En el capítulo del 2017, entre enero y noviembre, la producción de petróleo crudo del país acumuló una caída interanual de 9,7% para llegar a un promedio de 1 millón 955.000 barriles diarios y se apuntó su decimotercero año consecutivo en contracción.
Que el sector de hidrocarburos de México haya dejado de ser un generador neto de divisas no es nuevo, fue una realidad que afrontó el país desde el 2015, pero que se convierta prácticamente en el único responsable del déficit comercial del país era, hasta ahora, algo insospechado.
A noviembre del 2017 esto último se perfilaba como un hecho prácticamente consumado para dicho año, pues la balanza comercial del sector petrolero marcó un déficit de US$16.670 millones, monto no solamente 30% mayor en su comparación interanual, sino US$5.952 millones superior al déficit comercial total del país, que al onceavo mes del año que recién terminó sumó US$10.718 millones, de acuerdo con cifras del Banco de México.
El saldo de la balanza comercial de mercancías se conforma de la suma de los saldos de la balanza no petrolera y de la petrolera. Por primera vez en cuando menos tres décadas, la no petrolera marca superávit y la petrolera, déficit, siendo éste lo suficientemente amplio para inclinar la balanza comercial total a terreno negativo.
En el periodo de análisis, la balanza no petrolera —que computa los flujos comerciales de los sectores agropecuario, extractivo y manufacturero— tuvo un saldo a favor de US$5.952 millones, que es, de hecho, la cantidad por la cual el desbalance petrolero excede el déficit total de la economía.
El vigor del sector no petrolero, cuyas exportaciones crecieron 9% (y cuentan por 95% de las ventas externas del país), se fundamentó en el dinamismo del crucial sector de manufacturas, donde un rol protagónico lo desempeña el ramo automotriz (representa 31% de las exportaciones totales), que a noviembre facturó 12% más en ventas externas.
En contraste, el desequilibrio comercial en el sector del crudo y sus derivados se da a la luz de tres fenómenos que han calado hondo en el orgullo de una nación de añeja tradición petrolera: las caídas sostenidas en la producción de aceite y en la elaboración nacional de petrolíferos —fundamentalmente gasolinas— y la creciente dependencia del gas natural estadounidense.
Aunque no son una especie reciente, la menor extracción de crudo y la baja en la refinación de gasolinas se ha intensificado en los últimos tres años, que coinciden con el fin de la era del monopolio extractivo y refinador de Petróleos Mexicanos (Pemex) a partir de la reforma energética del 2013-2014.
Las nuevas reglas del juego y el desplome de los precios del petróleo (66% entre el 2012 y el 2016) dieron lugar a un proceso de reestructuración de la empresa que incluyó sendos recortes presupuestales (del 2015 a la fecha) y a una redefinición de sus focos de negocio, relegándose las actividades de transformación de petróleo.
En el capítulo del 2017, entre enero y noviembre, la producción de petróleo crudo del país acumuló una caída interanual de 9,7% para llegar a un promedio de 1 millón 955.000 barriles diarios y se apuntó su decimotercero año consecutivo en contracción.
La mayor recuperación del precio de la mezcla mexicana, que se anotó un avance de 31% a un promedio de US$45,6 por barril, evitó que se completara un cuadro de horror, pues el valor de las exportaciones petroleras lejos de caer avanzó 23,3% gracias a este fenómeno.
El déficit petrolero fue inevitable, no obstante, debido al mayor dinamismo del rubro importador, pues de enero a noviembre sus erogaciones fueron 33.8% superiores en términos interanuales, gracias a mayores compras foráneas de gasolina, diesel, gas natural y gas LP.
Mayores gastos. Hasta el mes de octubre (mes con las cifras desagregadas más recientes al cierre de esta edición), solamente de gasolina, se erogaron en el exterior US$11.462 millones, 26,5% más en su comparación interanual, mientras que las importaciones de diesel tuvieron un valor de US$5.147 millones, 68% más a tasa interanual.
Ambos productos representaron en valor 50% de las importaciones de productos del sector de hidrocarburos y derivados que realiza México. Paralelamente, por concepto de gas natural y gas LP (que cuentan por otro 20% del valor de las importaciones petroleras totales), se pagaron en el exterior 60 y 38% más en el exterior, para sumar US$4.961 y US$1.663 millones, respectivamente.
Lo anterior coincide con la caída de 20% en la producción nacional de gasolinas a noviembre a 263.218 barriles diarios en promedio y con el desplome de 28% en la elaboración de diesel a un promedio diario de 158.344 barriles. En lo que va del sexenio, las caídas productivas en estos dos combustibles son de 37 y 47% respectivamente, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Energía.
El correlato de lo anterior es una mayor participación del producto importado en las ventas nacionales, de modo que en el periodo de referencia la participación del combustible foráneo ha escalado a siete de cada 10 litros vendidos en el caso de la gasolina y casi 6.5 litros de cada 10 vendidos en el caso del diesel.
Al iniciar el sexenio, esas proporciones eran de cinco de cada 10 en el primer producto y de tres de cada 10 en el segundo, en tanto que el año pasado eran seis de cada 10 y cinco de cada 10, respectivamente, por lo que la tendencia es claramente alcista y sin certeza sobre cuándo se detendrá.
Lo anterior, debido a la continua caída en la refinación de la empresa productiva del Estado, Pemex, y a la actividad importadora que alistan los privados en el 2018, gracias a la apertura de la infraestructura de transporte y almacenamiento de la estatal, pero también a la construcción de la propia.
Por su parte, las importaciones de gas natural han escalado 62% en lo que va del sexenio a un promedio de 1.773 millones de pies cúbicos diarios, a medida que se han desarrollado y activado nuevos ductos transfronterizos que conectan a México con Texas, donde se produce el gas natural más barato del mundo.