China está en todos los tinteros y en boca de todos. En 2010 siguió haciendo historia: consiguió atraer más de US$ 100.000 millones en inversión extranjera directa, algo inédito.
Brasil también ha conseguido atraer cerca de US$ 48.500 millones, pero lo que llama todavía más la atención es que el grueso de esa inversión provino… de China. Por primera vez el gigante asiático se ha conviertido en el mayor inversor directo en Brasil, por delante de cualquier otro país OCDE, con US$ 17.000 millones frente a los apenas 300 millones del año anterior.
Esta avalancha de inversiones chinas hacia la mayor economía latinoamericana ilustra lo que se está jugando en esta década: el creciente descentramiento del mundo y el auge de los flujos sur-sur, ya no sólo comerciales, sino también financieros e industriales.
Los países emergentes tejen relaciones cada vez más densas y también asimétricas: no hay inversiones masivas de Brasil en China. El gigante latinoamericano exporta sobre todo materias primas e importa cada vez más manufactura china, y obtuvo un superávit de US$ 5.200 millones debido a los elevados precios de las primeras.
Pero hay otro país que también se asoma y con fuerza en la escena mundial: India. Como el dragón, el elefante ha llegado a América Latina en busca de alimentos, minerales y petróleo para sustentar su crecimiento. La petrolera india OVL inició operaciones en Brasil, Venezuela, Colombia y Cuba con inversiones por más de US$ 2.500 millones. Bharat Petro Resources, por su parte, invirtió US$ 280 millones para exploración petrolera en Brasil. En 2010 Reliance Industries importó desde América Latina un cuarto del crudo que consume y a finales de 2009 firmó un acuerdo con la estatal Ecopetrol para explorar y producir petróleo en Colombia. Su compatriota Shree Renuka Sugars invirtió cerca de US$ 600 millones, convirtiéndose así en uno de los cinco principales productores de azúcar de Brasil. Por su parte, Jindal Steel & Power Ltd ya invirtió más de US$ 3.000 millones en proyectos mineros en América Latina.
Pero como señala Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), India también está invirtiendo fuerte en el continente en áreas de mayor valor añadido. Las consultoras tecnológicas Infosys, Wipro o Tata Consultancy Services ya emplean así más de 17.000 personas en la región. Uno de los proveedores de la FIFA para la Copa del Mundo por celebrar en Brasil en 2014 será Mahindra Satyam. En el sector farmacéutico el laboratorio Strides Acrolab compró activos brasileños por US$ 75 millones. En el sector de las energías renovables no convencionales (ERNC), el proveedor de soluciones eólicas Suzlon Energy Ltd se estrenó en el mercado brasileño en 2010. En el sector del aluminio, Hindalco Industries, parte del conglomerado Aditya Birla Group, anunció para 2011 inversiones de US$ 300 millones en Brasil.
En total India invirtió cerca de US$ 10.000 millones en América Latina en 2009. El comercio entre India y la región también se está disparando. Aunque menor que el comercio realizado con China, el intercambio de mercancías entre India y América Latina pasó de apenas unos US$ 2.000 millones a casi US$ 20.000 millones a lo largo de la década pasada. India ya tiene acuerdos comerciales firmados con el Mercosur y Chile. Algunas empresas latinoamericanas ya tienen acuerdos de cooperaciones con contrapartes indias, como es el caso de la brasileña Marcopolo, que produce autobuses con Tata Motors en India, o la siderúrgica brasileña Gerdau, que ha invertido US$ 70 millones con socios locales.
Por su parte, la mexicana Cinepolis tiene previsto invertir en India US$ 160 millones, lo que sería una de las mayores inversiones realizadas por una empresa latinoamericana en el país asiático.
Quizás una de las mayores oportunidades para la región radica en atraer empresas tecnológicas indias y con ello vertebrar industrias tecnológicas potentes desde la región. No hay prácticamente una sola gran empresa del sector tecnológico en EE.UU. que no tenga un indio como Chief Technology Officer o incluso CEO. Densificar las relaciones con los centros tecnológicos mundiales como Palo Alto o Mumbai debiera ser una tarea estratégica para los gobiernos y empresarios en Rio de Janeiro o Santiago de Chile