La rapidez en la toma de muestras para determinar si una persona tiene el coronavirus ha resultado clave para la contención de la pandemia en el país asiático, una gran diferencia con otros países afectados.
El Covid-19 no es la primera epidemia que azota en los últimos años a Asia. Tanto el SARS de 2003 como el MERS de 2015 hicieron estragos entre la población y en la economía. Hace cinco años en Corea del Sur esa enfermedad mató 38 personas y el país se preocupó de entender lo que había hecho mal: perder tiempo en el diagnóstico y confirmación de los casos. Eso ha permitido que hoy, con el coronavirus, haya evaluado a 248 mil personas, identificando más de ocho mil casos. Su mortalidad es del 0,9% de los infectados.
Bastante distinto del caso de Wuhan, en China, que tiene una tasa de mortalidad del 4,5%. Y de acuerdo con un reportaje del sitio ProPublica, el contraste también es fuerte respecto de los EEUU.
Con información proporcionada por la OMS, los funcionarios de salud surcoreanos pueden llegar a evaluar hasta 10 mil personas por día. Mientras que los Estados Unidos ha analizado unos pocos miles en dos semanas.
Y en vez de emplear los tests aprobados por la OMS y los CDC, el país ha insistido en crear su propio mecanismo de detección, partiendo desde cero.
Esta incapacidad para determinar quién está infectado y quién no ha tenido amplias consecuencias, según el sitio de investigación estadounidense, que en un reportaje publicado este fin de semana denuncia que personas infectadas han estado transitando por distintos sitios públicos, propagando la enfermedad sin saberlo.
"Con nuestra experiencia pasada con MERS, nos pareció muy importante diagnosticar a las personas rápidamente y evitar la propagación a la comunidad a través del aislamiento de las personas infectadas", explica en el reportaje Gye Cheol Kwon, presidente de la Sociedad Coreana de Medicina de Laboratorio.
Contar con los tests y aplicarlos rápidamente a la mayor cantidad de población posible fue lo que dio a la nación asiática una ventaja para detener el contagio de la enfermedad.
“Usaron la prueba de la OMS, por lo que tuvieron una prueba que fue validada desde el principio. Luego, tomaron una decisión simple: probar a tantas personas como sea posible. Se organizaron para obtener muestras y luego se aseguraron de tener un rendimiento muy alto en los laboratorios ", dijo a ProPublica el Dr. William Schaffner, profesor de medicina preventiva y enfermedades infecciosas en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt.
De acuerdo con ProPublica, esto permitió mapear a las personas y sus movimientos, identificar focos de contagio y dirigir correctamente los esfuerzos del gobierno.
El contraste con las acciones de Estados Unidos es abismal: los CDC definieron acotados parámetros para los muestreos, debido a una escasez de los kits de análisis.
El enfoque fue centrarse en personas que hubiesen viajado o hubiesen tenido contacto con viajeros en zonas de riesgo. Ello, a pesar de que epidemiólogos advirtieron que no era una aproximación correcta.
Una limitación que en lugares como Seattle podría haber dado a la enfermedad una ventaja en algunas comunidades. Días más tarde se aflojaron los criterios, pero la falta continua de capacidad de prueba posibilitó que la enfermedad continuara propagándose y sin seguimiento, destaca el portal, que denuncia tener el testimonio de docenas de personas que aun teniendo los síntomas no pudieron hacerse una prueba.
El resultado es que, hasta hoy, los funcionarios del sector salud no conocen el alcance total del brote, porque no todos los que están enfermos están siendo examinados.
Los médicos que sospechan que las personas tenían COVID-19 dicen que no han podido evaluarlo. “En todo el país, el problema número 1 es hacerse pruebas, porque solo los CDC y el Departamento de Salud pueden realizar pruebas. Así que tuvimos que llamarlos, y ellos dijeron que no ", dice la doctora Celine Thum, que trabaja en un hospital de traumatología en la ciudad de Nueva York.
Sin cifras sólidas, los funcionarios estatales y locales han ofrecido conjeturas muy diferentes sobre el nivel de infección.
Tratamiento de acuerdo con síntomas. El presidente Donald Trump declaró una emergencia nacional el viernes, prometiendo que las pruebas de detección de la enfermedad estarán disponibles para cualquiera que las necesite.
Pruebas a gran escala que podrían hacer una diferencia significativa, según Schaffner y Eric Feigl-Ding de Vanderbilt, investigador principal de la Federación de Científicos Americanos, porque EE.UU. aún no tiene una crisis desbocada como Italia. Por ello, los tests serán parte de la contención que reduzca el ritmo de las infecciones para que el sistema de atención médica no se vea abrumado por una avalancha de pacientes que necesitan cuidados intensivos.
Las estimaciones sobre cuántas de estas pruebas necesitará Estados Unidos, con su población de 329 millones varían bastante, destaca el portal ProPublica, pero si los enfoques actuales fallan y las pruebas son escasas, los trabajadores deberán diagnosticar el Covid-19 en función de los síntomas. Algo que ya ocurrió en China.
Algunos funcionarios han ido más allá y han reconocido fallas en el proceso. "Es un fracaso", dijo el jueves el Dr. Anthony Fauci, miembro del grupo de trabajo COVID-19 de la administración Trump. "Admitámoslo: el sistema no está realmente orientado a lo que necesitamos en este momento".