Este año empezó mal para las fuerzas progresistas de Chile, y termina peor. La última vez que los progresistas chilenos enfrentaron la necesidad de reorganizarse, de reflexionar sobre las causas de su derrota, y de evaluar con quiénes asociarse en su largo camino hacia el poder, fue en circunstancias muy distintas a las actuales. Su dispersión mundial, producto del exilio, dificultó entonces la reorganización. Sin embargo, aquella situación tuvo la singularidad de ayudar a que dirigentes políticos pudieran entrar en contacto con diferentes modelos e ideas. Los principales debates se centraron en tres ejes: democracia, socialismo y derechos humanos.
A pesar de que las condiciones hoy en día son infinitamente más fáciles, el desafío es igual o más difícil. No se enfrenta ya a una dictadura, sino que a un gobierno legítimamente elegido, por lo que esos tres ejes de discusión ya no son relevantes. Y en Europa, las fuerzas socialdemócratas no pasan por su mejor momento. Entonces, ¿dónde buscar inspiración?
En realidad, no hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo de un político progresista que, en poco tiempo, ha revertido el desastre electoral en éxito político, porque las últimas semanas de 2010 fueron extraordinariamente productivas para el gobierno de Barack Obama. Lo que es sorprendente es que se produjera después de un muy mal resultado en las elecciones parlamentarias de noviembre.
Pero Obama vio que existía una ventana -antes de la llegada de los nuevos miembros republicanos a la Cámara de Representantes en enero- para poder utilizar una mayoría que le permitiera aprobar un buen número de proyectos de ley en materias como la tributaria, la regulación alimentaria, o el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Start III) negociado hace unos meses con la Federación Rusa. Además, revocó la ley conocida como "Don't Ask, Don't Tell", lo cual eliminó los obstáculos jurídicos que impedían que los homosexuales pudieran abiertamente entrar al Ejército. Esto, después de la aprobación en marzo de la más importante reforma al sistema de salud estadounidense en dos generaciones.
Las críticas que el presidente Obama ha recibido del ala izquierda de su partido dan fe de lo que se tuvo que sacrificar al negociar con la oposición para hacer posible las aprobaciones en el Congreso. En otras palabras, de cómo Obama ha girado del discurso casi mesiánico de su campaña a un estilo mucho más práctico y realista.
Después de un intenso verano en el que el Tea Party lo acusaba de ser un socialista encubierto (y más) y un otoño de derrota electoral, se impuso la política. En algún momento Obama debe haber recordado que ser presidente implica gobernar, que para gobernar es altamente deseable que se aprueben proyectos de ley, y que para eso hay que negociar y ceder. El presidente dio un giro hacia el centro.
En vez de repensar el centro en Chile, la Concertación se ha dedicado a hacer cálculos electorales, centrándose en buscar aliados fuera de la coalición y se le acusa de izquierdización. Mientras que personajes supuestamente progresistas como Arianna Huffington alaban el "sueño chileno" que representa Sebastián Piñera, la Concertación sigue permeada por peleas antiguas, sumando peleas nuevas.
Mientras el gobierno promete que los fondos de la venta de las sanitarias serán destinados a la reconstrucción, la oposición lanza acusaciones sobre ‘los amigos del presidente’. Mientras el gobierno anuncia revoluciones educacionales, la Concertación sigue revolucionada por la presidencia del Senado. Mientras las encuestas muestran que las principales preocupaciones de los chilenos son la delincuencia, la educación y el empleo, la Concertación apoya una débil y mal preparada interpelación a la Ministra de Vivienda y Urbanismo.
Reencontrarse con el centro implica retomar posturas, y por lo tanto discursos, que le importan a la mayor parte de los chilenos, dejando atrás las caricaturas, las sospechas y las frustraciones sobre el éxito empresarial del presidente y sus amigos (los chilenos ya lo saben, e igual votaron por él).
Implica retornar a propuestas políticas que le importen a la clase media, para que los chilenos no sigan sintiéndose engañados por una educación pública desfinanciada y que no educa, un sistema tributario que beneficia a los más ricos, un sistema de salud que cada vez más subsidia a las clínicas privadas, y una reconstrucción centrada en remodelaciones. E implica retomar el internacionalismo histórico, mirando menos hacia adentro, y más hacia modelos exitosos, incluso si vienen de Estados Unidos.
*Esta columna fue publicada originalmente en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.