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Los misterios de "Alicia en el país de las maravillas", 150 años después
Viernes, Junio 12, 2015 - 15:41

Siempre rodeado de niñas a quienes contaba historias, entretenía y retrataba, Lewis Carrol parece esconder una cruda cara B tras el indiscutido clásico literario.

Alice Liddell fue encandilando lentamente al diácono inglés Charles Lutwidge Dodgson. Si bien él la conoce cuando ella tiene sólo cuatro años, su contacto casi a diario con la menor y sus hermanas permitió verlas crecer y formar parte de sus vidas.

Lidell es la inspiradora del libro que inmortalizó a Dodgson, bajo el nombre literario de Lewis Carroll: "Alicia en el país de las maravillas". La historia de intensas alegorías que vive una niña y satíricos personajes ha contenido las interpretaciones más variadas, siendo la más intensa aquella que da cuenta de una obsesión pedófila escondida en una dinámica literaria.

Con el pasar de los años se han ido conociendo una serie de hechos complejos de Carroll y su relación con menores. En un comienzo fue su gusto por tomarle fotografías a las niñas, lo que avanza hasta una supuesta petición de matrimonio a los padres de Lidell cuando ella tenía 13 años.

Su entusiasmo por retratar a menores llegaba, incluso, según él mismo relata, a fotografiarlas "con un vestido hecho de nada".

Al morir en 1898 el escritor dejó muchos diarios de apuntes, centenares de cartas y fotografías, material con el que sus herederos claramente no supieron qué hacer. Eran cajas y cajas de documentación.

Fue sólo a mediados del siglo XX cuando sus biógrafos analizaron el material y se percataron que una parte importante había sido alterado, mutilado o tachado, suponiéndose que alguno o algunos de sus herederos buscaron con ello esconder o silenciar algunas cosas.

Por su tarea de pastor, siempre se supo que Carroll frecuentaba a niñas e incluso portaba una maleta con juguetes para entretenerlas. De hecho, la propia Alice Lidell recuerda que la historia del libro surge en una constante dinámica de juegos que Dodgson tenía con ella y sus hermanas.

En sus paseos casi diarios, el diácono les contaba variadas historias, en las que las menores participaban con su imaginación. Hay un testigo clave de que el comienzo del libro surgió en esas dinámicas cotidianas.

El reverendo Robinson Duckworth, profesor de Oxford, estuvo en el paseo en que Alice le pide a Dodgson que cuente una historia y el también Lewiss Carroll narra el comienzo del futuro libro. Todos quedaron sorprendidos.

En 2013 la editorial española La Felguera, dirigida por Servando Rocha, presenta el libro "El hombre que amaba a las niñas", en el que se publican parte de las cartas y diarios del autor de "Alicia en el país de las maravillas". Un punto que el editor dejó claro es que, efectivamente, los archivos de Carroll fueron alterados.

"De hecho no se conserva nada de la documentación correspondiente a los dos o tres años en que duró la fascinación del autor por Alice Liddell", subraya.

Un hecho clave es que por su labor de diácono, Carroll era un hombre de confianza de la familia Lidell. Ellos eran los máximos administradores del college Christ Church de la Universidad de Oxford. Sin embargo, de un momento a otro -luego de que el escritor pasara horas y horas, durante varios días de la semana con las hijas de la familia- es obligado a alejarse de ellas. Se le prohibió, incluso, el ingreso a la casa.

Precisamente las hojas del diario de Carroll correspondiente a los aproblemados días con los Lidell están cercenados.

Como ese momento crudamente intenso en el que, tras la muerte de Carroll, su hermano Wilfred toma la decisión de abrir una cuidada caja existente en el escritorio del autor. Único archivo que se encontraba con llave. Lo que encontró ahí fue un golpe al mentón del orgullo familiar.

Muchas fotografías cuidadosamente ordenadas en las que aparecían niñas de entre seis y doce años que posaban para la cámara de Carroll en diferentes escenarios y posturas, algunas decididamente sensuales. En varias de esas fotografías, además, las niñas aparecían desnudas.

En "El hombre que amaba a las niñas" es posible leer cartas de Carroll escritas a modo de juegos: hay acertijos, rimas, a veces desarrolladas de atrás hacia adelante.

"Él amaba a las niñas en una época, alrededor de 1860, en la que había muchos fotógrafos que hacían lo mismo, pero lo que sorprende es que cuando escribe las cartas él se hace pasar por un niño, no es un adulto escribiendo", explica el editor Rocha.

Carroll buscaba situaciones atractivas, con cierto aire de romanticismo, enmarcadas con gran estética al retratar a sus heroínas, las disfrazaba, les leía cuentos, les contaba historias.

Para el conocimiento de la medicina existente en ese período, la atracción por los niños era catalogada como una enfermedad producida por la “debilidad mental” y propia de seres infantiles y débiles. La mirada ante este tipo de comportamientos claramente no es la actual.

Eso no significa que los padres consintiesen a que sus hijas se relacionasen con adultos, pero existía cierta mirada de pena frente a estos seres débiles condenados a vivir en el infantilismo.

Antes de que le prohibieran verla, fue la propia Alice Liddell la que instó a Carroll a publicar la historia que comenzó a contar esa tarde de paseos en la que ella era la protagonista. Eso ocurrió en 1865, bajo el sello de la editorial londinense Macmillan.

Pasaron muchos años para que el autor pudiese entregarle una copia a su inspiradora. Muchas décadas después, el escritor muere, Alice se casa, tiene hijos y enviuda. Su situación de mujer sola en un mundo complejo la obliga a rematar la copia del libro y así financiar sus difíciles días.

Quienes lo adquieren organizan algunos años después una exposición del libro en la Universidad de Columbia, al celebrarse en 1932 el centenario del nacimiento de Carrol. La casa de estudios estadounidense decide invitar a Lidell como símbolo de inspiración creadora, por lo cual ella -ya con 80 años- viaja a América.

Nunca hizo ninguna revelación en torno a su relación con el autor del libro que cuenta ya con 150 años de vida y muchos, muchos misterios.

 

Autores

Claudio Pereda Madrid