Tras el promedio de 40 cirugías por hora que se hicieron en 2014 hay un problema de inseguridad médica y un paradigma de estética que asusta a algunos especialistas.
El Espectador. A finales de septiembre de este año el Consejo de Estado resolvió una disputa que tenía pendiente desde 2013 y que resume en buena parte uno de los grandes inconvenientes que hoy tiene Colombia a la hora de hablar de cirugías plásticas. En su fallo, el alto tribunal le ordenaba al Ministerio de Educación suspender una resolución en la que reconocía como médico especialista en cirugía plástica al señor José Roberto Zuluaga. El título de cirujano obtenido en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 2010, y que convalidó esa cartera, era en realidad falso y estaba poniendo en riesgo la vida de muchos pacientes.
Esa historia, que en principio había aterrizado en los escritorios del Tribunal de Ética Médica de Risaralda, es la misma que se repite cada tanto en el país pese a las denuncias que se vienen haciendo desde hace años. Y a pesar de ello, erradicar ese mal es un desafío pendiente en la lista de las autoridades de salud.
Por eso, porque aún siguen apareciendo casos de clínicas de garaje, de médicos sin título que se lanzan a ganar dinero a punta de liposucciones y aumento de senos, aún es difícil hablar con exactitud del número de cirugías plásticas que se llevan a cabo en Colombia. Aunque en su último informe la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (Isaps) asegura que se hacen 357.115 procedimientos de este tipo, lo cierto es que puede haber más. Claro: la cifra que se escapa de los cálculos de los especialistas, pertenece a ese porcentaje de supuestos doctores que siguen atendiendo sin la correspondiente capacitación.
Y ese gran problema es, en palabras de Lina Triana, presidenta de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (SCCP), uno de los principales inconvenientes que hoy tiene que enfrentar su gremio. Ella, que también forma parte de la junta directiva de Isaps, está cansada de repetirles a los colombianos que antes de someterse a un procedimiento de este tipo deben evaluar quién se los ofrece, para qué lo quieren y cuál es el riesgo que puede conllevar. Su analogía es perfecta: “Es como montarse a un avión con un piloto que aún no ha aprendido a manejar. Si se lo advirtieran, ¿usted sería capaz?”.
No han sido pocas las veces que Triana también ha alertado sobre los constantes procedimientos en menores de edad. “En ellos sólo se debe hacer si es estrictamente necesario. No se trata de regalar una cirugía cuando la hija cumple 15 años. Eso no se debe hacer”, dice Triana quien espera que el próximo año el Congreso apruebe un par de leyes que le pondrían tatequieto a este problema: una, para evitar que se sigan haciendo cirugías en menores de edad, y otra que regule y dé las pautas para realizar un procedimiento estético.
Según ella, el país ha logrado alejarse de esas prácticas tan usuales en las décadas del 80 y del 90, y que estaban ligadas a la estética que implantó el narcotráfico. Poco a poco, cuenta, “hemos entendido que el fin de las cirugías estéticas es armonizar y, ante todo, mejorar la calidad de vida de los pacientes. Claro: todo exceso es malo y en muchos casos una cirugía plástica no representa una solución”.
Sin embargo, el año pasado hubo más de 357 mil personas que optaron por ese camino. De esos casos, cerca de 252 mil fueron procedimientos quirúrgicos (categoría que recoge desde abdominoplastia y aumento de senos, hasta una cirugía de oreja y párpado), y casi 105 mil fueron procedimientos no quirúrgicos (es decir, bótox, eliminación de pelo o rejuvenecimeinto con láser). Con esa cifra, Colombia ocupa el octavo puesto entre los países donde más se practican cirugías plásticas. El primero es Estados Unidos, con 4.064.571 intervenciones.
“Nosotros poco a poco nos hemos ido especializando en esta área y tenemos reconocimiento mundial. Por eso, dentro de esa cifra hay un número significativo de extranjeros que optaron por nuestros médicos para realizarse alguna intervención. Lo más usual es que busquen cirugía de glúteos. Está de moda”, afirma Triana.
De acuerdo con sus cálculos, las ciudades donde más se realizan estas intervenciones son Bogotá y Cali, que hacen el 35%, y Medellín, que realiza el 12%.
Pero, como cuenta Triana, en el mundo parece haber una especie de culto por la cola o glúteos, los datos de la Isaps muestran que los colombianos prefieren la liposucción. Más de 55.300 personas optaron por esa intervención. Le sigue el aumento de senos (39.881), la abdominoplastia (24.292), la cirugía de párpados (22.164) y el aumento de glúteos (20.900). Y si se tiene en cuenta que, como revela la Isaps, en el país hay 950 médicos, a cada uno le correspondió hacer unas 375 cirugías al año. O, en otras palabras, diariamente se llevan a cabo un poco más de 978 procedimientos. Algo así, como 40 cada hora.
Pero más allá de estas cifras y de que parezcan una evidencia de que la calidad de los cirujanos colombianos es cada vez más destacable, para Juan Mendoza Vega, presidente de la Academia Nacional de Medicina, hay un tema de fondo que debe ser analizado con pinzas. Por un lado, para él esos datos deberían llamarnos la atención y las autoridades de salud deberían examinarlos con detalle. Por otro, para Mendoza, ese es un buen ejemplo de nuestro culto por la belleza física. “Hemos creado ideales que no corresponden a nuestra forma física. Y como nuestra contextura no es de esas características, tratamos de lograrlas con bisturí. Eso requiere una mejor educación en los jóvenes, especialmente”, asegura.
Además, Mendoza Vega también advierte sobre un problema mayor: la cantidad de médicos que no están autorizados para hacer aquellos procedimientos y que ponen en riesgo la vida de muchas personas. “Hay una escuela muy fuerte en Colombia que cree que un médico, por el simple hecho de graduarse de medicina, está preparado para hacer una cirugía estética. Infortunadamente hay países donde ofrecen cursillos y congresos del tema. Luego vienen aquí, los validan y las autoridades los autorizan para poner implantes. Debe haber una mejor regulación”. El mejor ejemplo de ello, quizás, es del doctor que el Consejo de Estado sancionó en septiembre y que fue validado por el MinEducación.