Hace algunos años, el economista Hernando de Soto, nos indicó con claridad y precisión que la definición y el respeto a la propiedad privada es una de las razones por la cual el capitalismo produce riqueza y prospera en algunas zonas del mundo, principalmente el occidente, mientras que en otras se estanca y perpetua la miseria. El reconocimiento, la definición y el respeto de la propiedad son condiciones indispensables del bienestar económico, ¿qué posibilidades de progresar tiene una sociedad, si el fruto del trabajo y esfuerzo individual no se encuentra garantizado?
En su ya clásico libro: El misterio del capital, de Soto, concluye que buena parte de la marginalización de los pobres en los países en vías de desarrollo y en los que salen del comunismo nace de la precariedad de sus sistemas de propiedad y la incapacidad para aprovechar los beneficios que aporta un buen conjunto de reglas de propiedad: fijar el potencial económico de los activos, integrar la información dispersa en un solo sistema, volver responsables a las personas, hacer fungibles los activos, integrar a las personas en una red y proteger las transacciones.
Todavía más, para los economistas existen cuatro formas por medio de las cuales la falta de respeto a los derechos de propiedad afecta la actividad económica. Primero, los sistemas de propiedad débiles o inseguros incrementan el riesgo de expropiación, lo que reduce los incentivos para invertir y producir. Segundo, la inseguridad en materia de derechos reduce la productividad, al desviarse fondos del proceso productivo para defender a la misma. Tercero, cuando la propiedad es poco respetada impide obtener todas las ganancias posibles del comercio. Finalmente, la propiedad y su respeto sirven como una herramienta para el apoyo de otras transacciones, tales como la obtención de financiamiento, dada su función de colateral.
Precisamente, para de Soto, los pobres en los países en desarrollo podrían dejarlo de serlo siempre y cuando el capital con el que cuentan pasará de la informalidad a la formalidad, creando sistemas de propiedad accesibles para ellos, con costos de transacción reducidos e incentivos diversos para su legalización. Sin olvidar que dichos sistemas sean todo el tiempo respetados y garantizados.
Los pobres en los países de América Latina tienen posesiones, pero estas son defectuosas, en todas las ciudades del continente las casas de los pobres están construidas sobre lotes con derechos de propiedad mal definidos, sus empresas no están constituidas con obligaciones claras y sus industrias se ocultan a los ojos del sector financiero formal y los inversionistas.
La indefinición y falta de respeto de los derechos hace que los activos sean difíciles de convertir en capital, no pueden ser comercializados fuera de los círculos locales, donde la gente trabaja en base a la confianza mutua, no sirven como garantía para un préstamo ni como participación en una inversión.
En los países ricos del occidente, en cambio, las tierras, las construcciones, los equipos, todo se encuentra plenamente representado en un documento de propiedad, que es el signo visible de un proceso oculto que conecta a tales recursos con el resto de la economía. Gracias a este proceso de representación, los activos pueden llevar una vida paralela a su existencia material. En tal condición pueden ser usados como garantía para crédito. Así, mediante este proceso, los países desarrollados inyectan vida a sus activos y los hacen generar capital (de Soto, 2001:32).
Consecuente con lo anterior, los derechos de propiedad no pueden operar en el vacío, una vez que son definidos, necesitan del apoyo de instituciones transparentes y eficientes en el ejercicio de sus funciones, las cuales deben colaborar para que sean respetadas las transacciones referentes a la propiedad. Se requiere de instituciones que garanticen el Estado de derecho, aunado a un entorno políticamente estable, en el que se privilegie la libertad de los individuos.
La existencia de derechos de propiedad privada, perfectamente definidos y bien garantizados, es un factor del crecimiento económico y la prosperidad. La promoción de la definición y el respeto de la propiedad forman una parte esencial de la libertad económica, la cual es una condición estructural del cambio en los países de menor desarrollo relativo y en los ya desarrollados es la pieza fundamental de la estabilidad.
Dicho esto, ¿cómo andamos en materia de derechos de propiedad en América Latina? Por razones de espacio, me concentraré únicamente en tres países, que por diferentes razones destacan en la región: Brasil, México y Chile. De manera general, de acuerdo con el Imternational Property Right Index, 2010, de los cuatro países, Chile es en el que más se respeta la propiedad privada, existe un buen entorno legal y político y se protegen los derechos de propiedad intelectual, le siguen Brasil y México.
En una escala de 1 a 10, donde 10 representa definición y respeto total de la propiedad y 1 indefinición, para el 2010, los tres países que registraron un mejor desempeño fueron Finlandia, Dinamarca y Suecia (8,6, 8,5 y 8,5 respectivamente). Chile en América Latina es el país de mejor desempeño, se ubicó en la posición 34 de 125, con un índice de 6,4, le siguió Brasil en la posición 64, con un índice de 5,1, y México en la posición 72, con un índice de 4,7.
Las cifras indican que aún queda un largo camino por recorrer para alcanzar a los países líderes, la definición y respeto a los derechos de propiedad en estos tres países deja mucho que desear. Aunque Chile es el país mejor posicionado, retrocedió respecto al 2009, cuando se ubicó en la posición 29. En lo general, América Latina promedia un índice de 4,9, muy por debajo de EE.UU., donde es de 8,8, y Europa occidental, donde es de 7,7, y muy cerca de África con un índice de 4,4.
La definición y respeto a los derechos de propiedad sigue siendo una tarea pendiente en la región y mientras no se den avances significativos, la pobreza seguirá siendo una constante. Mejorar el bienestar de nuestros países requiere aumentar y sostener las tasas de crecimiento económico, la experiencia de otros países, hoy exitosos y la teoría económica ortodoxa, indican que la vía rápida para esto es promover la libertad económica y dentro de ella la definición y respeto de la propiedad, en el marco de gobiernos que favorecen el imperio de la ley.
*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.