Con experiencia en áreas concesionadas, Nicolás Romero Sangster hace un análisis de las causas de la crisis eléctrica y cómo combatirla.

Si la gente cree que una vez que llueva se van a terminar los problemas en el sector eléctrico, se van a llevar una gran sorpresa. Así lo indica quien fue gerente del Instituto Ecuatoriano de Electrificación (Inecel) de 1972 a 1975, Nicolás Romero Sangster.

Prevé que los problemas van a durar mucho tiempo, sobre todo si es que no se cambia el chip “de que el Estado empresario es exitoso”, pues dice que es lo contrario: ese “Estado empresario es un fracaso y lo ha demostrado”.

- Ecuador es dependiente de la generación hidráulica y ahora hay una sequía: ¿cómo afecta?

No se pueden poner todos los huevos en la misma canasta; eso es un grave problema, falta de planificación. Se debió haber analizado cómo iba a ser el mix y se dejó abandonado al sector termoeléctrico. No ha habido un mantenimiento adecuado.

Y, si la gente cree que una vez que llueva se van a terminar los problemas, pues, se van a llevar una gran sorpresa, porque los sistemas de transmisión, las subestaciones y los patios de maniobras del Sistema Nacional Interconectado (SNI) están a punto de colapsar por falta de mantenimiento, por falta de repuesto, por falta de actualizaciones.

Y yo creo que este problema eléctrico es para largo, de manera que este es el momento de tomar conciencia y de tomar una decisión y decir: “Ya basta de esta situación; cambiémosla radicalmente”.

- ¿Qué cambios se pueden dar?

Hay otros sistemas: eólicos, fotovoltaicos, solares... No se ha explotado para nada la energía geotérmica y este es un país de volcanes. Ahora se está desarrollando electricidad a base de las olas del mar.

Tampoco hemos explotado el gas de forma adecuada… Los problemas del sector eléctrico son múltiples y van a durar mucho tiempo, y no son culpa de este Gobierno, como los políticos quieren verlo; esto es un problema heredado.

- ¿Por dónde deben empezar los cambios?

Cambiando la mentalidad total del sistema… La única forma de resolver el problema es cambiar este chip que tenemos en el cerebro de que el Estado empresario es exitoso.

El Estado empresario es un fracaso y lo ha demostrado. Lo que hay que hacer es meter en la cabeza, en los políticos, que hay que cambiar completamente el tipo de Estado que tenemos, un Estado paternalista que quiere manejar y hacerse empresario, cuando ese no es el papel del Estado, y hay que tratar de que el sector privado sea el que intervenga cada vez más en el sector eléctrico.

- ¿De qué manera puede intervenir el sector privado?

Tienen que haber cambios fundamentales en las leyes, comenzando de alguna manera en modificar ese mamotreto que se llama Montecristi y otra serie de leyes que impiden y castigan más bien la intervención del sector privado en el sector eléctrico.

- ¿Cómo se podría empezar?

Comenzaría por privatizar las empresas de distribución que tienen unas pérdidas enormes. En este momento hay una distribución que yo no entiendo, porque la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) está hecho cargo de toda la Costa y Sucumbíos (Bolívar y Santo Domingo), mientras que en la Sierra todavía mantienen como sociedades anónimas a las empresas, en donde el Estado es participativo y también los municipios…

Todo el sector eléctrico en este momento es un caos por la forma como lo han manejado la burocracia, y ese es el gran problema, de manera que hay que cambiar las leyes y realmente un cambio en el chip total de la forma en que estamos mentalizados en cuanto al sector eléctrico.

- ¿Hay ejemplos a seguir en Ecuador?

¿Qué es lo que funciona en este país de los servicios públicos? Carreteras que están concesionadas, los aeropuertos de Quito y Guayaquil que están concesionados, el servicio de telefonía móvil está concesionado.

Entonces, si ya hemos aprendido que el sector privado tiene regulado, bien controlado por parte del Estado, que esa debe ser su función, ¿por qué no hacemos eso en el sector eléctrico? Por la oposición de los políticos, de los indígenas y unos cuantos socialistas que creen que el Estado es una maravilla.