Dado que los países de la región imponen cuarentenas, toques de queda y cierres de fronteras para frenar la propagación del coronavirus, muchos emigrantes ahora temen quedar atrapados y ser más vulnerables que antes.
Bogotá. Para millones de emigrantes venezolanos que huyeron de la crisis en su tierra natal, muchos de los cuales luchan a diario en países de América Latina para pagar alimentos y arriendos, la propagación del coronavirus amenaza con traer nuevas dificultades.
Más de 4 millones de venezolanos han abandonado su país desde el 2015, debido a la crisis económica y política que provocó la escasez de alimentos y bienes básicos, así como el colapso de los sistemas de salud y educación.
Desde Buenos Aires hasta Bogotá, muchas de estos emigrantes se ganan la vida vendiendo mercancías en las calles de las ciudades latinoamericanas, trabajando como taxistas o esperando en las mesas de los restaurantes.
La mayoría carece de acceso a la atención médica y al bienestar estatal, y no tiene ahorros a los que recurrir si no pueden trabajar.
Dado que los países de la región imponen cuarentenas, toques de queda y cierres de fronteras para frenar la propagación del coronavirus, muchos emigrantes ahora temen quedar atrapados y ser más vulnerables que antes.
"Prácticamente salimos por un bienestar, por los niños, no vamos a quedarnos aquí sin saber que nos van a dar atención de salud", dijo Maricarmel Lugo, de 25 años, quien huyó de Venezuela con su esposo y cuatro hijos a la vecina Colombia, donde se las arreglan para mendigar y vender dulces en la calle.
Con Colombia, que ha confirmado 128 casos de la enfermedad, y decretó un simulacro de aislamiento obligatorio en la capital, Bogotá, Luho dijo que ya está en apuros para cubrir sus necesidades básicas.
"Nos da miedo en la forma de que nos enfermemos por el coronavirus y que no nos den atención de salud", admitió.
En Colombia y otros países como México, solo la atención médica de emergencia está disponible para los emigrantes venezolanos que tienen un estado migratorio irregular.
Los empleados informales generalmente se las arreglan sin seguro de salud, enviando parte de sus escasos ingresos a familiares en Venezuela que viven de las remesas.
Incluso aquellos con un trabajo más estable temen al coronavirus, que ha provocado la muerte de más de 8.700 personas en todo el mundo.
"No sabemos qué va a pasar con respeto a los empleos. Yo por ejemplo trabajo en el área de servicio de en un restaurante y no sé si de pronto por una cuarentena clausuren el local", dijo Jhoel Colmenares, un cantinero de 24 años de la ciudad de Barquisimeto, en el norte de Venezuela.
El sistema de salud de Colombia está mal equipado para atender a los emigrantes enfermos de coronavirus, dijo el Comité Internacional de Rescate esta semana.
Además, la falta de acceso seguro a alimentos, refugio y agua potable podría convertir a los emigrantes en un vector para propagar la enfermedad, advirtió la organización no gubernamental.
Temos a xenofobia. Muchos venezolanos temen que puedan experimentar peores niveles de xenofobia una vez que el virus se propague, dijo Juan Carlos Viloria, un médico oriundo de Caracas que ahora reside en Colombia, donde viven unos 1,7 millones de venezolanos.
"Todavía no tenemos un migrante venezolano infectado, pero una vez que lo haya (la xenofobia) será mucho mayor", afirmó. "Nadie querrá darles refugio".
En Perú, donde hay más de 230 casos confirmados, el Gobierno suspendió derechos constitucionales como la libertad de movimiento y de reunión, mientras que decretó un toque de queda nocturno.
Los venezolanos que dependen de la venta callejera no tienen trabajo.
"Muchos estaban viviendo en casa alquilada y como no pagaban los han echado. Ellos trabajaban en el comercio ambulatorio y no pueden salir; no tienen el dinero del día a día", dijo René Cobeñas, quien dirige un albergue para emigrantes venezolanos en Lima.
El presidente Martín Vizcarra prometió un pago de 380 soles (US$106) a los 3 millones de familias más pobres de Perú, pero la medida no se extiende a los venezolanos.
Las decenas de miles de emigrantes venezolanos que cruzaron a Brasil tienen más suerte: tienen acceso completo al sistema de salud pública.
En el estado fronterizo de Roraima, el 40% de las camas de los hospitales están ocupadas por venezolanos. En el hospital de maternidad de Boa Vista, un promedio diario de 10 bebés nacen de madres venezolanas.
Roraima cerró esta semana su frontera con Venezuela en un esfuerzo por aliviar el abrumado sistema de salud en previsión de que el virus llegue al estado.
"Hoy nuestros servicios públicos, no solo de salud, sino también de educación y seguridad pública, están totalmente sobrecargados", dijo Ricardo Amaral, portavoz del gobernador de Roraima.
Oficialmente, unos 650.000 venezolanos han cruzado la frontera hacia Roraima, pero las cifras reales pueden superar el millón, dado que muchos no se registran para quedarse en Brasil y simplemente continúan hacia otras naciones sudamericanas.
El jueves, se entregaron kits de higiene y jabón a los emigrantes en la estación de autobuses de Boa Vista, un punto de encuentro para los venezolanos que buscan trabajo y un lugar para dormir si no se encuentran entre los 7.000 que ya están en refugios.
En Venezuela, que tiene menos de 50 casos confirmados, el presidente Nicolás Maduro pidió a las personas que se queden en casa en una cuarentena social que podría empeorar la crisis humanitaria del país.
Mientras esperan noticias de nuevas medidas, los venezolanos en el extranjero hacen todo lo posible para seguir trabajando.
"Te voy a ser sincera, tenemos mucho miedo porque nosotros trabajamos en los semáforos, vendiendo nuestros jugos, para ganarnos lo del arriendo diario y para enviar a la familia en Venezuela", dijo Yaniris Cantillo, de 26 años.
"Si dan orden de aislamiento obligatorio o nos toca hacer cuarentena no sabemos cómo vamos a hacer (...) si no salimos no comemos", concluyó.