Tres abogadas chilenas especialistas en legislación laboral brindan sus proyecciones sobre la reforma impulsada por el gobierno de Gabriel Boric.
Finalmente, el plazo se cumplió: este viernes 26 de abril, Chile ha comenzado la aplicación gradual de la reducción en la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. A partir de hoy, los chilenos deben trabajar únicamente 44 horas semanales, mientras se espera que la meta final de 40 se alcance para 2028. La llegada de la primera fase ha sido celebrada por el gobierno de Gabriel Boric, principal impulsor de un proyecto similar al visto en otros países de la región como Colombia y México.
Entre sus principales características, la Ley de las 40 horas prohíbe reducir los salarios en relación con la disminución de la jornada laboral, facilita ajustes de horarios para padres y cuidadores de niños, así como permite la introducción inmediata de las 40 horas semanales para las empresas que así lo requieran. En esencia, se busca lograr la meta propuesta por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Dicha institución asegura que el exceso de trabajo genera pérdidas de hasta un 3% en el PIB de los países afectados.
Si bien aplicar reformas abruptas o graduales es complejo de adaptar a cada realidad, lo cierto es que en Europa ha quedado demostrado que las semanas laborales de 40 horas pueden ser la norma común. Hay casos ilustrativos como el de España, donde este tipo de jornada laboral lleva cuatro décadas en vigencia. El vecino Portugal, así como Grecia e Italia comparten esta medida, e incluso, Francia redujo la jornada semanal a 35 horas en 2003, sin que se resienta la productividad.
“Sé que puede ser muy difícil para algunas empresas, sobre todo los sectores productivos, que dependen del trabajo ininterrumpido, adaptar sus jornadas a menos horas. Pero no necesariamente disminuye la productividad. De hecho, hay estudios que dicen que los empleados logran ser más eficaces con menos horas de trabajo”, afirma Consuelo Letelier, directora legal de Talana, para AméricaEconomía.
Estos casos ejemplares pueden encontrarse también en países desarrollados como Islandia: allí, se aplicó una jornada laboral de cuatro días para los empleados públicos entre 2015 y 2019. Los resultados fueron una disminución del estrés y el agotamiento. Resultados parecidos se dieron en centros de cuidados de ancianos en Suecia, así como en la filial japonesa de Microsoft. Por ejemplo, en la corporación, se demostró que los trabajadores mejoraron su productividad hasta en 40% y aumentaron las ventas. En paralelo, se redujeron los gastos de electricidad, tinta y papel, entre otros.
Aun así, nuevamente, cada experiencia es única, sobre todo en una región complicada y en vías de desarrollo como América Latina. “Hay indicios de que las personas pueden ser más productivas. Pero yo creo que es un debate que no tiene una respuesta cierta. Creo que solamente el tiempo nos va a decir si efectivamente en Chile puede que mantengamos la productividad como ahora. O si aumenta o disminuye”, agrega Letelier.
Aunque la especialista destaca que la nueva ley incluye cambios novedosos que flexibilizan los horarios laborales y los colocan a disposición de acuerdos más justos entre empleadores y trabajadores. Por ejemplo, se establece la posibilidad de habilitar jornadas por ciclos. Como muestra, un empleado puede trabajar 35 horas semanales y posteriormente, compensarlas con una semana de 45 horas. Otra novedad muy comentada ha sido la jornada “cuatro por tres” que introduce la posibilidad de trabajar cuatro días semanales.
“Son jornadas que existían para períodos excepcionales, pero ahora serán más transversales. Pero nuevamente su éxito dependerá de qué servicios presta cada empresa. De esto dependerá si a ti te sirve o no implementar jornadas de cuatro por tres o de plantear ciclos que te den en promedio cuarenta horas semanales al terminar el mes”, asegura la directora legal.
Por su parte, Beatriz Pérez, directora fundadora de Kippa Innovación, consultora de gestión laboral, opina que muchas empresas en Chile no han tomado las previsiones necesarias para adaptarse a la nueva jornada. “Desde Kippa, pudimos ver el hecho que hay una mala práctica en ciertas empresas de no estudiar su cultura organizacional; de no mirarse para adentro y analizar cómo están compuestos, quiénes son las personas que conforman realmente su organización”.
