Cuando uno mira un partido de fútbol, la primera fila es la mejor ubicación. Estar muy atrás también tiene su atractivo, pero cuando se está cerca de la acción que ocurre en el campo, la emoción y la intensidad no se comparan: se puede sentir la lucha de los jugadores por el balón y su búsqueda del gol.
Panamá y Costa Rica son, en este sentido, dos países muy bien posicionados para sentir el pulso económico de Colombia, pero están demasiado lejos de Bogotá para percibir la rápida transformación que está ocurriendo en el mercado financiero colombiano.
Los índices de crecimiento recién están mostrando los efectos de las reformas financieras. La ola de reformas que Colombia introdujo en el sector tuvieron sus efectos más visibles y tangibles en Bogotá y Medellín, pero las repercusiones están llegando a las ciudades secundarias.
Las reformas incluyen un sistema privado de pensiones, mejores normas de gobierno corporativo, crecientes montos de crédito a menores tasas de interés, y ahora la unificación de las bolsas de valores de Colombia, Perú y Chile. El éxito de la Bolsa colombiana no es algo cíclico o transitorio. No se debe sólo a una veta de buenos resultados corporativos, ni sólo porque un puñado de empresas haya lanzado exitosas IPO. El índice bursátil subió el año pasado, pero eso es sólo un síntoma del mejoramiento subyacente de la transparencia y la robustez corporativa. El golpe definitivo de credibilidad para la bolsa colombiana vino de la asociación con sus pares de Chile y Perú.
El mercado para las acciones colombianas inmediatamente creció, trayendo compradores peruanos y brasileños que previamente tenían que pasar por un enorme papeleo para invertir. Quizá más importante es que, al vincularse, las tres bolsas sudamericanas se han tornado más atractivas para inversionistas institucionales internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo, la unificación redujo la demanda internacional por acciones panameñas y costarricenses. La demanda por estos títulos siempre fue errática y poco significativa. Pero después de la unificación los mercados bursátiles de Costa Rica y Panamá se tornaron, en términos relativos, aún más pequeños. Los inversionistas institucionales internacionales podían haber destinado antes algún esfuerzo a analizarlos, pero tras la unificación estos inversionistas probablemente los dejarán de lado al ser demasiado pequeños para justificar el esfuerzo. Estos inversionistas de Europa, Asia o Norteamérica estudiaban los mercados de Brasil, México y Chile, y se interesaban por los de Argentina, Perú y Colombia. Podían agregar Panamá y Costa Rica pues ambos países están bien posicionados en los ránkings de PIB per cápita y sofisticación. Pero la unificación ha modificado la jerarquía de los mercados bursátiles latinoamericanos. Ahora los inversionistas institucionales analizan Brasil, el mercado unificado Colombia-Chile-Perú, México y, tal vez, Argentina. Pueden asignar menos tiempo a analizar los distintos mercados nacionales sin mucho riesgo de pasar por alto un mercado que podría ayudarles a obtener mejores resultados que otros inversionistas. Los especialistas en finanzas en Costa Rica y Panamá están conscientes, al menos de manera intermitente, de lo mucho que sus países podrían ganar si pudieran emitir valores de manera exitosa. Cuando se detienen y miran lo que está sucediendo en los mercados bursátiles alrededor del mundo, y en los países situados inmediatamente más al sur, han de sentirse tentados y a la vez cautelosos. Se preguntan, en sus momentos de reflexión, si sus pequeños países pueden de alguna manera enganchar sus carros a la unificación que sacudió la credibilidad de la Bolsa de Bogotá, o revivir el viejo sueño de unificar los mercados de Costa Rica, Panamá y El Salvador. Al mismo tiempo temen ser barridos por una corriente imparable y terminar como pequeños trocitos de pan en una liga donde carnívoros despiadados luchan por el predominio. Temen que sus habilidades queden obsoletas de pronto y que sus estilos personales para hacer negocios se tornen pintorescos e insustentables. Mientras tanto, en las ciudades secundarias de Colombia, los espectadores están muy cerca de la lucha. El Tapón de Darién no las separa de Bogotá y Medellín. Pueden percibir como se acercan nuevas maneras para financiar sus negocios.