Una remodelación permitió que la escuela de Canuana, que funciona como internado en Formoso do Araguaia, municipio del estado de Tocantins (noreste), ganara el premio por su novedoso concepto que incluye una clínica ambulatoria, una estación para tratar residuos, áreas de ocio, salón de belleza y espectaculares vistas hacia el río Javaés.
Río de Janeiro.- El sistema educativo brasileño sufre a menudo críticas por su nivel y falta de inversión gubernamental, pero este año una escuela brasileña ganó el premio por el "Mejor edificio de arquitectura educacional del mundo" del concurso "Building of the Year".
Una remodelación permitió que la escuela de Canuana, que funciona como internado en Formoso do Araguaia, municipio del estado de Tocantins (noreste), ganara el premio por su novedoso concepto que incluye una clínica ambulatoria, una estación para tratar residuos, áreas de ocio, salón de belleza y espectaculares vistas hacia el río Javaés.
Canuana cuenta con unos 800 alumnos a partir de los siete años de edad y se encuentra en una idílica zona de 2.549 hectáreas en Tocantins.
Desde hace 45 años, la Fundación del Banco Bradesco se encarga de financiar este centro educativo, en el que residen mayoritariamente estudiantes de familias humildes y muy alejadas de un centro educativo, por lo que sus familias acaban por internarlos.
"La estructura del centro era de los años 70 y necesitaba una reforma. Conversando con los alumnos, nos dimos cuenta de que decían que vivían en una escuela, que no reconocían el centro como su residencia. A partir de aquí empezamos a trabajar en un proyecto en el que queríamos trasladarles la idea de que Canuana es su casa", explicó a Xinhua el director del centro, Ricardo Rehder Garcia.
El proyecto galardonado fue un esfuerzo colectivo en el que participaron 60 alumnos de la escuela, el Instituto "A gente Transforma", el arquitecto Marcelo Rosenbaum y el despacho de arquitectos Aleph Zero. Se diseñaron dos edificios, separados entre niños y niñas, para un total de 540 residentes.
Rosenbaum, como diseñador del proyecto, usó la metodología del diseño esencial, que consiste en la capacidad de sentir la cultura, de desvendar y dar voz a los valores y saberes esenciales locales, lo que en aquella región de Tocantins significa reconocer el entorno de la cultura indígena.
"Después de escuchar la opinión de los alumnos, todos participamos juntos en la segunda etapa, en la que se intentó rescatar e incluir varias cosas: los saberes ancestrales que hay en la cultura nativa, los indios javaés, que viven delante de la escuela, las tecnologías aplicadas en las casas de los asentados, la convivencia en el cerrado o el calor de la región, comentó Garcia.
Los materiales usados en la remodelación tuvieron en cuenta métodos constructivos y productos de la región, como ladrillos de adobe, madera o techos de paja.
Los indios javaés decoraron con pinturas las puertas de los dormitorios "para demostrar a los alumnos que los pueblos indígenas tienen una cultura extremamente fuerte que debe ser respetada", agregó el director.
Posteriormente, los alumnos escribieron en un papel lo que querían o les gustaría del nuevo centro, incluso con dibujos.
Según Garcia, la principal queja fue que muchas personas dormían en la misma habitación, por lo que la principal solicitud fue una mayor privacidad.
Desde entonces, los alumnos pudieron elegir con quien compartir la habitación de seis estudiantes y controlar mejor su rutina diaria, lo que se refleja en un mejor rendimiento académico.
Para la directora pedagógica, Gislaine Maciel, la remodelación de la escuela sirvió para cambiar la dinámica de relación que tenían los alumnos.
"Antes pasaba el inspector a las 21:00 horas y decía a los 80 estudiantes que había en un dormitorio que era la hora de dormir. Ahora, el alumno, que está con sus amigos, es el primero que siente que tiene que ir a dormir porque tiene que levantarse pronto al día siguiente. Esto se refleja en una tranquilidad a la hora de estudiar en sus cuartos, con sus amigos", destacó Maciel.
Otro cambio es la libertad que ganaron los alumnos, que ahora pueden usar internet libremente, por ejemplo, en la sala de informática.
Antes, la navegación en la red era restringida y controlada por los profesores.
"Antes nos equivocábamos en varias cosas, los queríamos proteger mucho y no les dejábamos resolver problemas prácticos, como cocinar, lavar su propia ropa o usar internet", agregó la directora pedagógica.
La tasa de deserción del centro es de apenas del 2 por ciento anual, muy por debajo de la media nacional del 11 por ciento.
Aunque la mayoría de los alumnos estudia en Canuana hasta finalizar la enseñanza media, el centro también ofrece la opción de una especialización como técnico agropecuario a los que quieran seguir estudiando.
Además de ganar el premio al mejor edificio de arquitectura educacional del mundo de 2018, la escuela también obtuvo uno de los premios RIBA; fue elegida para participar en la Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia y ganó el Premio de Arquitectura del Instituto Tomie Ohtake AkzoNobel 2017.