En el Congreso de los Estados Unidos se está viviendo una verdadera lucha de fuerzas que tiene en vilo a literalmente todo el mundo. El problema en esta ocasión, para decirlo de manera sencilla, es que el gobierno americano no tiene aprobado el presupuesto de gastos para el próximo año. Y en general, el problema es que los ingresos no alcanzan para cubrir sus gastos. Y lo más interesante es que este problema es el segundo round de una pelea que ya venía de atrás. En 2011 había ocurrido algo similar, no obstante un día antes de que se acabara el plazo para aprobar el presupuesto, el congreso norteamericano lo aprobó. Este año, el Congreso no alcanzó un acuerdo sobre los gastos, los ingresos y su financiación para el año fiscal que inició el primero de octubre.
Creo que es importante resaltar dos aspectos en esta discusión: el económico y el político. Por una parte, desde el punto de vista meramente económico, es innegable que el gasto del gobierno federal americano excede sus ingresos. Y eso ha venido ocurriendo por más de una década, de tal manera que se ha acumulado deuda a niveles que serían imperdonables para países como Colombia. Esa diferencia entre ingresos y gastos se aceleró con la crisis financiera de 2008, en la que los ingresos cayeron y el gasto federal aumentó para evitar que la crisis financiera se convirtiera en una profunda depresión. Así, el gobierno federal de los Estados Unidos se be obligado a generar una solución de corto y mediano plazo para esta situación. En el caso de ese país, el Congreso tiene la obligación constitucional de aprobar el presupuesto de financiación, para el siguiente año fiscal que va de octubre a septiembre. Si el congreso no aprueba el presupuesto, entonces el gobierno tiene que reducir sus gastos a su mínima expresión.
El problema por sencillo que suene se ve permeado por el aspecto político, lo cual hace más complicado el escenario. El Congreso americano es el campo de discusión ideológica de los republicanos y demócratas que presenta dos concepciones diferentes del rol del sector público en ese país. Por un lado, los demócratas quieren un gobierno más grande que, por ejemplo, garantice el derecho universal a la salud (como se aprobó en parte el año pasado); mientras que los republicanos creen que el papel del gobierno debe reducirse a ser un garante de las libertades y que permita que el sector privado compita para proveer servicios y bienes a los ciudadanos. Por lo tanto, desde ambas orillas la opción para resolver el problema económico son diferentes. Los demócratas quisieran aumentar impuestos y mantener el gasto; mientras demócratas quisieran todo lo contrario.
La coyuntura ha permitido a los republicanos vuelvan ha poner sobre la mesa la reforma a la salud que ya había sido aprobada el año pasado. Aduciendo que la reforma no es benéfica para el país, un grupo de republicanos está tratando de negociar la aprobación del presupuesto y el aumento del cupo por una reducción o aplazamiento de la reforma a la salud. Los republicanos, que son mayoría en la Cámara de Representantes, pasaron el domingo pasado dos enmienda al proyecto de presupuesto que recorta el alcance de la reforma de la salud. Por otro lado, los demócratas que dominan el Senado no aprueban esa enmienda y no pasaran el proyecto. Esto defendiendo el logro del año pasado materializado en la reforma a la salud.
Ahora, el problema no para en que el presupuesto no se ha aprobado. El 17 de octubre probablemente estallará otro problema. El endeudamiento del gobierno americano toca su limite y no tendrá autorización para endeudarse más. Algo así como lo que le ocurre a los hogares cuando se acaba el cupo de la tarjeta de crédito y no hay más plata en el bolsillo para pasar el mes. Así, ésta y la próxima semana veremos una gran batalla por lograr un acuerdo en estos temas. Y los republicanos tratarán de sacarle el mayor provecho político a esta negociación.