
Según la última encuesta global de EY (2024), el 47% de los trabajadores peruanos considera que sus líderes estarían dispuestos a actuar de forma no ética por beneficio personal.
En un mundo empresarial cada vez más competitivo, donde las métricas financieras suelen monopolizar la agenda, crece la necesidad de replantear una pregunta fundamental: ¿qué define hoy a una cultura organizacional verdaderamente sólida?
La respuesta no está únicamente en las cifras, sino en los principios que orientan las decisiones cotidianas. La ética, los valores y el propósito se posicionan como los pilares que sostienen culturas corporativas capaces de trascender.
Según la última encuesta global de EY (2024), el 47% de los trabajadores peruanos considera que sus líderes estarían dispuestos a actuar de forma no ética por beneficio personal. Este dato refleja un desafío urgente: fortalecer entornos laborales donde la integridad sea la norma, no la excepción.
“Una cultura organizacional saludable no se improvisa. Se construye con coherencia, desde el liderazgo, y con un compromiso auténtico con las personas. No basta con contar con un código de ética; el verdadero reto es integrarlo al día a día de la empresa, tomar decisiones difíciles en función de él y predicar con el ejemplo”, señala Esperanza Orrego, Gerente de Personas de Bimbo Perú, empresa reconocida internacionalmente por su enfoque ético.
LA ÉTICA Y LOS VALORES COMO CLAVES PARA UNA ORGANIZACIÓN SÓLIDA
Liderar desde la ética es un compromiso concreto que debe comenzar en la alta dirección. El liderazgo, cuando refleja de manera auténtica los valores de la compañía, se convierte en una guía para cada decisión y acción dentro de la organización.
La ética no es un concepto accesorio: es un pilar fundamental de la cultura organizacional. Supone establecer compromisos claros con colaboradores, clientes y socios estratégicos, priorizando la transparencia, la integridad y el respeto por los derechos humanos en todos los niveles. Cuando los valores son sólidos y están bien definidos, permiten alinear a toda la organización en torno a un propósito común, fortaleciendo así su cohesión y sostenibilidad a largo plazo.
EL IMPACTO EN EL RENDIMIENTO Y EL COMPROMISO
“Más allá de una declaración institucional, la cultura ética tiene un impacto directo en los resultados. Un entorno basado en valores promueve el sentido de pertenencia, incrementa la motivación y reduce la rotación de personal. Estudios han demostrado que cuando los colaboradores perciben una gestión coherente y ética, la productividad puede aumentar hasta en un 20%” señala Orrego
Por ello, cada vez más organizaciones están apostando por fortalecer su cultura interna a través de programas de desarrollo, estrategias de inclusión, y políticas de bienestar integral. Pero este compromiso también debe reflejarse en las relaciones externas: proveedores, aliados y socios estratégicos deben compartir los mismos estándares éticos para garantizar una cadena de valor coherente.