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India: una nación que se ha olvidado de la competitividad
Dom, 01/12/2013 - 12:32

Swaminathan S. Anklesaria Aiyar

Los 'intocables' de la India se convierten en millonarios
Swaminathan S. Anklesaria Aiyar

Swaminathan S. Anklesaria Aiyar es un prolífico columnista y comentador en televisión en la India, muy conocido por su columna semanal titulada "Swaminomics" en el periódico Times of India. Es autor de Escape from The Benevolent Zookeepers--The Best of Swaminomics (New Delhi: Times of India, 2008) y ha sido reconocido como el "principal periodista económico de la India" por Stephen Cohen de Brookings Institution. Ha sido editor de los diarios financieros más importantes de la India, The Economic Times y el Financial Express, y también fue el corresponsal en la India para The Economist por dos décadas. Frecuentemente se ha desempeñado como un consultor para el Banco Mundial y El Banco Asiático de Desarrollo. Swami vive parte del año en la India y otra parte en EE.UU. Tiene una maestría en economía de la Universidad de Oxford (Inglaterra) y actualmente es académico titular del Cato Institute.

En 1991, India era el principal benefactor de ayuda externa del mundo, un gigante no competitivo rogando por dádivas. Las reformas económicas que se iniciaron en 1991 gradualmente hicieron de India un país altamente competitivo, que alcanzó un crecimiento de 9% del PIB y que llegó a ser considerado un potencial súper poder.

Esos días han pasado. El crecimiento del PIB se ha reducido a la mitad, 4,5%. Peor aún, la clase política de India ha dejado de siquiera tratar de competir a nivel global. Se enfoca en subsidios, reservaciones y medidas especiales para alimentar la acumulación de votos, sin importar las consecuencias que todo esto tenga para la competitividad. Esto finalmente resultará en la bancarrota, no en un crecimiento inclusivo (como dicen los políticos en el congreso).

Cuando India quebró en 1991, se necesitaron medidas drásticas a lo largo de varios años para restaurar la competitividad. El rupia fue devaluado inmensamente, las licencias industriales y el permiso en virtud de la Ley de Monopolios y Prácticas de Comercio Restringido (MRTP, por sus siglas en inglés) fueron abolidos, el comercio fue liberalizado, los aranceles a las importaciones fueron gradualmente reducidos desde 300% hasta alrededor de 10% en 2005. Los monopolios en el sector público como las telecomunicaciones y la refinación de petróleo fueron abiertos al sector privado, permitiendo la creación del servicio de telecomunicaciones que crecía más rápido en el mundo y que también era el más barato, y de las refinerías más orientadas a la exportación del mundo. La inversión extranjera liberalizada permitió a India convertirse en un núcleo productor de autos pequeños. Muchas multinacionales como General Electric vinieron e hicieron del país un centro de investigaciones y desarrollo. Un sector privado liberalizado creó la revolución de software y la contratación remota de procesos de negocios (BPO, por sus siglas en inglés).

Las exportaciones de mercancías aumentaron de 5% del PIB a 15%. Las exportaciones de servicios aumentaron todavía más rápido y la India se convirtió en líder mundial en software. La rupia se fortaleció de 50 rupias por dólar, en 2002, a 40 rupias por dólar para 2008. La creciente competitividad de India hizo de ella un súper poder. Eso de repente se esfumó. En los últimos tres años, el crecimiento del PIB ha colapsado, la industria y las exportaciones se han estancado, el déficit actual en la cuenta corriente se ha ampliado dramáticamente, y la rupia ha colapsado. Hace un año, esto finalmente persuadió al gobierno para que éste emprenda algunas reformas, pero estas no han logrado revivir el viejo dinamismo.

¿Por qué? Porque las nuevas medidas no cambiaron la mentalidad política de ignorar la competitividad constantemente al momento de formular nuevas políticas y regulaciones.

Los políticos subestiman la competitividad y simplemente quieren dividirse las ganancias derivadas del crecimiento. Por lo tanto, el abandono de la competitividad ha resultado en el colapso del crecimiento y también de las ganancias.

En su “presupuesto de sueños” de 1997, el Ministro de Finanzas Palaniappan Chidambaram declaró que India reduciría constantemente sus aranceles a las importaciones hasta llegar a los niveles de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste de Asia). Esto pretendía hacer que India compita con los tigres asiáticos, no solamente en tasas tributarias sino en todo lo demás, convirtiendo a India en el próximo tigre. Esto de hecho sucedió. Pero en lugar de reconocer esto como un modelo para las próximas políticas, el gobierno de UPA desde 2004 no se preocupó acerca del crecimiento rápido y dejó de tratar de competir. Manmohan Singh firmó un acuerdo nuclear con EE.UU., pero aprobó una ley nuclear tímida que no incluyó las cláusulas de responsabilidad que eran la práctica global. El resultado: ni siquiera los rusos quieren venderle nuevos reactores a India.

India seguramente necesita nuevas reglas para asegurar el medio ambiente y las tribus. Pero al formular nuevas reglas y regulaciones, ¿alguien se encargó de revisar si nuestras reglas eran similares a aquellas de países con los cuales competimos? Lamentablemente, no. Necesitamos una política de adquisición de tierras más justa. Pero nuestra nueva ley exige la evaluación de impacto social y la aprobación de un grupo de expertos antes de que se de cualquier adquisición. ¿Las naciones con las que competimos tienen normas que retardan tanto así el proceso? ¿Acaso sus gobiernos insisten en que 80% de los propietarios de tierras consientan las adquisiciones? ¿Le dan a los trabajadores, proveedores y otros no-propietarios poderes de veto sobre las tierras? ¿Asignan la carga de la rehabilitación a las industrias o al gobierno?

Las cortes activistas y las ONGs han empeorado estas cuestiones, a pesar de sus buenas intenciones. El tribunal verde ha prohibido la minería de arena sin aprobación ambiental. El resultado es una gigante escasez de arena legal, lo que simplemente fomenta la minería ilegal. Un resultado similar es evidente luego de las prohibiciones mal formuladas a la explotación de las canteras de rocas. Ahora demora doce años abrir una nueva mina de carbón. No solo la minería ilegal de hierro, sino también la legal han sido prohibidas en algunos estados. ¿Otros competidores asiáticos tienen prohibiciones de este tipo? Si no las tienen, ¿cómo afecta esta regulación la competitividad de India?

Esto parece no importarle a las cortes, ni a las ONGs ni a los políticos. Un sinnúmero de nuevas reglas y regulaciones son constantemente creadas sin que se haga ejercicio alguno de costo-beneficio para determinar el impacto sobre la competitividad. El último reporte Haciendo Negocios del Banco Mundial dice que India ha caído de la posición 131 a la posición 134 en la facilidad para hacer negocios. Se encuentra en la posición 177 en la facilidad de establecer una empresa, 183 en la facilidad para obtener un permiso de construcción, y 186 en la facilidad para hacer cumplir los contratos. Aún así esta condenatoria exposición de nuestra falta de competitividad no produce voluntad política alguna para realizar los cambios. Tenemos un profundo problema estructural que ni siquiera es reconocido, mucho menos resuelto. ¿India tendrá que quebrar una vez más para concentrar las mentes de los políticos?

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.