Asimismo, Pérez sostiene que las empresas que ya han adoptado la reducción de la jornada por adelantado, incluyendo las metas programadas para los próximos años, normalmente ya definieron bien cómo medir y optimizar su productividad, más allá de las horas de trabajo. “Creo que la pandemia nos enseñó que no necesitamos estar presencialmente en todos los trabajos para que realmente haya productividad. Durante esta crisis, muchas empresas se adaptaron al teletrabajo y la designación de turnos, lo que permite decidir a la larga si la reducción inmediata a 40 horas es factible o no”.
Hasta el momento, se han identificado los perfiles de las empresas que se decantan por las 40 horas. Marta Meneses, gerente laboral de Auditeris, consorcio especializado en outsourcing de servicios, señala lo siguiente. “Lo que más vemos nosotros es que a las empresas de tecnología se les facilita esta decisión, porque todavía aplican el trabajo a distancia de forma mayoritaria. A las de retail sí se les dificulta, porque son empresas un poco más estructuradas. Entonces, les cuesta un poco más adaptarse a estos nuevos cambios”, explicó Meneses para AméricaEconomía.
Por otro lado, la representante de Kippa considera que la productividad también involucra la gestión del tiempo durante los horarios de trabajo. Como ejemplo, menciona que una empresa puede imponer una jornada laboral de 10 horas, pero de ese tiempo, solo se trabaja cinco, porque los empleados estuvieron distraídos con otras actividades. Mientras que otros tampoco cumplieron la meta, porque se vieron obligados a trasladarse de un lado a otro por algo prescindible. “Muchas veces nos damos cuenta al inspeccionar un centro de trabajo que los trabajadores van a comprar repuestos a locales muy lejanos, cuando pueden recurrir a proveedores que les ahorren tiempo”, cuenta Pérez.
Otro punto clave en la discusión de esta reforma laboral giraba en torno al artículo 22 del Código de Trabajo chileno. En el inciso dos, se sostenía que algunos cargos laborales estaban exentos de trabajar con límites de jornada, si así lo determinaba el empleador. El problema es que esto generaba un vacío legal que permitía a ciertos directivos evitar el pago de horas extras a sus empleados al obligar a no marcar la tarjeta luego de jornadas extendidas.
A mediados de marzo, la ministra de Trabajo de Chile, Jeannette Jara, anunció que ahora la exoneración de la jornada sólo sería aplicable a trabajadores que ocupen cargos gerenciales, administrativos y aquellos que cumplan sus funciones sin una supervisión directa e inmediata. Conviene aclarar que el Inspector del Trabajo respectivo debe aclarar si un empleado se encuentra dentro de las situaciones descritas. Su resolución determinará si el caso amerita la decisión de un juez.
“Con esta medida se saca de la posibilidad que no se limite la jornada de aquellos empleados que operan a través del teletrabajo. Ahora bien, también se presenta un escenario de incertidumbre sobre cómo vamos a implementar esto. Supervisar tampoco es fácil: lograr que la gente marque asistencia a la hora que corresponde cuando está en su casa. O que efectivamente se ponga a trabajar a la hora designada”, advierte Consuelo Letelier.
En las últimas semanas, la Dirección del Trabajo de Chile aprobó algunos cambios adicionales que determinaron el perfil definitivo de la ley laboral. Uno de los más comentados involucra renunciar a los pagos de horas extras a cambio de extender el periodo de vacaciones. “Beneficia a los trabajadores en el sentido de poder trabajar horas extraordinarias, luego intercambiarlas por un feriado y agregarlo incluso a su feriado legal de quince días”, opina Meneses.
Aunque quizás el “cambio de última hora” más controversial fue el dictamen que obligaba a todas las empresas a reducir en una hora como mínimo la jornada laboral. Este cambio debe recaer en un día y no está permitido descontar un tiempo menor. Rápidamente, las críticas de los sectores empresariales no se hicieron esperar. “Sucede que muchas empresas ya tenían definido que iban a descontar quince minutos diarios. Hasta firmaron anexos”, aclara la gerente laboral de Auditeris.
Finalmente, la ley también ha suscitado rechazo en la sociedad chilena, aunque por razones equivocadas. Como en otros cambios políticos, la desinformación en redes sociales ha estado a la orden del día. “Se difundió la idea que tras el cambio del artículo 22 del Código de Trabajo, nadie va a disponer de límites de jornada laboral. Y mucha gente entendió como los empleadores podían obligar a trabajar todo el día”, explica Meneses. Pero ahora que los nuevos cambios a la jornada laboral ya son una realidad en Chile, las especulaciones dejarán paso a experiencias que determinarán el éxito de este proyecto, que avanza a paso lento.