La reciente Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias fue una oportunidad perdida. En lugar de aprovechar la reunión para generar cooperación y resolver problemas comunes, los presidentes latinoamericanos se enfocaron en temas que se sabían provocarían tensiones entre América Latina y Estados Unidos. Claramente una decisión en momento y lugar equivocados.
Los principales temas conflictivos fueron la insistencia en incluir a Cuba en próximos encuentros, el apoyo al reclamo argentino por Malvinas y la idea de legalizar las drogas. El tema que causó más división fue Cuba. Todos en la Cumbre sabían que el presidente Obama enfrenta la reelección en noviembre, y que votar por incluir a la dictadura cubana en un encuentro de presidentes elegidos democráticamente sería un suicidio político para el actual presidente estadounidense.
El momento de esta defensa de Cuba fue bizarro. Fidel y Raúl Castro tienen más de 80 años. Esto implica que Cuba enfrenta una pronta transición política. En vez de presionar para incluir a la dictadura más antigua de la actualidad en futuras cumbres, los líderes democráticos debiesen comenzar a trabajar juntos para facilitar una transición democrática en la isla.
Además, Hugo Chávez, presidente que utiliza las reglas democráticas para socavar precisamente las instituciones democráticas de Venezuela, está seriamente enfermo de cáncer. Una vez más, la democracia latinoamericana debe ayudar a que las presidenciales venezolanas, previstas para octubre, sean un proceso libre y justo. Una Venezuela democrática, no aliada con una de las dictaduras más represivas del mundo, podría reforzar el desarrollo democrático en el continente. El “chavismo sin Chávez” haría lo contrario.
De hecho, como señala el periodista cubano Carlos Alberto Montaner, América Latina y Estados Unidos intercambiaron sus posiciones sobre hacer amistad con regímenes no democráticos. Durante la Guerra Fría, los latinoamericanos fueron muy críticos sobre el apoyo estadounidense a las dictaduras del hemisferio, con el argumento de que EE.UU. debía favorecer las democracias por sobre las dictaduras en su política exterior. Hoy es Estados Unidos quien critica las dictaduras y autoritarismos electos de América Latina, mientras los países latinos siguen de amigos con estos regímenes.
Los otros dos temas conflictivos en la Cumbre fueron menos divisores, pero igual de controversiales. En el aniversario nº 30 de la Guerra de las Malvinas, Argentina decidió repentinamente exigir la devolución de las islas a Gran Bretaña. Ni Estados Unidos ni Canadá comparten este punto de vista, ya que fue Argentina la que comenzó la guerra en 1982, la misma que ganaron los británicos. El tema debió discutirse en privado en vez de hacerlo tan públicamente.
Respecto a la legalización de drogas, el tercer tema en debate, los países latinoamericanos se mostraron menos unidos. El presidente colombiano diplomáticamente cambió el foco desde la presión por legalizar a discutir una potencial legalización. De todos modos, otra vez un mal momento para la discusión considerando las próximas elecciones estadounidenses. Mientras en algunos estados de este país legalizaron ya la marihuana para fines medicinales, hay poco apoyo en Estados Unidos para la legalización de las drogas duras, como la heroína o cocaína. Allí, cualquier presidente que diese a entender su apoyo a la legalización no sería elegido. Una vez más, la agenda de la cumbre enfrentó a los líderes de América Latina contra el presidente de EE.UU.
Esto no significa que la legalización de drogas y otros temas polémicos no sean dignos de discusión, sino que no debiesen discutirse en una cumbre hemisférica. Por ejemplo, el tema del creciente proteccionismo en América Latina fue discutido en privado en Cartagena. ¿Será porque no polariza al hemisferio entre EE.UU. y América Latina y en cambio podría destacar conflictos entre Brasil y Argentina o Brasil y México?
El consenso es que la cumbre fue un fracaso, principalmente porque no logró la firma de acuerdos entre los participantes. Como explicó el presidente Santos, de Colombia, no se firmó ningún documento porque no hubo concordancia. Pero la decepción se debe también a la sensación de que la cumbre se usó para crear una falsa imagen de unidad en América Latina, centrando el debate en temas que enfrentan a la región con EE.UU. en vez de fortalecer la solución a problemas hemisféricos y al desarrollo democrático.