicas y financieras del país, que probablemente empeorarán por el brote del coronavirus en los próximos meses y los resultados económicos y fiscales más débiles que conlleva.
La perspectiva negativa refleja los riesgos de que las pérdidas de los inversores bajo la reestructuración de la deuda pública puedan superar un nivel consistente con una calificación de Ca negativa, que normalmente captura pérdidas de hasta un 65%.
El acuerdo logrado entre Argentina y sus acreedores dará más tranquilidad a los mercados según Julius Baer. “El acuerdo es una gran victoria para el gobierno actual, ya que garantiza el acceso al mercado para Argentina y allana el camino para las conversaciones con el FMI”, indica el análisis.
Los analistas suizos ahora esperan que Argentina se contraiga un 9,4% en 2020 antes de recuperarse en 2021 en un 4%, mientras que ahora se espera que el déficit presupuestario se amplíe al 7% del PIB.
Damián Pierri, investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), desdramatiza la calificación en el contexto de una Argentina por años en problemas.
“En general, las calificadoras van un poco atrás del humor del mercado…en general es así, corrigen con demora. Y la percepción del mercado va a ser que Argentina no va a ningún lado”, explica. La nación seguramente saldrá de la situación de default el próximo 4 de septiembre, cuando se cierre el canje de deuda.
“Las curvas de rendimiento van a reflejar eso, y Moody's bajará su calificación a la percepción del mercado, en base a lo que observa la curva de rendimiento, porque típicamente hay ciertos niveles de riesgo país que están asociadas a ciertas calificaciones de riesgo. Pero, en realidad, la sensación que tenemos todos es que al mercado mucho no le importa lo que puede llegar a hacer Argentina; y Argentina tampoco le importa mucho lo que puede llegar a pensar el mercado”, dice el también docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de San Andrés.
Más que pesismista, Pierri es pragmático con la situación. Para él, aún con la economía global afectada por COVID-19, “la calificación de Moody's, o de cualquier calificadora en particular respecto de la economía Argentina, luce desencajada respecto del resto de Latinoamérica, porque, incluso dentro del continente, Argentina es una economía especial con problemas viejos, que se arrastran desde los 80 y que hoy son disonantes; Argentina tiene problemas que no tiene ninguna otra economía en Latinoamérica …está bien que la calificación sea anómala, y es hasta razonable”, sentencia.
Al filo de la navaja
Pero ni Argentina ni Venezuela están solos en este predicamento.
En cuanto a México, la nación azteca tiene Baa1 negativo, con fortalezas que incluyen una economía grande y bastante diversificada -la 16° más grande en el universo calificado por Moody’s-, así como una falta de desequilibrios macroeconómicos importantes, con vulnerabilidades externas limitadas y bajos riesgos de liquidez del gobierno.
Otros factores de apoyo incluyen la carga moderada, aunque creciente, de la deuda pública y externa.
Sin embargo, los principales desafíos crediticios de México incluyen las débiles perspectivas de crecimiento económico a mediano plazo, que afectarán los ingresos del gobierno, y un importante apoyo continuo a la petrolera estatal Petróleos Mexicanos, recordando que PEMEX tiene un Ba2 negativo, que está erosionando la fortaleza fiscal.
Mientras tanto, la calificadora considera que el brote de coronavirus “conducirá a una profunda recesión económica este año, que podría ser más profunda y la recuperación más prolongada de lo que anticipamos actualmente”. Además, la menor capacidad institucional para responder a las conmociones y los objetivos de política en conflicto están socavando la confianza de los inversores y han dado lugar a un entorno de políticas menos predecible.
En el caso de Ecuador, “el soberano caminaba al filo de la navaja, porque su posición de liquidez era ajustada y veíamos un elevado riesgo de default en el 2022. La pandemia tuvo un fuerte impacto sobre los precios del petróleo y por consiguiente las finanzas públicas de Ecuador al reducir los ingresos del Estado, adelantando las presiones que veíamos a futuro y resultando en la necesidad de renegociar la deuda, lo que constituye un default bajo nuestra definición”, dice el Vice President - Senior Credit Officer de Moody’s Investors Service.
En contraste con la tendencia regional de medidas de gasto extraordinario y déficits fiscales en aumento, las medidas de austeridad de Ecuador siguen vigentes -en particular, una reducción del gasto de capital-, donde los recortes de gastos solo amortiguaron parcialmente una caída asombrosa de los ingresos (ingresos e impuestos del petróleo.
Lo más probable es que Ecuador enfrente su peor recesión desde la gran crisis financiera, debido a un importante deterioro de la demanda interna, menores precios del petróleo y reestructuración de la deuda. Después de una solicitud de consentimiento exitosa para aplazar los pagos de cupones de US$ 811 millones hasta mediados de agosto, el gobierno llegó a un acuerdo definitivo con sus acreedores, que proporciona un alivio de la deuda de más de US$ 10.000 millones durante los próximos cuatro años y US$ 6.000 millones más entre 2025 y 2030.
De todos modos, y a pesar de las estrictas medidas de cierre nacional, el virus ha continuado propagándose sin cesar, señala el análisis de Julius Baer, por lo que el apoyo a la actual administración se ha desplomado. La profunda recesión y al devastador impacto social de la pandemia tendrán un castigo para el gobierno de Moreno en mayo del próximo año, anticipa la firma suiza.
Bolivia también ha sufrido por la reducción de los precios de los hidrocarburos, pero ha sido en menor grado que Ecuador, ya que en la nación existe dependencia respecto del gas y no del petróleo. “Es una historia un poco distinta, ya que es un choque por el virus que se adhiere a un choque sociopolítico que venía de unos meses antes y que golpeó fuertemente la economía boliviana y las finanzas públicas”, aclara.
Sin embargo, el especialista considera que Bolivia disponía de ahorros fiscales que han prevenido un mayor deterioro, lo que ayuda a financiar los elevados déficits presupuestales.
“Por eso la calificación boliviana no ha sufrido rebajas tan marcadas como en Ecuador; no vemos un riesgo muy elevado de default en el corto plazo y eso le da algo de tiempo al soberano para implementar ajustes a despecho que el reto sigue siendo considerable y se está dando un deterioro marcado en el perfil crediticio del país”, explica Reusche.
De forma global, “aunque es muy temprano para señalar que puede ser un impacto negativo o positivo, se producirán cambios permanentes en los negocios y consumidores, creando disrupciones importantes en las cadenas de valor, provocando trasformaciones estructurales en la actividad económica”, concluye Álvaro Clarke.
Fotografías: Reuters