Una semana después de que el primer ministro Mohamed Ghannouchi tomara las riendas de una coalición interina tras el derrocamiento del mandatario Zine al-Abidine Ben Ali, él y otros ex funcionarios de la vieja guardia afrontan una creciente presión para retirarse del escenario político.
Túnez. Manifestantes de las empobrecidas zonas rurales de Túnez se reunieron este domingo en la capital para exigir que la revolución que iniciaron no deje en el poder a los remanentes del antiguo gobierno.
Una semana después de que el primer ministro Mohamed Ghannouchi tomara las riendas de una coalición interina tras el derrocamiento del mandatario Zine al-Abidine Ben Ali, él y otros ex funcionarios de la vieja guardia afrontan una creciente presión para retirarse del escenario político.
No se sabe cómo podría ser la forma de un eventual liderazgo popular. Existen partidos formales de oposición pero no son conocidos tras décadas de opresión. Un partido islamista vetado hasta el momento ha llamado a elecciones adelantadas y podría encontrar apoyo dispuesto.
Durante días, manifestantes se han reunido fuera del despacho del primer ministro en Túnez, limitados en número pero tolerados por la fuerza policial, que a su vez parece preocupada por su futuro tras la partida de Ben Ali.
Los manifestantes gozan de un amplio apoyo entre la población, que no está acostumbrada a la libre expresión política.
Este domingo, en medio de un fin de semana en calma, cientos de personas que habían estado acercándose a la capital en una "caravana de la libertad" rodearon el edificio de Ghannouchi en el centro de Túnez.
Muchos provenían de Sidi Bouzid, una ciudad del centro del país donde se inició la "la revolución jazmín" hace un mes por un hombre que se suicidó a lo bonzo.
"Somos marginados. Nuestra tierra está en manos del gobierno. No tenemos nada", dijo Mahfouzi Chouki, de una ciudad cercana, que se encuentra a unos 100 kilómetros al sur de Túnez y a un mundo de distancia de los opulentos centros vacacionales de la costa a dónde acudía la elite favorecida por Ben Ali.
Algunos recién llegados traían consigo alimentos y camas. Planeaban desafiar un toque de queda para acampar y presionar por sus demandas.
"Venimos de Sidi Bouzid, de Kairouan, de Gefsa (...) a traer nuestra voz a la capital", dijo uno de los asistentes, Safi Adel.
Manifestantes dijeron que no dejarían que el legado de Mohamed Bouazizi - quien se prendió fuego en protesta por los niveles de pobreza y opresión - termine con Ben Ali refugiado en Arabia Saudita y con el establecimiento de un gobierno dominado por sus aliados.
"La gente quiere que este gobierno caiga", cantaban.
La revuelta tunecina impactó a millones de personas en el mundo árabe que sufren de forma similar debido al alto desempleo, los altos precios y gobiernos corruptos de líderes apoyados por potencias occidentales como protección contra el Islam radical.
En una emotiva entrevista en la televisión estatal este viernes, Ghannouchi dijo que pretendía retirarse de la política tras organizar elecciones, pero pese a las señales de que muchos tunecinos querrían volver a la calma, sus palabras no mitigaron los llamados a su dimisión.
Ghannouchi también ha buscado distanciarse del ex líder. Prometió perseguirlo y compensar a las familias de víctimas de derechos humanos.
Al arresto de 33 personas del entorno de Ben Alí se sumó la detención domiciliaria de Abdelaziz bin Dhia, portavoz y asesor del depuesto líder, y Abdallah Qallal, presidente de la cámara alta del Parlamento.
También estaba retenido por "traición" un familiar de Ben Ali cuyo canal de televisión privada fue acusado de promover el retorno del mandatario.
El gobierno dice estar a la caza tanto en el país como en el exterior de propiedad pública que se cree fue robada por el clan del ex presidente.