Por Ana Herranz, directora de Career Education en IE Business School.
Hay numerosas razones que nos pueden motivar a buscar nuevas oportunidades laborales, la principal y más obvia es que nos hayamos quedado sin trabajo, pero no es la única: podemos estar a disgusto con nuestros compañeros, no tener buen ambiente, no llevarnos bien con el jefe, no ver opciones de desarrollo profesional. En fin…. cualquiera de ellas puede ponernos en modo “búsqueda activa”.
¿Qué ocurre a partir de ahí? Pues en muchos casos cuando llevamos dos meses enviando currículos y no hemos tenido mucho éxito, empezamos a ponernos nerviosos y no entendamos por qué el mercado no está dando respuesta a nuestras solicitudes.
¿Dónde está el error? Para averiguarlo vamos a analizar en primer lugar lo que normalmente hacemos. Lo primero es actualizar el currículo, de forma de buscar la última versión y añadir lo último que hemos hecho, con más o menos detalle. Una vez listo, se pueden buscar oportunidades en diferentes partes: portales de empleo, webs de empresas, empresas de selección, etc.
Entonces seleccionamos todos aquellos puestos que más o menos nos pueden encajar y aplicamos a todos ellos con nuestro currículo recién actualizado. El objetivo es aplicar al mayor número de vacantes posible. También en función de nuestros años de experiencia, nos hacemos con un listado de headhunters y hacemos un mailing masivo a todos ellos.
No olvidemos las redes sociales, quien más y quien menos, ya tiene un perfil en linkedIn, el cual actualizamos también. Por supuesto movemos nuestros contactos, llamamos a antiguos compañeros, familiares, amigos y les entregamos nuestro currículo a ver si nos pueden ayudar.
Hecho esto, esperamos pacientemente a recoger nuestros frutos y que nos empiecen a llamar. Pues bien, esta secuencia de tareas no funciona en la mayoría de las ocasiones, solamente si el puesto al que estamos aplicando coincide un 100% con nuestra experiencia previa, lo que ocurre en muy contadas ocasiones. Además, no queremos que ocurra, porque eso supone que estamos postulando por un puesto que es igual que el que teníamos, es decir no implica ningún desarrollo profesional.
Nos falta una estrategia en la gestión de nuestra carrera, hemos empezado la casa por el tejado por lo que el resultado más probable es que se nos derrumbe la casa. Un currículo es un documento de venta, es como el que vende un producto o un servicio y hace un folleto en el que cuenta las maravillas del mismo, dirigido a cubrir las necesidades de un potencial cliente al que previamente ha analizado.
Para hacer el folleto, hay que saber primero, cómo es mi producto, en qué se diferencia de los productos de la competencia y cuál es el cliente al que se dirige y que necesidades tiene. Si esto lo aplicamos a nosotros mismos la secuencia que tenemos que seguir la hemos llamado, Modelo QDC: Qué, Dónde, Cómo.
Qué vendo, a quién se lo vendo y como lo hago. El Qué se refiere a la definición de nuestro producto o Self-Assessment, definir cuáles son nuestras fortalezas y motivaciones, es decir lo que no diferencia de los demás y aquello que nos apasiona.
El Dónde es el paso siguiente, sé en qué soy bueno y qué me gusta, voy a ver donde encajo en el mercado. Es una fase de análisis e investigación donde tengo que llegar a definir las funciones/sectores o empresas en los que hay “encaje” con mi perfil (fortalezas+motivaciones).
El Cómo es la fase táctica, en que tengo un producto y un cliente objetivo (target). Y donde además sé lo que quiere y lo que necesita, y entonces preparo mi campaña de márketing. Es decir, preparo un currículo customizado a ese target, elaboro mi discurso de venta o Elevator pitch, busco los canales donde encontrar las oportunidades, gestiono mis redes sociales de forma coherente, creo una red de contactos clave y en definitiva creo mi marca personal o personal branding.
Es decir, el gran error es empezar por la parte táctica sin haber definido la parte estratégica: quién soy, qué quiero y hacia donde me dirijo. La venta nunca será exitosa si no conozco el producto que vendo ni el cliente al que me dirijo.