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Dentro del vórtice político: Ecuador entre legados, sorpresas y transformaciones
Mar, 29/08/2023 - 08:00

Juan Federico Pino Uribe

Juan Federico Pino Uribe
Juan Federico Pino Uribe

Profesor titular de Flacso Ecuador

Las recientes elecciones en Ecuador han marcado un hito en la crónica política de la nación. Estas no solo se distinguen por ser el resultado de un mandato presidencial acortado, algo que no habíamos presenciado desde antes de la era del presidente Rafael Correa. Lo verdaderamente notable es la forma en que este cierre anticipado se produjo: a través del mecanismo de la 'muerte cruzada' incorporado en la Constitución de Montecristi. Esta disposición, a primera vista, parece ser una suerte de salvavidas diseñado para resolver tensiones insostenibles entre el Legislativo y el Ejecutivo. Permite al presidente, en ciertos casos, disolver la Asamblea y convocar a elecciones. Es, en esencia, un rasgo que tiende más hacia sistemas parlamentarios que hacia el modelo presidencialista típico de Latinoamérica.

No obstante, en un giro irónico del destino, aunque esta herramienta fue inicialmente diseñada para favorecer la administración de Rafael Correa, terminó siendo activada por su adversario político, Guillermo Lasso. En una posición precaria, sin respaldo legislativo y enfrentando la amenaza de destitución, Lasso tomó la decisión audaz de activar esta válvula de escape y precipitar una nueva contienda electoral. Pero no se trataba de cualquier contexto electoral: el ambiente estaba cargado de tensión, exacerbado por un preocupante deterioro de la seguridad pública y la ominosa presencia de redes transnacionales de crimen organizado. Las dinámicas de violencia y el crecimiento de la delincuencia organizada, ya perceptibles durante las elecciones subnacionales de febrero de 2023, encontraron un punto de inflexión alarmante con el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio y del líder político de la Revolución Ciudadana, Pedro Briones. Estos sucesos no solo generaron conmoción a nivel nacional, sino que también resaltaron la problemática intersección entre la violencia y la política en el país. 

Aunque los resultados en la Asamblea estuvieron dentro de lo anticipado, la elección presidencial presentó resultados no previstos. El telón de las elecciones en Ecuador reveló un cuadro tanto previsible como sorprendente. Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana y sucesora política de Correa, emergió triunfante con un 33% del sufragio en primera vuelta. Su victoria, aunque esperada en muchos círculos debido al consolidado "voto duro" correísta con sus bastiones en Manabí, Esmeraldas, y otros enclaves, ratifica la influencia y legado de Correa en el tejido político ecuatoriano. Pero la jornada electoral trajo sorpresas. Daniel Noboa, un candidato relegado a los márgenes en la mayoría de los sondeos, se alzó con el segundo puesto, desafiando pronósticos y escepticismo generalizado. Su campaña, percibida por muchos como un simple ejercicio de posicionamiento político, dejó perplejos a expertos y analistas. Avalado por la alianza ADN y con un breve periplo político, Noboa emergió como el principal contrincante de González para la segunda vuelta.

Christian Zurita, candidato que reemplazó a Villavicencio tras su asesinato, se posicionó en tercer lugar. Su aumento de capital electoral puede ser un testimonio del repudio ciudadano a la violencia y la búsqueda de justicia. Mientras, Jan Topic, del Partido Social Cristiano, con un discurso pro-seguridad inspirado en figuras como Bukele, no logró despegar como muchos anticipaban quedando en cuarto lugar. Y entre las sombras de esta contienda, destacan los declives de Otto Sonnenholzner, Yaku Pérez, Xavier Hervas y Bolívar Armijos. Especialmente notables son los descalabros de Pérez y Hervas, cuyos capitales electorales se evaporaron en un abrir y cerrar de ojos.

Sin embargo, a pesar del triunfo inicial del correísmo, el panorama se presagia incierto. Aunque González lidera la carrera, el ascenso de Noboa sugiere una posible reconfiguración de fuerzas en la segunda vuelta. Históricamente, la primera vuelta ha sido el campo de batalla para determinar quién enfrentaría al correísmo, ya sea desde las élites, como sucedió con Lasso, o desde sectores sociales que han chocado con este proyecto político, como en el caso de Yaku Pérez. La pregunta persistente es: "¿Estará Noboa a la altura del reto que presenta González y el imponente legado correísta?".

Entrando en el intricado tejido de las elecciones de 2023, Ecuador despliega un tablero político lleno de sutilezas y giros inesperados. Dentro de este entramado, la figura emergente de Daniel Noboa se ha consolidado como el dark horse del proceso electoral. Este término, que alude a un candidato inesperado y generalmente subestimado, ha sido redefinido por Noboa, quien ha mostrado una profundidad estratégica que trasciende las expectativas iniciales. A pesar de tener una corta carrera como asambleísta, la figura de su progenitor, Álvaro Noboa, le otorga un legado que no puede ser ignorado. Aquel veterano político y empresario que intentó cinco veces alcanzar la presidencia del Ecuador, en lugar de crear un partido tradicional, estableció una red territorial mediante fundaciones, legado que Daniel ha sabido capitalizar.

