Un hallazgo efectuado por científicos chilenos no solo abre la puerta a una reducción de la huella de carbono en la industria del vino, un sector estratégico de la economía del país sudamericano, sino que podría emplearse también en otros segmentos de la agroindustria.
Santiago. Buscaban técnicas para acelerar el cultivo de microalgas usando CO2 y se acabaron topando con una fuente de bajo costo en las cubas donde fermenta el vino.
El hallazgo efectuado por científicos chilenos no solo abre la puerta a una reducción de la huella de carbono en la industria del vino, un sector estratégico de la economía del país sudamericano, sino que podría emplearse también en otros segmentos de la agroindustria.
En la última década, Chile, el cuarto mayor exportador mundial de vino, ha estado impulsando iniciativas sustentables de producción para sumar certificaciones verdes y mejorar la competitividad de sus botellas.
El reto no es menor considerando que solo en vino embotellado, la industria chilena emite a la atmósfera 250.000 toneladas anuales de gases de efecto invernadero -según datos al 2017-, el equivalente a lo que se contamina para producir unas 25.000 toneladas de carne de vacuno.
Ahora, un centro tecnológico de la sureña ciudad de Concepción quiere patentar un procedimiento a bajo costo que captura y filtra los gases surgidos en la fermentación de los mostos, a fin de reutilizarlos en otras etapas de la elaboración de vino, como la limpieza de barricas.
"Esto va a generar una mejor imagen para la industria, porque ellos están muy preocupados por disminuir todas las emisiones", dijo Margarita Sepúlveda, gerenta del Instituto de Transferencia de Tecnología y Emprendimiento (ITE), que desarrolla el proyecto.
La novedosa técnica podría recortar entre un 12% y un 15% las emisiones totales en la producción de vino, explicó.
"Es muy circular. El proceso del vino genera CO2, pero además lo necesita en algunas de sus etapas", dijo Tomás Saieg, ejecutivo de la agencia estatal Corfo, que apoya la iniciativa.
Los métodos para capturar los gases que se desprenden de las cubas de vinificación hasta ahora resultan caros, a razón de US$4,5 por kilo de CO2 recuperado, con un elevado gasto energético que los hacen poco rentables.
La nueva tecnología busca reducir a la mitad esa cifra, en un ciclo sustentable que además disminuiría los gastos de las viñas y de otras industrias por compras de C02 purificado.
Un desafío latente. El proyecto surgido de las investigaciones sobre el cultivo de microalgas no se agota en el mundo del vino, ya que el CO2 procedente de las cubas podría emplearse también en otros sectores de la agroindustria.
Si consigue escalar su iniciativa, el equipo de ingenieros y químicos de ITE será capaz de multiplicar la biomasa de microalgas, usadas en la elaboración de alimentos para la acuicultura e, incluso, en la fabricación de suplementos energéticos de consumo humano.
"Las microalgas necesitan CO2 para reproducirse. Inicialmente partimos con ese problema, comprábamos el CO2 y nos salía caro. Entonces empezamos a buscar una fuente más limpia y que pudiéramos reutilizar", explicó Sepúlveda.
ITE dijo a Reuters que una veintena de viñas en Chile -incluyendo grandes grupos como Concha y Toro y Emiliana- se mostraron interesadas cuando empezó a desarrollar los primeros prototipos de recaptura de gases. También sostuvo conversaciones informales con la industria en Argentina.
La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) calcula que la producción mundial fue de 246,7 millones de hectolitros en 2017. Y cada botella emite una huella de carbono del rango de 1,2 a 1,5 kilos de CO2, tomando en cuenta todos los procesos de elaboración.
Viñas con enormes volúmenes de venta llevan adelante planes medioambientales y de tecnología a fin de responder a las tendencias del mercado global, que está exigiendo más sellos de sustentabilidad en las etiquetas.
"La captación del C02 es un desafío que ha estado presente por muchos años en la industria, latente", afirmó Gerard Casaboun, jefe de Innovación de Concha y Toro.