En apenas un año desde su fundación, la aceleradora para start-ups tecnológicas Wayra, potenciada por Telefónica, recibió más de 12.000 proyectos por parte de emprendedores tecnológicos. La gran mayoría de ellos proviene de América Latina y de España. Desde México hasta Lima, pasando por Bogotá, Lima, Buenos Aires, Caracas, Santiago o São Paulo, no hay ciudad del continente donde no se hallan asomados cientos y cientos de proyectos de emprendimiento en los más diversos sectores. En la actualidad ya existe casi un centenar de start-ups así creadas en todo el continente, algo sin precedentes en Iberoamérica.
Con ello se derrumba un mito muy arraigado en las distintas culturas latinas: que no hay (suficientes) emprendedores en América latina y/o en España para generar un entorno competitivo a nivel global. Pero no es cierto: la noticia es que, cada vez más, las buenas ideas se están encontrando con el financiamiento adecuado para impulsar su desarrollo. El caso de Wayra no es el único que se está moviendo en el continente. Una de las experiencias más llamativas se está dando, de hecho, en el extremo sur de la región, en Chile. Allí se ha iniciado desde hace dos años, Start-Up Chile (http://startupchile.org/), un programa impulsado por el gobierno que ha colocado al país sudamericano en el mapa mundial de la innovación, de las start-ups y del venture capital.
Coordinado por la CORFO chilena, una agencia gubernamental de fomento a la actividad empresarial y el desarrollo productivo, Start-Up Chile ha recibido hasta la fecha más de 3.000 aplicaciones. De este total se han seleccionado 300 de ellas, y más de unas 100 start-ups ya se graduaron del programa de aceleración. El impulso al ecosistema chileno de innovación y emprendimiento ha sido masivo, si se considera que en Chile existen unas 220 startups operadas por extranjeros. Éstas recibieron más de 10 millones de dólares en financiamiento, sobre todo procedente de Estados Unidos.
El programa fue creado en 2010 y fue ideado por un chileno graduado de Stanford (Nicolas Shea). Lo novedoso es que conlleva un apoyo integral a los emprendedores extranjeros que se asientan en Santiago de Chile. Éstos reciben 40.000 dólares para operar durante seis meses, además de visados válidos por un año. Como si fuera poco se les ayuda para que tengan un aterrizaje suave en el país en todos aquellos aspectos que obstaculizan el asentamiento de un extranjero: abrir una cuenta bancaria, registrarse en la policía nacional, obtener una vivienda, darse de alta una línea de teléfono, etc. Start-Up Chile incluye también un padrino, un emprendedor local que ayuda en el aterrizaje, y todo el apoyo de la incubadora.
Start-Up Chile busca atraer 1.000 emprendimientos al país en apenas cuatro años. La inversión anual es de 15 millones de dólares, es decir unos 60 millones de dólares en total. Hasta el momento, Start-Up Chile atrajo emprendedores de más de 70 nacionalidades diferentes. Colocando al país andino como uno de los principales hubs de emprendimiento y start-ups del continente, según TechCrunch. Las revistas internacionales focalizaron la atención sobre el país, empezando por MIT, The Economist o la Kauffman Foundation.
La iniciativa a fines de agosto pasado realizó la semana de Start-Up Chile. Este evento incluyó el denominado “Demo Day”: la oportunidad de los emprendedores de enfrentarse en vivo con los inversionistas. En este día 27 emprendedores contaron con tres minutos para encantar con su idea a quienes tienen el dinero, poniendo a prueba sus proyectos contra el tiempo, la presión y sus competidores directos. Con la realización de este evento se busca impulsar el emprendimiento generando competencia e intercambio de experiencias.
Start-Up Chile, más allá de sus logros y desafíos, ha conseguido algo único: colocar a un país conocido sobre todo por sus materias primas (es el principal productor y exportador mundial de cobre) en el mapa del emprendimiento a nivel mundial. No es poca cosa. Para inspirar a otros.