Desde la creación de la Bolsa de Valores de Nueva York, el papel que debe tomar la autorregulación en los mercados de valores ha sido un tema de continuo debate. Si bien el primer mercado de valores en Estados Unidos era casi autorregulado en su totalidad, la supervisión del gobierno en los mercados de valores se ha vuelto cada vez más compleja, resultando en miles de regulaciones a las cuales los emisores e inversores se deben adherir.
Este enfoque, complejo y costoso, hace que surjan cuestionamientos sobre si el uso de reguladores de “primera línea”, como las organizaciones de autorregulación (SRO, por sus siglas en inglés), tienen un nuevo lugar en los mercados de valores del mundo, los cuales son cada vez más complejos e interconectados.
Un reciente reporte de CFA Institute, Autorregulación en los Mercados de Valores: Transiciones y Nuevas Posibilidades, aborda los cuestionamientos que a menudo surgen sobre la continua utilización de la autorregulación en los mercados actuales y resalta el gran potencial que ofrece, especialmente en los mercados emergentes.
Analizando los cambios en el entorno global de la autorregulación, el reporte destaca los cuestionamientos que surgieron en EE.UU. sobre la relevancia del sistema actual y el uso de las SRO, especialmente con la serie de recientes sanciones y multas emitidas en contra de las SRO, al mismo tiempo que se considera el futuro de la autorregulación a nivel internacional. Mientras algunos cuestionan si las SRO pueden seguir el ritmo de los productos financieros y las tecnologías que cada vez son más complejas, otros argumentan que es precisamente esta complejidad lo que hace que la experiencia que tienen las SRO y su habilidad de “adelantarse” a los reguladores gubernamentales sean más importantes que nunca en nuestros mercados que se mueven a un ritmo acelerado.
Mientras que los mercados más desarrollados continúan con este debate, los mercados emergentes alrededor del mundo avanzan en la creación de sus propios sistemas de autorregulación. Lo más destacado es el enfoque autorregulatorio en mercados de capitales entre los países en desarrollo, eludiendo la necesidad de los reguladores gubernamentales de mercados de valores tradicionales que frecuentemente son lentos en establecer tratados entre ellos.
El Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), compuesto por las Bolsas de Valores en Chile, Colombia y Perú, es un ejemplo de un sistema autorregulatorio que promueve mucho más que sólo un incremento en el comercio de cada país. Incrementa los flujos de capital para el mercado regional entero. Apoyándose en acuerdos comerciales que tienen entre ellos, los intercambios permiten el comercio y desarrollo del mercado, que beneficia a la región de una manera que no sería viable si se dejara que los respectivos reguladores de valores de cada país negocien tratados cooperativos. Es esta estrategia de competir a través del trabajo en equipo que destaca el futuro de la autorregulación en estos mercados emergentes y que tiene el potencial de transformar la manera en la que percibimos la autorregulación en los mercados de valores alrededor del mundo.
Pero la regulación nunca es así de fácil. Con todos sus posibles beneficios, los sistemas autorregulatorios también tienen ciertos conflictos inherentes que deben abordarse para mantener su credibilidad. Por lo tanto, se sugiere una mejoría para las futuras estructuras de gobernanza de las SRO para mejorar la confianza de los mercados y de los inversores. También se debe poner atención a las SRO que parecen operar bajo un sistema que es inconsistente con otras SRO.
Pero a pesar de los desafíos, la autorregulación tiene el potencial de aliviar la presión de los reguladores gubernamentales (que sufren presiones de presupuesto y de tener que supervisar un gran volumen de regulaciones), así como de facilitar tratados internacionales de mercado en países en desarrollo. Es el momento de perseguir esta oportunidad.