Su postura, conciliadora, se aleja del antagonismo correísta-anticorreísta que ha definido la política ecuatoriana durante años. Aunque no buscó deliberadamente el apoyo anticorreísta, Noboa ha emergido como su campeón no oficial, una ironía que pone de relieve las complejidades del electorado del país. Por otro lado, González enfrenta un desafío más complejo. Con su base ya consolidada, las oportunidades de crecimiento parecen limitadas. El camino de Noboa no está exento de obstáculos. Si bien su ascenso ha sido sorprendente, ahora se encuentra en el ojo del huracán. La etiqueta de dark horse implica sorpresa, pero ahora, convertido en un contendiente principal, enfrenta el escrutinio y las expectativas de una nación. Su mayor reto podría no ser González, sino mantenerse fiel a su narrativa y evitar errores que puedan amplificarse bajo la lupa del escrutinio público.

El panorama en el poder legislativo también es complejo. Aunque el correísmo ha sufrido mermas, su presencia sigue siendo dominante, como una minoría mayoritaria. Con 48 asambleístas, poseen la capacidad de influir, si no bloquear, gran parte de la agenda legislativa del próximo gobierno. Por su parte, el ascenso de Noboa al centro del escenario político no se refleja con igual magnitud en la Asamblea. Su bancada, compuesta por 13 asambleístas, palidece en comparación con la del correísmo. Esta realidad plantea un panorama interesante. Si Noboa es elegido presidente del Ecuador, enfrentará un enorme desafío en la Asamblea. Su minoritaria representación legislativa le obligará a tejer alianzas, a formar coaliciones y a establecer puentes con otros partidos y movimientos. Un ejercicio que, aunque difícil, puede ser una oportunidad disfrazada.

Luisa González, con el respaldo correísta detrás de ella, tendría un camino más sencillo, al menos en términos legislativos. La necesidad de coaliciones sería menos imperativa para ella, aunque central. Sin embargo, para Noboa, las coaliciones no son una opción, sino una necesidad. Y en este escenario, surgen preguntas críticas: ¿con quién formará alianzas? ¿Buscará un acercamiento con la Revolución Ciudadana, adoptando una postura más conciliatoria? O, como parece más probable, ¿optará por una coalición con Construye, el Partido Social Cristiano y otros movimientos regionales? Los rumores y especulaciones sobre posibles nombramientos ministeriales, si es elegido presidente, ofrecen pistas sobre sus intenciones. Si bien es prematuro sacar conclusiones definitivas, las indicaciones iniciales sugieren que Noboa puede estar inclinándose hacia la segunda estrategia, buscando una base de apoyo más amplia y diversificada en la Asamblea. Esto no solo garantizaría una mayor gobernabilidad, sino que también le proporcionaría el apoyo necesario para implementar su agenda política.

Las elecciones de 2023 en Ecuador no solo reconfiguraron el mapa político del país, sino que también se enmarcaron en un contexto económico con matices y desafíos propios. Según datos del Banco Central del Ecuador, durante el primer trimestre de 2023, el PIB creció un 0,7% interanual, una cifra moderada que refleja ciertas tensiones y desafíos subyacentes. La Revolución Ciudadana, encabezada por Luisa González, ha señalado en repetidas ocasiones que las políticas progresistas de inversión pública y protección social son fundamentales para la estabilidad económica. En ese sentido, es relevante observar que el gasto de gobierno solo registró un incremento interanual del 0,5%. Sin embargo, lo que destaca es la contracción trimestral significativa del -7,3% en el gasto de gobierno. Dicho descenso trimestral se debió, en gran parte, a factores excepcionales como el proceso de equiparación y homologación salarial de docentes en el último trimestre de 2022. Este tipo de ajustes salariales, aunque cruciales para ciertos sectores de la sociedad, pueden generar tensiones fiscales a corto plazo.

El sector exportador, uno de los pilares de la economía ecuatoriana, también ha experimentado fluctuaciones. Aunque las cifras del Banco Central muestran un crecimiento interanual del 0,4%, este sector vio una reducción del 5,1% comparado con el cuarto trimestre de 2022. Las razones detrás de esta reducción son múltiples, pero una de las más evidentes es la reducción en la producción nacional de petróleo, tras las dos declaratorias de fuerza mayor realizadas por Petroecuador. Daniel Noboa, por otro lado, ha resaltado la importancia de políticas más libres en el mercado y de atraer inversión extranjera. Sus propuestas pueden ser vistas con escepticismo por algunos sectores, pero su ascenso en las urnas sugiere que una porción significativa de la población está dispuesta a considerar este enfoque. Las cifras del Banco Central muestran una preocupante contracción de la formación bruta de capital fijo del 5,2% interanual y un 4,6% trimestral, reflejando la incertidumbre política y económica que el país está enfrentando.

En el complejo tejido de la política y economía ecuatorianas, el o la inminente mandataria o mandatario enfrentará la ingente tarea de formular políticas que no solo procuren la estabilidad macroeconómica, sino que también inspiren confianza tanto en inversores como en la población en general. Las estadísticas del Banco Central del Ecuador, si bien iluminadoras, son meramente un eslabón en el vasto desafío que enfrentará Ecuador. El reloj avanza inexorablemente, y con poco más de un año hasta el 24 de mayo de 2025, el próximo líder deberá sentar cimientos sólidos en este paisaje en constante evolución. Es manifiesto que la arena política ecuatoriana, con sus altibajos y sorpresas, no tiene nada que envidiar a sus pares internacionales en términos de volatilidad. El horizonte, enmarcado por incertidumbre, reserva tanto obstáculos como oportunidades para este país en el corazón de los Andes.

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