Hace unos meses escribí un artículo advirtiendo la posibilidad de que el cortoplacismo político en Bolivia se esté cruzando con el largo plazo, amenazando la causa autonómica del polo de desarrollo cruceño y, con ella, lo mucho o poco de libertad que gradualmente va quedando en el país. En el marco de cinco años de crisis económica internacional, se estableció un parangón, por su proximidad, en el diseño de la estructura fiscal entre el nuevo esquema administrativo autonómico de Bolivia con el de España, entre La Paz y Santa Cruz, y entre Madrid y Cataluña; o el centralismo y la equívoca dinámica autonomista dependiente del presupuesto central.
Ahora que Rubén Costas, prefecto y gobernador de Santa Cruz, ha sido proclamado como candidato a la presidencia de Bolivia, coincidiendo con la posibilidad de que la Reserva Federal de los Estados Unidos reduzca sus planes de estímulo monetario -entre otros efectos la medida provocaría el agravamiento de la crisis global y con ello la caída eventual de la cotización de las materias primas de las que el Presupuesto General del Estado fundamentalmente depende-, las previsiones de aquel entonces ya no sólo van cumpliéndose, sino que las perspectivas para 2014 tampoco son en absoluto halagüeñas.
Bolivia tiene un serio problema de diseño estructural. Las autonomías departamentales son una copia fiel de las Comunidades Autónomas españolas que hasta 2007 le permitieron a Rodríguez Zapatero afirmar de la manera más fanfarrona posible que España no sólo no se encontraba en ninguna crisis, sino que aquel país incluso tenía el sistema financiero más sólido del mundo; que la economía española había entrado durante aquella legislatura en la Champions League de la economía mundial, "mal que les pesara a algunos". Más tarde, cuando España se encontraba en el pozo junto a Grecia, Irlanda, Portugal e Italia al borde de la intervención de Bruselas, Rodríguez Zapatero se vio forzado a reconocer errores, adelantar elecciones y perder el poder, senda paliza electoral mediante; no mucho más tarde, las Comunidades Autónomas en su conjunto se encontraban al borde de la bancarrota y solicitando el rescate a Madrid. Para terminar la escena, en diciembre de 2012 el Rey Juan Carlos prestaba su mensaje de Navidad afirmando que España vivía uno de los momentos más difíciles de su reciente historia, que la crisis había alcanzado una intensidad, una amplitud y una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba. Sí, recordando la tan mentada frase de Paz Estenssoro en 1985.
El esquema es casi elemental: el diseño estructural autonómico establece la descentralización del gasto, pero no el de la recaudación. Durante tiempos de auge las autonomías se dedican a gastar a manos llenas; lo que otorga el gobierno central tiene la condicionante de revertir toda fracción de presupuesto autonómico no ejecutado, y entonces, la carrera del gasto y la hipertrofia estatal entre gobiernos departamentales y central es inminente. Cuando los tiempos de auge insostenible se detienen, la resistencia a realizar ajustes y reformas estructurales que eliminen o privaticen las atribuciones centrales y autonómicas de producción y servicios de un virtual Estado de Bienestar sólo prolongan la agonía. Hoy las propuestas españolas de pacto fiscal, empezando por la catalana, han ocasionado la pérdida del rumbo por completo.
Hoy en Bolivia está sucediendo lo mismo que sucedía en España en momentos previos a 2007 y no puede no servir como advertencia para 2014. La candidatura de Rubén Costas a la presidencia tiene desafíos mucho mayores a los que denota su discurso evasivo y aún poco comprometido con la causa que lo ha llevado donde está. Si acaso Costas busca hacerse de la presidencia para garantizar la autonomía, esto es una absoluta contradicción en los términos. Pero si por otro lado no renuncia para preservar la misma causa, se dará cuenta de que el desafío frente a la necesidad de realizar ajustes y reformas frente a la eterna tentación del político medio de incrementar impuestos, no es menos importante por tratarse de una dimensión y magnitud distinta a la del gobierno central que sólo ha provocado años de migración del occidente hacia el oriente del país en busca de mejores días.
O la causa autonómica simplemente no existe y este es un espectáculo sencillamente grotesco, o se empieza a considerar que el problema no está en arrancarle una mayor parte del pastel que sólo replantea el escenario violento donde el gobierno central ha demostrado desenvolverse de mejor manera, sino en el congelamiento inmediato del gasto autonómico para 2014 aprovechando su elevado nivel actual de popularidad. No vaya a ser que Rubén Costas se quede sin presidencia ni gobernación, y Bolivia sin la oportunidad que aún representa Santa Cruz a través de su causa autonómica.